El 'show' del Mono Burgos

Fue el partido de Germ¨¢n Burgos, del Mono. Se apoder¨® de ¨¦l con sus portentosas paradas, con su majestuosa frialdad en los mano a mano frente al delantero enemigo. Y tambi¨¦n con su error, con una cantada impensable que disfraz¨® de gol un centro inofensivo. Le neg¨® al Sevilla todas sus ocasiones, much¨ªsimas. Y le regal¨® un tanto -el bal¨®n no lleg¨® a entrar del todo, pero ese matiz no disculpa su fallo- justo en la ¨²nica jugada en la que no lo hab¨ªa pedido. El Atl¨¦tico, en todo caso, no puede echarle en cara nada a su portero. S¨®lo gracias a ¨¦l acab¨® de pie una sesi¨®n que su estructura defensiva le hab¨ªa condenado a terminar en el suelo.

Ya en el primer tiempo todo oli¨® a peligro en el S¨¢nchez Piz-ju¨¢n. No importaba la naturaleza de los ataques, ni su est¨¦tica, ni su profundidad. Encerraban riesgo en todos los casos, en una porter¨ªa y en la otra. No hab¨ªa juego, ni combate del bueno en el centro del campo, ni una inteligencia soberana en los metros de la verdad. No, no hab¨ªa demasiado partido, pero s¨ª defensas calamitosas, especialmente la rojiblanca. Y as¨ª las ocasiones volaban a todo trapo de un lado a otro. El duelo, simplemente por la hiperactividad de los porteros, se antojaba trepidante.

Del cruce de oportunidades del primer periodo sali¨® agrandado Germ¨¢n Burgos, el Mono, que dio un curso de c¨®mo se debe plantar un portero en los mano a mano frente al delantero, que ense?¨® las ventajas que en esos lances tiene el aguantar. Otero, Coloccini e Hibic le castigaron a una intensa sesi¨®n de trabajo, tambi¨¦n la indiferencia de los que deb¨ªan cerrar espacios unos metros por delante. Pero el Mono reaccion¨® con una serenidad insultante, como si esperara pl¨¢cidamente las llegadas enemigas con un cigarrillo entre los dedos.

El Sevilla no le daba muchas vueltas a la cabeza. Escog¨ªa un f¨²tbol directo y frontal, lleno de pases largos desde la defensa, y el Atl¨¦tico se atragantaba. Reyes lo descos¨ªa por velocidad y recortes, y tanto Gallardo y Toedtli como Fredi acompa?aban el paseo. Pero todas las puertas que les abr¨ªan de par en par los defensas se las cerraba a cal y canto el Mono Burgos.

El Atl¨¦tico tambi¨¦n hac¨ªa ruido arriba. Echaba de menos a Torres y Jos¨¦ Mari, pero, tambi¨¦n sin necesidad de brillar en el tr¨¢mite, se plantaba con cierta comodidad ante Notario. Correa y Luis Garc¨ªa hac¨ªan agujeros en la zaga local sin recurrir a los arabescos y Javi Moreno, muy suelto, lo perdonaba todo. Parec¨ªa equilibrado el duelo. Malo en la elaboraci¨®n, desastroso en defensa, pero intenso en ocasiones.

La segunda mitad, aunque naci¨® con color rojiblanco, gir¨® en seco del lado sevillista. Encontr¨® el gol el Atl¨¦tico a la salida de una falta y, de pronto, cay¨® fulminado. Se tir¨® atr¨¢s y sigui¨® temblando en el despeje, achicando mal y quitando peor. Y sigui¨® protegido milagrosamente por Burgos, el tranquilo.

Luego, el meta argentino se columpi¨® en un lance intrascendente y el linier le castig¨® con un gol que no lo era del todo. Y el Atl¨¦tico se derrumb¨®. Pero no su portero, precisamente el supuesto culpable del empate. Impermeable al error, Burgos sigui¨® entero y sereno en el partido, con los nervios en el bolsillo del pantal¨®n, poni¨¦ndole una sonrisa tanto a sus incontables aciertos como a su ¨²nico error. Dejando sobre el Pizju¨¢n una jugosa paradoja: a medida que relativiz¨® el f¨²tbol y el marcador, que interpret¨® cada suceso como propio de un simple juego, su figura se magnific¨®.

En pleno acoso del Sevilla, en una lluvia de llegadas durante 15 minutos, el Mono Burgos fue el mejor portero del mundo. Le puso una mano a un remate inalcanzable de Anto?ito y aguant¨® con los pies en tierra, comi¨¦ndole terreno al delantero, achic¨¢ndole, en cada arre¨®n en forma de uno contra uno. Dej¨® vivo al Atl¨¦tico.

Fue la expulsi¨®n de Reyes (m. 70) la que puso fin al vendaval. El Sevilla tirit¨® en inferioridad y se repleg¨®. El Atl¨¦tico volvi¨® a respirar, pero no supo traducir en ocasiones su ventaja y acept¨® el empate. El resultado que dict¨® Germ¨¢n Burgos, el Mono, el rey absoluto del partido.