Y no paraban de embestir
Nunca se sabe cu¨¢ndo va a suceder el milagro. Por eso hay que estar presente tarde a tarde, siempre que sea posible, echarle afici¨®n y tener la curiosidad de un ni?o que pisa por primera vez un parque de atracciones. Si en esto de los toros se sigue dicha conseja, a lo mejor sucede que se asiste al milagro de ver a unos erales embestir sin descanso, algo que mantiene los ojos del espectador abiertos. Pues los de Majadales metieron el morro sin ninguna pena, y lucieron su peculiar pelaje de berrendos, calceteros, y estrellados o luceros de testud.
Pero tambi¨¦n fue el inter¨¦s de ver a tres alevines de torero, con tres cortes diferentes, la lecci¨®n todav¨ªa sin aprender y sin trucos en la manga.
Majadales/ L¨®pez, Garc¨ªa, Vilches
Erales de Los Majadales, de aceptable presentaci¨®n, encastados, y que dieron buen juego. Ismael L¨®pez: pinchazo hondo saliendo volteado, bajonazo (vuelta); dos pinchazos y estocada trasera (ovaci¨®n). Cayetano Garc¨ªa: pinchazo hondo sin cruzar perdiendo la muleta (saludos); espadazo perdiendo la muleta, estocada perdiendo la muleta (ovaci¨®n); Juanma Vilches: pinchazo hondo y dos descabellos (palmas); pinchazo hondo arriba saliendo volteado (oreja). Plaza de Valdemorillo, 6 de febrero. 3? de feria. M¨¢s de media entrada.
Por eso diremos que, aunque los novillos no tuvieron una r¨¦plica a la altura de su bravura, tampoco los diestros estuvieron del todo por debajo de ellos, ya que les plantaron cara y fueron sinceros con su arte.
Ismael L¨®pez, de muy buenas hechuras, lance¨® a su primero con limpieza en el saludo, y el trasteo de muleta tuvo principio, desarrollo y fin, con una concepci¨®n cl¨¢sica del arte de torear. Se acopl¨® mejor por el pit¨®n izquierdo, por donde sac¨® una serie reunida con aceptable sentido del temple. En el cuarto recibi¨® de capote en ver¨®nicas de trazo suave, mecidas por el pit¨®n derecho, la planta erguida y natural la composici¨®n del lance como un arroyo claro. Se dobl¨® con empaque, lucidez y hondura, en el comienzo de faena de muleta, que a la postre fue intermitente. Sufri¨® una voltereta sin consecuencias y el premio, una ovaci¨®n, le tuvo que saber a poco. Debi¨® estar mejor.
Cayetano Garc¨ªa realiz¨® dos faenas similares en sus dos novillos. Las dos basadas en la quietud, el muletazo en corto y una verticalidad testadura. Por su t¨¦cnica, a¨²n en nebulosa, sufri¨® vari¨®s achuchones y alguna voltereta. Pero nunca desisti¨® de ponerse delante, de quedarse tieso tal que una encina que se nos antoja ensimismada, pasarse a los erales por la taleguilla, girar las zapatillas y ofrecer el trapo rojo.
Juanma Vilches intent¨® cuanto sab¨ªa hacer en su primero, al que dio lances variados y muletazos de casi todas las marcas reconocidas. En medio de ese solecillo de invierno que no poco alegraba al paisanaje. Y en el sexto, Vilches, que se encontr¨® ante el eral m¨¢s encastado del encierro, se meti¨® poco a poco en faena y, cuando baj¨® la mano, se pod¨ªa apreciar c¨®mo humillaba el de los Majadales, y los tendidos coreaban esos pases voluntariosos. Entr¨® a matar con fervor, se llev¨® una dura voltereta, y cay¨® en sus manos la primera oreja de la feria. Alguna vez tiene que ser la primera, se dir¨ªa la presidencia.
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