La triste figura
A juzgar por el tono monocorde, algo burocr¨¢tico, que emple¨®, podr¨ªa pensarse que Colin Powell no estaba muy convencido del ejercicio que le toc¨® en suerte, que sab¨ªa perfectamente de su esterilidad. Se le ve¨ªa tenso al entrar, saludando a gente sin apenas fijarse en quienes eran. Su rostro ten¨ªa un rictus grave y no lo movi¨® apenas, como si estuviese paralizado. El d¨ªa hab¨ªa empezado mal para ¨¦l, porque la BBC revel¨® un informe de los servicios secretos brit¨¢nicos que negaba cualquier relaci¨®n consistente entre Irak y Al Qaeda. Extra?a exclusiva en un momento inoportuno, que obliga a preguntarse si Tony Blair juega a confundir las cartas o si sus propios servicios de informaci¨®n han querido darle un aviso.
Fue precisamente al hablar de Al Qaeda, ya al final de su intervenci¨®n, cuando Powell subi¨® un poco el tono de su fraseo y puso mayor ¨¦nfasis en sus palabras. Powell present¨® al mundo al responsable de Al Qaeda en Irak, un tal Zarqwai, cosa que no fue novedad para los espa?oles porque minutos antes ya lo hab¨ªa citado Aznar, confirmando que la informaci¨®n circula con fluidez de Washington a Madrid. El organigrama que Powell mostr¨® para afirmar la colaboraci¨®n de Irak con el terrorismo no ten¨ªa el soporte de prueba alguna. En realidad, todo el discurso fue construido sobre la palabra de honor, algo que para tener los efectos deseados por la Administraci¨®n norteamericana requerir¨ªa una confianza en el Gobierno de Bush que en este momento no es moneda corriente.
Que Sadam Husein es un dictador sanguinario lo sabemos todos, que sus primeras v¨ªctimas son los propios iraqu¨ªes es una tr¨¢gica obviedad, que ha intentado e intentar¨¢ armarse, tambi¨¦n, y que se ha burlado de las resoluciones de Naciones Unidas es un hecho incontestable. Pero las pruebas que Powell aport¨® sobre el material qu¨ªmico y at¨®mico que el dictador tiene en este momento no s¨®lo no resistir¨ªan el m¨¢s m¨ªnimo garantismo judicial, sino que son irrelevantes para el sentido com¨²n. Y no pod¨ªa ser de otra manera. Si realmente EE UU supiera d¨®nde est¨¢n las armas de destrucci¨®n masiva de Irak no iban a decirlo en vigilias de la guerra. Si se trataba por tanto de demostrar con pruebas lo que viene repitiendo la Administraci¨®n de Bush, el ejercicio s¨®lo pod¨ªa ser in¨²til. Y lo ha sido. Su valor se reduce a su final: "Sadam Husein no ha aprovechado su ¨²ltima oportunidad", ha dicho Powell. Es decir, EE UU declara in¨²til la tarea de los inspectores y da por terminado el tiempo de la pol¨ªtica. Con tan poca argumentaci¨®n de fondo, no es extra?o que las posiciones de los miembros del Consejo de Seguridad apenas se hayan movido. Y que siga la batalla para ganar tiempo.
Escrib¨ªa recientemente Laurent Fabius que "la decisi¨®n de comprometer a su pa¨ªs en una guerra es la m¨¢s grave que puede tomar un jefe de Estado". Ante un hecho de este calibre no puede bastar un rosario de indicios: unas fotos y unos gr¨¢ficos que dicen lo que quien los interpreta quiere que digan. La presunci¨®n del armamento de que Sadam dispone no parece raz¨®n suficiente para lanzar una guerra si no se tienen pruebas manifiestas de una utilizaci¨®n inminente.
EE UU tiene que responder a tres preguntas: la efectividad en la lucha antiterrorista, la proporcionalidad y las consecuencias. Sadam era objetivo de Bush antes de su acceso al poder. El 11-S le permiti¨® reactivar este objetivo con la coartada del terrorismo, y as¨ª lo incluy¨® en el eje del mal. Pas¨® la guerra de Afganist¨¢n y tanto Bin Laden como el mul¨¢ Omar siguen en paradero desconocido. Si el ataque al coraz¨®n de la red ha tenido tan discretos resultados, ?de qu¨¦ sirve la guerra contra Irak para la lucha antiterrorista? Powell no lo ha dicho, porque probablemente no sirve de nada. La proporcionalidad: no ha habido ni parece que se espere un ataque de Irak contra ning¨²n pa¨ªs -diferencia fundamental respecto a 1991, que Aznar acostumbra a olvidar deliberadamente-. ?Cu¨¢l es el mal real, concreto, que se quiere evitar? ?Es un mal mayor que los que la guerra pueda provocar? Powell se limit¨® a reiterar la perversa inhumanidad de Sadam. En fin, ?qu¨¦ consecuencias tendr¨ªa la intervenci¨®n militar en una zona tan delicada? Esta pregunta ni siquiera entraba en el programa.
La libertad hay que defenderla y la ceguera sobre los peligros que la acechan ha ocasionado muchos desastres a la humanidad. Pero no parece que sea con una guerra que se desactiven las amenazas que vienen de Irak. La pol¨ªtica y la informaci¨®n tienen mucho que hacer y son los instrumentos m¨¢s adecuados para prevenir. La guerra ha de ser siempre excepcional y ante un ataque real o un grave riesgo inminente. De eso nada dijo Colin Powell, al que le toc¨® el papel de la triste figura. Otro mito que se evapora.
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