'Statu quo'
El t¨¦rmino statu quo ha venido siempre m¨¢s ligado a la historia de Marruecos que a la de otros pa¨ªses. Durante tiempo, tal y como lo proclamaba Segismundo Moret en 1887, el "statu quo territorial y pol¨ªtico en Marruecos" era la pol¨ªtica que Espa?a reclamaba para el "Imperio del Poniente", lo que traduc¨ªa la voluntad de que ninguna potencia se adue?ara del pa¨ªs y supon¨ªa, de paso, que las cosas quedaran como estaban en el interior del territorio, con una monarqu¨ªa que se desintegraba a favor de poderes locales dispuestos a hacer el juego a unas u otras potencias y, desde luego, a favor propio.
Naturalmente ese statu quo se rompi¨® con la colonizaci¨®n y Espa?a sac¨® de la situaci¨®n no pocos quebraderos de cabeza para todos y alg¨²n provecho particular para alg¨²n colectivo como el militar. La colonizaci¨®n gener¨® un nuevo orden con un nuevo statu quo que habr¨ªa de durar m¨¢s all¨¢ de la independencia. Como se?al¨® Gilles Perrault en su libro Nuestro amigo el Rey, Marruecos se convirti¨® en un excelente negocio para los colonos y m¨¢s tarde, transformado ya en pa¨ªs soberano, tambi¨¦n para los "amigos del Rey", franceses bien seguro, pero tambi¨¦n americanos. Este nuevo statu quo se acabar¨¢ transformando en una especie de filosof¨ªa de gobierno en Marruecos, logrando que los cambios fueran los menos posibles, oponiendo siempre una farruca oposici¨®n a toda evoluci¨®n del r¨¦gimen. El escritor judeo-marroqu¨ª Edmond el Maleh acu?¨® la f¨®rmula de parcours immobile ("recorrido inm¨®vil") que parece describir esta situaci¨®n.
Iron¨ªas de la historia, el episodio del islote Perejil ha devuelto actualidad al t¨¦rmino statu quo, al que Espa?a ha recurrido para volver a ese estatuto del "ni para ti ni para m¨ª", de dejar las cosas como estaban.
Surge ahora la renovaci¨®n, por en¨¦sima vez, del mandato de la Minurso en el S¨¢hara Occidental y Marruecos juega su carta de mantener el statu quo en la zona, es decir, su anexi¨®n del territorio. La coyuntura internacional preb¨¦lica juega a favor de no cambiar nada. Incluso Espa?a, que dice jugar a favor del respeto a las decisiones de Naciones Unidas y de la autodeterminaci¨®n de los saharauis, apuesta tambi¨¦n por otra forma de statu quo, el aplazamiento eterno de un refer¨¦ndum improbable que termina por dejar las cosas como est¨¢n.
Es hora de dejar claro lo que se deja como est¨¢: decenas de millares de familias separadas; unos campamentos provisionales que llevan m¨¢s de un cuarto de siglo sin desmontar; un reinado de excepci¨®n de los militares marroqu¨ªes en el S¨¢hara que favorece prebendas y corrupci¨®n e impide el ejercicio en la zona de derechos que los marroqu¨ªes disfrutan en su pa¨ªs. No se olvide adem¨¢s que en los ¨²ltimos a?os el S¨¢hara se ha convertido en una plataforma excepcional para salida de pateras hacia las islas Canarias. Por otra parte, no son los saharauis los que se ocupan en Marruecos del dossier sahariano y en Tinduf es una camarilla de nativos de Marruecos o Mauritania, ajena a los verdaderamente oriundos del territorio, la que mayoritariamente controla las riendas del movimiento independentista.
Y junto a esto, que afecta al S¨¢hara y a los saharauis, lo que se deja tambi¨¦n como est¨¢ es a Marruecos, pa¨ªs sobre el que pesa esta hipoteca sahariana que mantiene al pa¨ªs en una excepcionalidad de la que se benefician los que aspiran a conservar privilegios, corrupci¨®n e impunidad.
Es hora de meditar si la postura de impulsar lo inimpulsable -un refer¨¦ndum poco probable- ayuda a solucionar el problema o, por el contrario, si es el momento de jugar otra carta activa que permita que tanto la cuesti¨®n estancada sahariana como la "inmovilidad" de Marruecos abandonen el statu quo.
Al comienzo del reinado de Mohamed VI se habl¨® mucho de la tercera v¨ªa como salida intermedia a la cuesti¨®n sahariana, entre la independencia y la integraci¨®n a Marruecos. Su conceptor no era otro que Hassan II, que lleg¨® a declarar en Le Monde en 1984 que el Marruecos que quer¨ªa legar a su hijo era un Marruecos de l?nders en el que el S¨¢hara ser¨ªa una m¨¢s de las regiones aut¨®nomas. Cuando Jer¨®nimo Saavedra visit¨® Marruecos como presidente de la Comunidad Canaria, Hassan II le pidi¨® una traducci¨®n del estatuto auton¨®mico canario. Fue a?os m¨¢s tarde James Baker el que diera forma a esa tercera v¨ªa en un proyecto que encontr¨® la oposici¨®n del Polisario y de Argelia. Y no les faltaba raz¨®n, ya que trucaba el proceso de autodeterminaci¨®n en un refrendo entre la poblaci¨®n instalada en el S¨¢hara, dos terceras partes de la cual provienen del Marruecos hist¨®rico. Era la manera menos imaginativa e inteligente de traducir la idea del "refer¨¦ndum confirmativo" que siempre defendi¨® el hassanismo.
