Vigilancia celeste en los Estados Unidos
LA TECNOLOG?A NO ES NI BUENA, ni mala, ni neutra dice el sabio. El GPS (Global Positioning System), que permite saber en donde uno se encuentra gracias a una conexi¨®n con sat¨¦lites militares estadounidenses ofrece una ilustraci¨®n fehaciente de ello. Concebido para hacer la guerra con mayor precisi¨®n, fue puesto a disposici¨®n de los civiles para que encuentren su camino. Exploradores, marineros y turistas lo han experimentado con gusto. Pero uno de los usos m¨¢s comunes, en EEUU por lo menos, es la vigilancia por parte de la polic¨ªa de delincuentes potenciales o condenados. Aparte de ser eficaz, ahorra costes.
La polic¨ªa de varios estados usa coches-cebo dejados en la calle para atraer a ladrones que se dejan tentar por una oportunidad inesperada. No para ah¨ª. Una agencia de coches de alquiler ya trat¨® de cobrarle a un cliente por exceso de velocidad detectado por el GPS con el cual estaba equipado el autom¨®vil. Satellites Security Systems, una empresa de San Diego, California, vende su tecnolog¨ªa GlobalGuard a particulares que quieren recuperar su autom¨®vil en caso de robo.
"27 estados de EE UU utilizan el GPS para vigilar delincuentes puestos en libertad y reducir sus costes. Tambi¨¦n contribuye, dicen, a su rehabilitaci¨®n".
Tambi¨¦n puede servir para seguirle les pasos al c¨®nyuge. "Esperamos que sirva m¨¢s para asegurar su seguridad que para espiarse mutuamente", dice el presidente de la compa?¨ªa, John Phillips.
M¨¢s de la mitad de los estados de la Uni¨®n (por lo menos 27) utilizan el GPS para vigilar delincuentes puestos en libertad y reducir los costos de carcelaci¨®n. Tambi¨¦n contribuye, dicen algunos, a sus probabilidades de rehabilitaci¨®n. El 21 de enero Mark Sterk, sheriff de Spokane en el estado de Washington, declar¨® que lo pod¨ªa utilizar con delincuentes menores aun sin autorizaci¨®n del juez. Pam Roach, senadora del mismo estado lo quiere utilizar con delincuentes sexuales.
Un sin n¨²mero de empresas tienen inter¨¦s en este mercado prometedor en un pa¨ªs cuya poblaci¨®n carcelaria no deja de aumentar mientras el Gobierno recorta los impuestos. El aparato m¨¢s com¨²n se compone de una tobillera que el condenado tiene que llevar puesta en todo momento y de una cajita de dos kilos con diversos aparatos electr¨®nicos incluyendo un tel¨¦fono celular y un dispositivo GPS que transmite la posici¨®n del individuo a un sistema informativo centralizado.
Las autoridades pueden seguir sus desplazamientos y hasta poner rejas virtuales en la ciudad. Cuando un ped¨®filo, por ejemplo, se acerca a una escuela, la alarma suena. La cajita env¨ªa una se?al tambi¨¦n si el individuo se quita el brazalete. Pero no hay garant¨ªa absoluta. En diciembre de 1998, en el estado de Indiana, la alarma son¨® cuando Robert Hill se quit¨® el brazalete. Sin embargo, la lentitud policial le dej¨® todo el tiempo para ir a casa de Juanita, su ex mujer, y matarla antes de suicidarse. La culpa no fue del GPS.
Los grupos de defensa de las libertades civiles tienen una posici¨®n ambivalente al respecto. Ken Falk, miembro de la American Civil Liberties Union (ACLU) del estado de Indiana pudo declarar a prop¨®sito del uso creciente del dispositivo: "Esto no es nada m¨¢s que tener a un s¨²per oficial que siga la persona en libertad condicional en cada instante. No es m¨¢s que un sistema que asegura de manera m¨¢s eficaz que se cumplen con las ¨®rdenes de la Corte".
Pero tambi¨¦n quiere decir que un n¨²mero creciente de ciudadanos est¨¢ bajo vigilancia constante. El 15 de enero, la ACLU public¨® un informe titulado Monstruo mayor, cadenas menos pesadas: el crecimiento de una sociedad americana de vigilancia. Lo presenta en los siguientes t¨¦rminos: "Los americanos tienen que tomar distancia con el tamborileo de las historias diarias sobre privacidad para absorber la visi¨®n de conjunto: Estados Unidos est¨¢ corriendo el riesgo de transformarse en una verdadera sociedad de vigilancia. La visi¨®n que Orwell ten¨ªa de Big Brother es ahora, y por primera vez, tecnol¨®gicamente posible".
LOS LECTORES QUE quieran expresar su opini¨®n, comentar la actualidad del mundo de Internet, las telecomunicaciones o las nuevas tecnolog¨ªas; los que deseen difundir su propia p¨¢gina o recomendar aquella que les guste, pueden escribir por correo electr¨®nico a la direcci¨®n ciberpais@elpais.es. Los textos tienen que ser breves e incluir el nombre, la
direcci¨®n postal y el tel¨¦fono.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.