Am¨¦rica es otra cosa
Con el t¨ªtulo Europa y Am¨¦rica deben permanecer unidas, public¨® el diario EL PA?S en su edici¨®n del 30 de enero de este a?o un texto, aparecido tambi¨¦n en otros peri¨®dicos, como art¨ªculo suscrito por ocho jefes de Estado y varios primeros ministros, de Espa?a, Portugal, Italia, Gran Breta?a, Hungr¨ªa, Polonia, Dinamarca y la Rep¨²blica Checa. Dicho texto, seg¨²n un funcionario de Dow Jones and Company, se debi¨® a una iniciativa del peri¨®dico The Wall Street Journal, propiedad de esa compa?¨ªa, y se prepar¨® previa consulta con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, presidente del Gobierno espa?ol, y Silvio Berlusconi, primer ministro de Italia.
El t¨ªtulo con que aparece, Europa y Am¨¦rica... no se refiere, como podr¨ªa pensarse, al continente que ostenta este nombre, sino espec¨ªficamente a Estados Unidos. Es cierto que muchos de sus ciudadanos llaman "Am¨¦rica" a su pa¨ªs. Pero en el caso de quien es presidente del Gobierno espa?ol resulta extra?o y lamentable que aparezca, soslayando que Am¨¦rica incluye a los numerosos pa¨ªses hispanoamericanos con los que por siglos ha estado vinculada Espa?a. Y algo parecido puede decirse de los se?ores Jos¨¦-Manuel Dur?o Barroso y Silvio Berlusconi, que bien saben que hay un conjunto de naciones llamadas "latinas" muy vinculadas tambi¨¦n con Portugal e Italia.
Am¨¦rica es otra cosa, y no s¨®lo Estados Unidos. Esto, que podr¨¢ tenerse como una minucia, deja ver enseguida sus implicaciones. Los que suscriben el texto afirman que "quienes zarparon de Europa y ayudaron a crear los que ahora son los Estados Unidos llevaron consigo estos valores" (los que antes han mencionado), "la libertad individual, los derechos humanos y el Estado de derecho". A iron¨ªa suena esta afirmaci¨®n, v¨¢lida tal vez para los inmigrantes europeos, pero jam¨¢s a favor de los ind¨ªgenas con los que se enfrentaron y en no pocos casos diezmaron y arrinconaron.
Preocupaci¨®n por los derechos de los ind¨ªgenas la tuvieron otros con inter¨¦s tambi¨¦n en Am¨¦rica: me refiero a algunos espa?oles. Recordar¨¦ s¨®lo los nombres de Francisco de Vitoria, Domingo de Soto y Francisco Su¨¢rez, que en la Universidad de Salamanca debatieron sobre esto. Y tambi¨¦n evocar¨¦ a Ant¨®n de Montesinos, Bartolom¨¦ de las Casas, Alonso de la Vera Cruz y otros m¨¢s que en Am¨¦rica se preocuparon por los mismos derechos humanos de los indios. A todos ellos interes¨® adem¨¢s identificar las que, a su juicio, eran causas justas de guerra, entre las que ninguno incluy¨® la de "prevenir posibles ataques". Suena incre¨ªble que, en nuestro tiempo de reiteradas declaraciones de los derechos humanos, se acepte el concepto de "guerra preventiva", rechazado por los referidos tratadistas jur¨ªdicos desde el siglo XVI.
Dicen adem¨¢s los firmantes que, "gracias a la continua cooperaci¨®n entre Europa y Estados Unidos, hemos podido garantizar la paz y la libertad en nuestro continente", y a?aden que esa "relaci¨®n transatl¨¢ntica no debe convertirse en una v¨ªctima de los constantes intentos del actual r¨¦gimen iraqu¨ª de amenazar la seguridad mundial". ?Significa esto que los europeos por s¨ª solos no han podido garantizar la paz y la libertad en su continente? ?Significa que Estados Unidos, en un nuevo "destino manifiesto", est¨¢n impidiendo que esa "unidad transatl¨¢ntica" vaya a ser v¨ªctima de los iraqu¨ªes?
El texto hace aparecer olvidadizo al se?or Aznar cuando habla de esa "continua cooperaci¨®n entre Europa y Estados Unidos" ?Se ha olvidado de que ¨¦stos, en el Tratado Transcontinental o de Adams-On¨ªs de 1819, forzaron a Espa?a a la cesi¨®n de las Floridas y a renunciar a cualquier territorio m¨¢s all¨¢ del paralelo 42 en Am¨¦rica del Norte? Es lamentable que el se?or Aznar, al suscribir estas palabras, no exigiera que se precisara si fue "colaboraci¨®n transatl¨¢ntica" la guerra del 98, que termin¨® con la p¨¦rdida para Espa?a de lo que le quedaba de su imperio, con las funestas consecuencias de la ulterior dominaci¨®n norteamericana en las Filipinas, las Marianas, Guam, Cuba y Puerto Rico, en varios de cuyos territorios sigue ondeando hasta hoy la bandera de las barras y las estrellas. Esa guerra de conquista, y antes la emprendida contra M¨¦xico, hicieron que Estados Unidos empezara a realizar su sue?o de ser la ¨²nica Am¨¦rica.
