Seguridad y unidad y Espa?a ?son una tapadera?
Que Aznar, Berlusconi y Bush coincidan en la voluntad de abolir el impuesto de sucesiones es s¨®lo una peque?a muestra de un acuerdo m¨¢s amplio. Apuestan por un modelo econ¨®mico que agranda la brecha social y pretenden que ello pase desapercibido para sus opiniones p¨²blicas. Para conseguirlo necesitan que nos olvidemos de las consecuencias sociales de su ultraliberalismo econ¨®mico. Ahora la agenda de los que marcan la agenda de la opini¨®n p¨²blica pasa por un nuevo dogma, el de la seguridad absoluta. Por supuesto, un modelo de seguridad que excluye su dimensi¨®n social. No hace falta creer en las conspiraciones para tener alguna sospecha de las razones que han llevado a la derecha a cambiar de tercio para mantener su hegemon¨ªa ideol¨®gica.
Precisamente cuando pincha la burbuja especulativa de las bolsas, arrastrando empresas y puestos de trabajo. Cuando se descubren impresionantes fraudes cometidos por altos directivos de empresas, en detrimento de sus trabajadores y de sus accionistas, aprovech¨¢ndose del oscurantismo y de la falta de control de los mercados de capitales. Cuando en EE UU algunos trabajadores pierden de golpe sus empleos, sus ahorros situados en la Bolsa y sus fondos de pensiones que hab¨ªan sido invertidos por sus gestores en acciones de su propia empresa.
Cuando el crack de los sistemas p¨²blicos de pensiones, que en Espa?a algunos anunciaron para el a?o 2000 -a fecha cierta para que fuera m¨¢s cre¨ªble-, no se produce y en cambio los fondos de pensiones privados pierden en tres a?os las ganancias conseguidas en los ¨²ltimos a?os. Cuando incluso economistas y pol¨ªticos que han contribuido a construir este sistema denuncian las barbaridades que las instituciones financieras internacionales, especialmente el FMI, han hecho en los pa¨ªses en desarrollo y las penalidades que ha motivado en la poblaci¨®n su fundamentalismo ultraliberal. Cuando el malestar provocado por la globalizaci¨®n ultraliberal pasa de una etapa de denuncia a otra de propuesta, alternativas y articulaci¨®n social. Cuando todo eso sucede, es l¨®gico que los padres de la criatura pretendan eludir el debate y cambien r¨¢pidamente de tercio. Durante a?os hemos o¨ªdo que los trabajadores deb¨ªamos renunciar a la seguridad laboral y social para asumir la nueva sociedad del riesgo.
Y ahora resulta que los que nos machacaban con el dogma del fin de la seguridad en aras de la libertad -de mercado- ahora quieren convencernos de que la libertad ya no importa y de que lo determinante es garantizar la seguridad. Por supuesto, contin¨²an excluyendo la seguridad en el terreno social. Este inter¨¦s en evitar el debate suscitado por las pol¨ªticas econ¨®micas tambi¨¦n se ha globalizado. Pero en nuestro pa¨ªs el dogma de la seguridad tiene una compa?era de lujo, la unidad de Espa?a, y un oficiante, el presidente del Gobierno espa?ol. En una reciente intervenci¨®n p¨²blica, el se?or Aznar habla de seguridad en el mundo y en Espa?a, de la lucha contra el terrorismo y a continuaci¨®n de la igualdad de derechos de los espa?oles. Y se pregunta -sin sonrojarse- qu¨¦ nos parece que los ciudadanos espa?oles tengan diferentes derechos en funci¨®n del lugar en el que residen. Como quien no quiere, el se?or Aznar coge carrerilla y nos habla sin soluci¨®n de continuidad del terrorismo, de la unidad de Espa?a y la igualdad territorial de derechos de la ciudadan¨ªa. Casi nada. Me parece una provocaci¨®n que pretendan hacernos creer que en este pa¨ªs las desigualdades se dan sobre todo en clave territorial. Est¨¢n intentando que nos olvidemos de que su pol¨ªtica fiscal ha conseguido frenar en seco el proceso de reducci¨®n de las desigualdades sociales que se inici¨® con la conquista de la democracia. Quieren que olvidemos que su modelo fiscal consiste en que 1.000 euros conseguidos a partir del trabajo personal paguen menos impuestos que los mismos 1.000 euros conseguidos como intereses del capital y que, a poco que nos descuidemos, si los 1.000 euros son fruto de una herencia no aporten nada a la hacienda p¨²blica. Y cuando hablan de educaci¨®n pretenden matar dos p¨¢jaros de un tiro, anular la capacidad de autogobierno que la Constituci¨®n reconoce a las autonom¨ªas y, de paso, que nos olvidemos de que las grandes desigualdades educativas se dan en el terreno social y se dar¨¢n a¨²n m¨¢s con la dualizaci¨®n del sistema y su apuesta por la educaci¨®n privada. Y lo mismo si hablamos de vivienda, porque si bien es cierto que entre comunidades hay diferencias, ¨¦stas se dan m¨¢s entre ¨¢reas metropolitanas y zonas menos pobladas, pero sobre todo entre personas en funci¨®n de sus ingresos y su condici¨®n social. La falta de pol¨ªticas p¨²blicas ha hecho que la vivienda haya pasado de ser un derecho social a una mera mercanc¨ªa y est¨¦ a punto de convertirse en un producto financiero refugio.
No nos equivoquemos, no se trata de que Aznar sea muy fundamentalista en su concepci¨®n de Espa?a, que lo es. Lo m¨¢s significativo es que la ofensiva sobre seguridad y unidad de Espa?a le es muy ¨²til para eludir el debate sobre su pol¨ªtica econ¨®mica y social. En Catalu?a sabemos muy bien que evitar el debate sobre las desigualdades sociales para plantear conflictos entre territorios o entre naciones ha sido una vieja costumbre de la derecha, que ahora coge m¨¢s fuerza. A nuestro presidente parece no preocuparle que cada vez existan m¨¢s diferencias entre ricos y pobres, sino que el Estado garantice que todos los pobres lo son por igual, con independencia de d¨®nde vivan, y que los ricos puedan serlo tanto como el mercado se lo permita.
Por cierto, si alguien est¨¢ interesado en que la derecha no marque la agenda y nos someta a las leyes de la pol¨ªtica de mercado, s¨®lo existe una posibilidad: situar las cuestiones sociales, con pol¨ªticas alternativas, en el centro del debate p¨²blico. Si eso no sucede, en poco tiempo, adem¨¢s de la agenda, nos marcan el paso de la oca.
Joan Coscubiela es secretario general de CC OO Catalu?a.
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