Par¨ªs recibe la l¨®gica y el humor del pintor Ren¨¦ Magritte en una gran retrospectiva
El Jeu de Paume exhibe m¨¢s de 100 obras del artista belga, figura clave del surrealismo
"No soy un artista, sino un hombre que piensa", se defin¨ªa Ren¨¦ Magritte y se autorretrataba de escorzo, pintando un p¨¢jaro con las alas desplegadas mientras su mirada observa con atenci¨®n un huevo. La tela, de 1936, lleva por t¨ªtulo La clairvoyance (La clarividencia) y es un ejemplo de la l¨®gica y del humor de Ren¨¦ Magritte. Par¨ªs le rinde ahora un gran homenaje con una retrospectiva en el Jeu de Paume,con un centenar de pinturas, unas pocas esculturas, fotograf¨ªas y filmes del hombre que m¨¢s ha hecho por el sombrero hongo. Estar¨¢ abierta hasta el 9 de junio.
La especificidad de esta retrospectiva respecto a otras muchas dedicadas a un pintor pirateado por los creativos de las agencias publicitarias reposa en la voluntad de poner a Magritte en contacto con otros artistas. No se trata de insistir en sus afinidades con De Chirico -de ¨¦l mantiene el inter¨¦s por el enigma m¨¢s que por lo imprevisible de los sue?os- o de hacer un inventario de sus puntos de contacto con Dal¨ª.
Para el comisario de la exposici¨®n, Daniel Abadie, es importante subrayar, "adem¨¢s del car¨¢cter met¨®dico empleado por Magritte para escrutar la realidad", su enorme influencia sobre artistas como Rauschenberg, Oldenburg, Rosenquist, Jasper Johns, Kosuth, Richter, Broodthaers o Warhol, es decir, sobre algunas de las grandes figuras del arte de la segunda mitad del siglo XX.
Abadie constata la obsesi¨®n repetitiva de panes u hombrecillos con paraguas, abrigo y sombrero hongo, y la asocia a la multiplicaci¨®n sistem¨¢tica que Warhol hace de ciertos motivos; el cuestionamiento del lenguaje -visual y escrito- fundamental en Magritte, es motivo de inspiraci¨®n para un Jasper John que no en vano adquiri¨® para su colecci¨®n particular La cl¨¦ des songes.
Rechazo del estilo
M¨¢s sorprendente es la relaci¨®n de filiaci¨®n que Abadie establece entre el belga y Gerhard Richter, sin duda marcada por los periodos impresionista y vache (malvado o gamberro) que Magritte atraviesa durante la II Guerra Mundial, cuando rompe con su estilo y su iconograf¨ªa, cuando sus telas dejan de ser reconocibles como suyas. Richter ha hecho del rechazo del estilo una opci¨®n est¨¦tica y una postura moral. Nacido en B¨¦lgica en 1898, hu¨¦rfano desde 1912 -su madre se tir¨® a un r¨ªo y su recuerdo aparece en muchas de sus telas a trav¨¦s de cuerpos humanos cubiertos por una s¨¢bana-, Ren¨¦ Magritte vivi¨® toda su vida en su peque?o pa¨ªs excepto los tres a?os -1927-1929- en que se instal¨® con su esposa Georgette en Par¨ªs. El abandono de la capital francesa hay que relacionarlo tanto con la crisis de 1929, que hunde tambi¨¦n el mercado del arte, como con un primer enfrentamiento con Andr¨¦ Breton, que atac¨® a Georgette por el hecho de que llevara colgado del cuello un peque?o crucifijo.
La exposici¨®n se interesa por el entusiasmo del artista hacia el cine, pero m¨¢s a¨²n por poner de relieve la mec¨¢nica magrittiana de la repetici¨®n. "No hago el mismo cuadro sino que intento mejorarlo", dec¨ªa el pintor. Y por primera vez podemos ver tres versiones en gran formato de L'empire des lumi¨¨res (El imperio de las luces), de 1953, 1954 y 1961, y descubrir las distintas soluciones empleadas para abordar un tema id¨¦ntico. Los zapatos que se transforman en pies, los paisajes que se integran a una tela, las cortinas enmarcando la representaci¨®n, las nubes que se suceden en un cielo infinito y ciertos objetos -el tromb¨®n, el le¨®n, la mesa de billar, la barra de pan voladora, la escultura sin cabeza ni brazos ni piernas- aparecen una y otra vez en una obra que se muestra desde ayer en Par¨ªs, al mismo tiempo que las librer¨ªas acogen una nueva traducci¨®n, parece que muy mejorada, de La interpretaci¨®n de los sue?os, de Freud. Es un azar que sin duda habr¨ªa hecho feliz a Magritte.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.