Reiteran luego los firmantes que "el r¨¦gimen de Irak y sus armas de destrucci¨®n masiva representan una amenaza clara para la seguridad mundial". Esto a¨²n est¨¢ por demostrarse. Es cierto que el Consejo de Seguridad de la ONU, en su resoluci¨®n 1.441, ha ordenado la inspecci¨®n de las armas iraqu¨ªes, pero hasta ahora (31 de enero) los informes recabados, un tanto vacilantes, han dejado las cosas en suspenso. Bien est¨¢ lo que expresan los firmantes en el sentido de que no es tolerable que un dictador "viole sistem¨¢ticamente las resoluciones del dicho Consejo" (si es que las est¨¢ violando). Pero ?es acaso tolerable que el presidente de un pa¨ªs, as¨ª sea el m¨¢s poderoso del mundo, calificado por Bill Clinton como "el ¨²nico imprescindible", est¨¦ promoviendo por todos los medios a su alcance una guerra "preventiva" que ser¨¢ de abierta agresi¨®n. Ser¨¢ ella contra un pa¨ªs, por cierto, rico en recursos petrol¨ªferos, pero cuyo pueblo, sumido en la desgracia y la miseria, no se ha repuesto a¨²n de otra terrible agresi¨®n, la de la guerra del Golfo?
A diferencia de lo que piensan los firmantes, las posturas de Francia, Alemania y M¨¦xico -y, con variantes, las de Rusia, China y otros pa¨ªses- est¨¢n m¨¢s acordes con el "Estado de derecho y los derechos humanos" a los que aluden el se?or Aznar y los otros firmantes. De acuerdo con el embajador de M¨¦xico ante la ONU, Adolfo Aguilar Zinser, "es necesario profundizar en las inspecciones para asegurar que sea por v¨ªas pac¨ªficas como se cumpla el prop¨®sito que une a todos los miembros del Consejo de Seguridad". Paralelamente, en no pocos pa¨ªses, incluyendo a los mismos Estados Unidos, ha habido muchas manifestaciones y numerosas declaraciones como la de 41 premios Nobel norteamericanos que dicen no la guerra contra Irak.
El se?or Aznar y los otros, sin mencionar expresamente a George W. Bush, se hacen eco de algunas de sus reiteradas declaraciones. ?stas han llegado al extremo de convocar "a una guerra sagrada contra Irak en nombre de la paz, la libertad y Dios". En su Informe sobre el estado de la Uni¨®n del 28 de enero de este a?o, ¨¦l, que con Gran Breta?a ha movilizado ya grandes contingentes, nav¨ªos y aviones, ha declarado que "Estados Unidos es un pa¨ªs fuerte y honorable en el uso de nuestra fuerza. Ejercemos el poder sin conquista, nos sacrificamos por la libertad de otros... La libertad que apreciamos no es el regalo de Estados Unidos al mundo, es el reglado de Dios a lahumanidad... Ponemos nuestra confianza en el Dios del amor".
Independientemente de que Sadam Husein sea o no un tirano, lo cierto es que, apoyado ¨¦l por Estados Unidos, combati¨® en contra de Ir¨¢n. Muy alarmante es que el presidente Bush, al que secundan los firmantes de la carta, llegue al extremo de involucrar a Dios y hable de "una guerra sagrada". En su desvar¨ªo ha proclamado adem¨¢s lo que un espa?ol como el presidente Aznar y millones de americanos (habitantes de Am¨¦rica) sabemos que es falso: eso de que "ejercemos el poder sin conquista y nos sacrificamos por la libertad de otros..." ?No fueron guerras de conquista las emprendidas en contra de los indios de cuyas tierras se apoderaron; en contra de M¨¦xico, al que arrebataron la mitad de su territorio, y en contra de Espa?a, a la que despojaron en 1898 de lo que a¨²n conservaba de su antiguo imperio?
A quienes no comulgamos con ruedas de molino nos queda al menos el recurso de invocar el canto que transcribe el Evangelio: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad". Anhelando esa paz, ser¨¢ locura emprender una guerra, aunque se llame "preventiva". Sensato, en cambio, es ponderar si no va a encenderse un fuego que ser¨¢ luego muy dif¨ªcil apagar. Por mi parte, quiero seguir creyendo que la Am¨¦rica nuestra es otra cosa.
Miguel Le¨®n-Portilla es director de la Academia Mexicana de la Historia y Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio.
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