La incorrecci¨®n como argumento
Hablaba Edurne Uriarte en un art¨ªculo reciente de la existencia en la actualidad de dos modelos de Espa?a, para lo cual se ve¨ªa obligada a desmontar una falacia y, situando la alternativa en sus justos t¨¦rminos, acababa diluyendo esa dualidad en la opci¨®n entre una propuesta razonable y otra poco menos que ca¨®tica. La falacia estribar¨ªa en la identificaci¨®n de esos dos modelos con la Espa?a unitaria y homog¨¦nea por un lado, y la Espa?a plural y heterog¨¦nea por otro, oposici¨®n que responder¨ªa a una falsedad.
Edurne Uriarte vendr¨ªa a decirnos, y tiene raz¨®n, que uno de esos polos no existe, puesto que no hay tal Espa?a unitaria en el Estado fuertemente descentralizado y respetuoso con la pluralidad cultural que surgi¨® tras la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n de 1978. Esa opci¨®n entre la homogeneidad, identificada como un proyecto de la derecha espa?ola, y la heterogeneidad, adscrita por supuesto a la izquierda, ser¨ªa irreal y responder¨ªa a un inter¨¦s partidista por solapar la verdadera opci¨®n, que en su opini¨®n enfrentar¨ªa a los dos modelos siguientes: el modelo del cierre del Estado auton¨®mico y el fortalecimiento de la naci¨®n espa?ola ser¨ªa uno, y el modelo de la apertura indefinida del modelo auton¨®mico el otro. Quiz¨¢ no sea necesario a?adir que la autora se inclina por el primero de ellos.
Hasta ah¨ª todo podr¨ªa parecer correcto, incluida la respetable preferencia de Uriarte, si di¨¦ramos por bueno que esos dos modelos de Espa?a m¨¢s o menos enfrentados existen de verdad y no consider¨¢ramos que esas dos opciones, m¨¢s que a dos modelos de Espa?a, acaso respondan a dos formas, ambas leg¨ªtimas, de resolver "la articulaci¨®n territorial del Estado y el engarce entre el Estado y la naci¨®n", debate que ella misma considera prioritario para el presente y el futuro de nuestro pa¨ªs. Y desde esta perspectiva, el recurso a la expresi¨®n "modelos de Espa?a" no me parece inocente, por razones que expondr¨¦ a continuaci¨®n, como tampoco me parece correcta la atribuci¨®n por parte de la autora de su falsaria y equ¨ªvoca utilizaci¨®n a la izquierda. No es ¨¦sta la que ha aireado como una honda ese concepto o su equivalente de "la idea de Espa?a". Esa vinculaci¨®n de determinadas propuestas pol¨ªticas con la existencia ag¨®nica de una realidad nacional es obra de la derecha.
No hay otro modelo o idea de Espa?a que el Estado de las Autonom¨ªas que define la Constituci¨®n. Pero si la propia Edurne Uriarte aboga por un cierre del Estado auton¨®mico es porque est¨¢ reconociendo su car¨¢cter abierto y flexible. Su dise?o respondi¨® fundamentalmente a las demandas de las llamadas nacionalidades o comunidades hist¨®ricas, sobre todo Catalu?a y Euskadi, y cuando se puso en marcha se ignoraba cu¨¢l fuera a ser su verdadero alcance. Veinticinco a?os despu¨¦s, no cabe sino reconocer que su desarrollo ha superado todas las expectativas iniciales, pero conviene igualmente recapacitar sobre sus disfunciones, as¨ª como sobre su, digamos, lado d¨¦bil: no ha resuelto los problemas que intent¨® solucionar, es decir, los creados por los nacionalismos perif¨¦ricos, problemas que alguien puede considerar insolubles y derivados de la intr¨ªnseca perversi¨®n de aqu¨¦llos, o una cuesti¨®n balad¨ª que conviene ignorar, pero que alcanzan, no lo olvidemos, a una cuarta parte de la poblaci¨®n espa?ola -no toda ella nacionalista, puntualizo, aunque s¨ª afectada-.
La importancia que se d¨¦ a los problemas que he expuesto suscitar¨¢ actitudes pol¨ªticas de uno u otro tipo, vinculadas de alguna forma al "cierre" de un dise?o de articulaci¨®n territorial que cumpla los objetivos que constituyeron su raz¨®n de ser. Y no creo que las soluciones que se han sugerido en este sentido -si exceptuamos la propuesta de Ibarretxe- se hayan planteado sin tener en cuenta su posible encaje en la Constituci¨®n. E incluyo entre ellas la propuesta federalista.
Si ella misma considera el Estado auton¨®mico como federal en sus aspectos b¨¢sicos, ?por qu¨¦ Edurne Uriarte condena su posible desarrollo federalista, tach¨¢ndolo de confusa amalgama de recetas, en lugar de contemplarlo como una posible soluci¨®n de cierre tan digna de ser debatida como la que ella plantea? Claro que, un debate requiere argumentos m¨¢s s¨®lidos que la simple exposici¨®n plena de encomio de lo que uno desea y la reducci¨®n de la propuesta del oponente a un mero resorte psicol¨®gico carente de contenido y de raz¨®n de ser. La izquierda har¨ªa sus propuestas, seg¨²n Uriarte, porque sigue siendo esclava de los complejos de la Transici¨®n y de la correcci¨®n pol¨ªtica. Es una bonita forma de utilizar precisamente la incorrecci¨®n del oponente como argumento ¨²nico para anularlo. ?No estamos delimitando de esa manera un nuevo redil cuyo balido un¨¢nime constituir¨ªa otra forma de la tan denostada y fraudulenta correcci¨®n pol¨ªtica?
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