Y sin embargo, la idea de asociar el futuro del S¨¢hara a un Marruecos de las autonom¨ªas parece la ¨²nica salida sensata a esta prolongada crisis. Naturalmente que ello exigir¨ªa, para que pudiera ser contemplada como una v¨ªa atractiva para los saharauis, garant¨ªas para el ejercicio de autogobierno, lo que implicar¨ªa no s¨®lo una descentralizaci¨®n efectiva del reino, sino una democratizaci¨®n profunda en todo ¨¦l que les permitiese el control del gobierno regional e imposibilitase la corrupci¨®n y la impunidad.
Hoy por hoy, Marruecos no parece dispuesto a entrar abiertamente en un camino que contagiar¨ªa a las diferentes regiones del reino y supondr¨ªa poco menos que una refundaci¨®n de la monarqu¨ªa sobre bases nuevas y m¨¢s sanas que las centralistas sobre las que el general Lyautey la levant¨® hace ya casi un siglo. En primer lugar, porque a ello se opondr¨ªan los grandes generales que hoy pesan mucho en el entorno del nuevo monarca, principales beneficiarios del "protectorado" que ejercen sobre el S¨¢hara. Esos generales son los que encabezan la lista de los 45 acusados por la Asociaci¨®n Marroqu¨ª de Derechos Humanos como responsables de las torturas y arbitrariedades cometidas bajo el r¨¦gimen anterior y por el momento no se ve cercano su "sacrificio" pol¨ªtico en aras de una credibilidad del sistema. Nadie, por otra parte, ning¨²n pa¨ªs "amigo del Rey", se lo pide hoy. Pero adem¨¢s y sobre todo, porque ninguna de las fuerzas pol¨ªticas que cuentan hoy en Marruecos entiende la ¨ªntima relaci¨®n que existe entre la democratizaci¨®n efectiva del pa¨ªs y la soluci¨®n a la cuesti¨®n sahariana. Cada una, ya sean los partidos creados por la Administraci¨®n o los hist¨®ricos como el partido de Yussufi, el del Istiqlal, el ex PCM o cualquiera de la pl¨¦yade que puebla el universo atomizado de la pol¨ªtica marroqu¨ª, est¨¢ empe?ada en proteger la peque?a cuota de poder que el Majz¨¦n le ha atribuido y ninguna parece dispuesta a pensar en un proyecto de futuro que cuestione el sistema. Incluyo entre estos partidos al islamista PJD, que, seg¨²n rumores, acept¨® recortar su victoria electoral en septiembre pasado. ?nicamente se podr¨ªan excluir algunas peque?as formaciones de la extrema izquierda como la que lidera Bensaid Ait Idder o las que siempre defendieron la autodeterminaci¨®n saharaui, surgidas del n¨²cleo de Ila-l-amam. Incluyo, desde luego, a al-Adl wa-l-Ihs¨¢n, el extendido movimiento islamista no reconocido, dirigido por el jeque Abdesalam Yassin, que en su Memor¨¢ndum a quien corresponda, publicado tras la entronizaci¨®n de Mohamed VI, plante¨® que el pa¨ªs deb¨ªa dar "un gran golpe" para resolver los dos temas m¨¢s urgentes: el "legado envenenado" de la "hipoteca del S¨¢hara" y la crisis social y econ¨®mica agudizada por "la cuchilla del mercado libre".
Yassin no se pronuncia acerca de la marroquinidad o no de los saharauis, pero critica las dos ¨²nicas alternativas que se les ofrecen: la humillaci¨®n de un pueblo valiente e independiente ante "una realeza r¨ªgida en su trono que les manda prosternarse ante ella", o la v¨ªa demag¨®gica que les ofrece la "libertad bajo otra bandera". La alternativa que al fin y al cabo propone Yassin, la de "un Marruecos a repensar y a reconstruir", pasa por la redefinici¨®n de ese contrato de gobierno entre gobernante y gobernados que fue en el pasado la bay'a, bien lejos de la "ceremonia caricaturesca que no tiene nada que ver con el pacto isl¨¢mico solemne en virtud del cual un pueblo libre se compromete y compromete la responsabilidad de una autoridad libremente aceptada".
Ese pacto isl¨¢mico del que habla Yassin no est¨¢ muy lejos -pese a los tintes religiosos de que lo impregna- del "pacto mon¨¢rquico" del que habla el pr¨ªncipe "disidente" Muley Hicham, primo de Mohamed VI y segundo en l¨ªnea sucesoria. Consistir¨ªa en el ejercicio democr¨¢tico de la soberan¨ªa del pueblo y el repliegue de la instituci¨®n mon¨¢rquica a una funci¨®n simb¨®lica de direcci¨®n moral y religiosa de la comunidad. Pero no cabe ejercicio de la soberan¨ªa sin descentralizaci¨®n en un pa¨ªs pluricultural como Marruecos. Descentralizaci¨®n que es la ¨²nica manera de romper la l¨®gica de reproducci¨®n de las ¨¦lites majzenianas. Como se?al¨® el historiador marroqu¨ª Abdallah Laroui, "el comportamiento democr¨¢tico no se convertir¨¢ en algo natural entre gobernantes y gobernados hasta que aqu¨¦llos dejen de obsesionarse con el miedo a la desintegraci¨®n nacional". Un debate que, al fin y al cabo, guarda mucha relaci¨®n con nuestra propia realidad.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es profesor en la UAM y autor del libro Marruecos pol¨ªtico: 40 a?os de procesos electorales (1960-2000), CIS, Madrid 2000.
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