Contin¨²a la invasi¨®n norteamericana
En los astron¨®micos tinglados del negocio del cine se da la paradoja de que las ¨²nicas cuentas que nunca fallan son las de la vieja. Bastan los dedos de una mano para atrapar de forma irrefutable la l¨®gica de los enrevesados libros de cuentas de un festival que, como ¨¦ste, alcanza audiencia mundial y que, por ello, cada minuto de sus escaparates de lujo vale su peso en diamante. El relumbr¨®n de la gala inaugural fue ocupado por una pel¨ªcula norteamericana, Chicago; y las dos sesiones de m¨¢xima repercusi¨®n medi¨¢tica, que son las de anteayer (viernes) y de ayer (s¨¢bado) han beneficiado a sendas pel¨ªculas norteamericanas, La vida de David Gale y Adaptation.
Si esto se a?ade que dos pel¨ªculas de George Clooney ocupan horas punteras de hoy y que el lunes, que es cuando bruscamente bajan las audiencias, el cine norteamericano desaparece para volver a aparecer con Los gangs de Nueva York el d¨ªa y la hora de m¨¢xima irradiaci¨®n del festival, que es el pr¨®ximo s¨¢bado en la sesi¨®n de clausura y entrega de premios, el sentido de este reparto es de una casi c¨®mica evidencia, pues resulta que todas las horas y d¨ªas de mayor valor se las embolsa por entero el cine norteamericano. Y de ah¨ª viene que entre en la l¨®gica de las cosas que Jack Valenti, jefe de Hollywood, que siempre ha presumido de ignorar a los festivales europeos, haya dicho a una revista cinematogr¨¢fica que quiere venir a darse una vuelta por aqu¨ª.
En los cuatro primeros d¨ªas de esta Berlinale han volado hasta aqu¨ª Richard Gere, Catherine Zeta-Jones, Rob Marshall, Ren¨¦e Zellweger, Alan Parker, Kevin Spacey, Charlie Kaufman, Spike Jonze, Steven Soderbergh, Ulrich Tukur, Nicolas Cage, John C. Reilly, Laura Linney y hoy se espera -aunque parece demasiado esperar- a Meryl Streep, Nicole Kidman y Julianne Moore. Son una tacada de casi 20 nombres identificadores del cine norteamericano, a los que ayer se uni¨®n George Clooney, protogonista de Solaris y hoy de nuevo en la alfombra roja de las celebridades con su primer trabajo de direcci¨®n, Confesiones de una mente peligrosa.
Pero no es esta perfumada invasi¨®n lo realmente grave, lo verdaderamente inquietante, porque a nadie le molesta sentirse invadido por gente tan inteligente y guapa. Lo grave es que las pel¨ªculas que sus productores les obligan a hacer y luego les encargan vendernos, y con las que sus socios de aqu¨ª expulsan al silencio y al anonimato a buenos filmes de otros pa¨ªses, son obras sabidas y sin empuje, que muy poco o nada aportan al cine salvo una riqueza de medios destinada a encubrir la pobreza imaginativa que las hiere mortalmente por dentro. Esto es lo que ocurre a Solaris, del cada vez m¨¢s rutinario Steven Soderbergh; y a Adaptation, confusa y aparatosa segunda pel¨ªcula de Spike Jonze, un campe¨®n del miniaturismo que a¨²n no domina el largometraje y satura el celuloide con recursos musicales y visuales de escasa capacidad para crear tensiones dram¨¢ticas.
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