Variaciones sobre temas b¨¦licos
Hace ya meses que la amenaza de guerra se cierne de nuevo sobre Irak y sobre todos nosotros. Sobre todos los que no creemos ninguna de las patra?as que sin cesar teje la "c¨®lera de los imb¨¦ciles", y padecemos el incesante terrorismo de las informaciones y decisiones de despiadados pol¨ªticos. Intuimos o, mejor dicho, sabemos que todos los enredos con que los belicosos pretenden justificar su injustificable decisi¨®n son repugnantes mentiras o interesadas deformaciones. Es tan evidente la falsedad de sus manipulaciones que cualquier persona con sentido com¨²n y suficientemente honesta para querer pensar, y poder todav¨ªa, a pesar de la ofuscaci¨®n, interpretar algunos datos acaba por descubrir la vileza de muchos de los insensatos pol¨ªticos en cuyas manos estamos.
Naturalmente que todos aquellos cuyos intereses ideol¨®gicos coinciden con los de la "c¨®lera de los imb¨¦ciles" retorcer¨¢n su escurrido y escurridizo cerebro, en busca de argumentos contra los llamados pacifistas. Son t¨¦cnicas calumniosas de amilanamiento colectivo muy conocidas desgraciadamente, pero asumidas y administradas siempre por los lacayos de la violencia.
Un ejemplo trivial, entre centenares, de la falta de honestidad pol¨ªtica podr¨ªa encontrarse en la aceptaci¨®n, sin la menor cr¨ªtica, de la estancia en Marbella de ese reyezuelo saud¨ª, del que apenas se habla, con su tropa de aduladores y su hiriente y desvergonzada riqueza. Hemos le¨ªdo incluso noticias sobre la sumisi¨®n de quienes piensan que, en el fondo, es buena para nuestro pa¨ªs esa chapap¨®tica oleada de petrod¨®lares. Una justificaci¨®n para mendigos morales y con la que, por supuesto, se plantea el problema en sus m¨¢s vergonzosos t¨¦rminos. ?C¨®mo es posible que a los bienpensantes, a los del eje del bien, les parezca natural esa riqueza que, como en alg¨²n otro pa¨ªs ¨¢rabe, florece entre las m¨¢s inhumanas formas de miseria y de inhumanidad? ?Qui¨¦n les ha enriquecido tan desmesuradamente? Se ve que el petr¨®leo saud¨ª es m¨¢s refinado y d¨®cil que el de Sadam Husein, y pueden sacar de ¨¦l m¨¢s tajada esos otros petroleros armados que nos empujan a la guerra.
Parece mentira que el discurso de Bush y los suyos no pueda ser otro que el discurso del terror y de la destrucci¨®n. ?No es esto una forma de terrorismo de Estado? ?Hasta qu¨¦ grado de insensatez se ha corrompido los cerebros para ocultar con palabras necias tantas trampas y tan infinita hipocres¨ªa? Estos personajes del poder imperial de las bombas son responsables de los horrores que van a causar con su demencia y su ferocidad. Para colmo van a alentar la desesperaci¨®n y la fanatizaci¨®n y el esp¨ªritu terrorista de las v¨ªctimas, de los supervivientes. Los posibles hu¨¦rfanos, en la l¨®gica de la destrucci¨®n y los cr¨ªmenes a la que los buenos les empujan, ser¨¢n el caldo de cultivo de inacabables venganzas y del triste y horrible terrorismo de los desesperados.
Luego, pasado el tiempo, se dir¨¢, como se dijo con Hitler, que Bush y los suyos estuvieron locos. Verdaderamente no aprendemos de la historia. De nuevo el pernicioso y acrecentado Hitler que no cesa. Variaciones m¨¢s o menos intensas sobre el mismo tema. Un Hitler que, por cierto, y junto a la funesta mitolog¨ªa inventada para el caso, no era, en el fondo, sino el pelele tr¨¢gico de fuerzas e intereses parecidos a aquellos que mueven hoy los hilos de las renacidas, hitlerianas, marionetas.
Emilio Lled¨® es fil¨®sofo y escritor.
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