El ¨¦xtasis y la aprensi¨®n del hombre ante la m¨¢quina
LAS M?QUINAS ESTABAN POR TODAS PARTES. Engranajes, ruedas y tornillos. Todo funcionando a la perfecci¨®n... ?o casi! El hombre, convertido en un objeto impersonal, es un elemento m¨¢s de la cadena. S¨®lo existe para trabajar de forma r¨¢pida y repetitiva. En el periodo entre guerras, el mundo conoce un renovado entusiasmo por la ciencia y la tecnolog¨ªa. Fascinaci¨®n e inter¨¦s, pero tambi¨¦n aprensi¨®n por las m¨¢quinas y la tecnolog¨ªa moderna impregnaron muchas pel¨ªculas de esta ¨¦poca.
Filmes que exploran, en clave c¨®mica, por lo general, los cambios que en los planos pol¨ªtico, econ¨®mico y social se estaban produciendo. Los excesos de las ideas de Henry Ford y los nuevos procesos de organizaci¨®n industrial, incluida la implantaci¨®n de la cadena de montaje, y el taylorismo y la modificaci¨®n del trabajo individual, son algunos de los elementos que conforman el filme Tiempos modernos (Modern Times, 1936), de Charlie Chaplin. Para muchos, junto a El gran dictador, su mejor pel¨ªcula.
El filme presenta los efectos sobre el individuo de la cadena de montaje y de ciertos estudios sobre el tiempo y el movimiento que se supon¨ªa que produc¨ªan un trabajo m¨¢s eficiente. Charlot, el peque?o vagabundo, sometido al trabajo alienante y repetitivo de apretar tuercas en una f¨¢brica de ¨²ltima generaci¨®n, no puede dejar de mover sus brazos y desarrolla una enfermedad moderna: el tic fabril.
La m¨¢quina alimentadora, ideada para mantener al empleado en su puesto de trabajo durante la hora de la comida (un invento del tebeo), resulta ser un completo fiasco y sume a¨²n m¨¢s a nuestro hombre en un profundo colapso psicol¨®gico. Charlot, trastocado, alienado y subversivo, incapaz de adaptarse a los tiempos modernos, dar¨¢, una y otra vez, con sus huesos en la c¨¢rcel.
Ir¨®nicamente, el ¨²nico lugar del mundo moderno donde puede encontrar paz y tranquilidad y donde, adem¨¢s de a malhechores, se suele encerrar a los disidentes del sistema. En escenas antol¨®gicas Chaplin muestra, con su vena c¨®mica caracter¨ªstica aunque con crudeza, no lo que la vida podr¨ªa llegar a ser en una sociedad tecnificada, sino algo que ya estaba pasando.
En pleno ¨¦xtasis fabril, Charlot es engullido por la m¨¢quina y pasa a ser un elemento m¨¢s de los engranajes. Podemos verle, enloquecido, apretando tuercas y tornillos a diestro y siniestro mientras se desplaza, cual gui?apo, por las entra?as mec¨¢nicas.
En un texto cl¨¢sico de f¨ªsica (Tipler) se apunta la dificultad de nuestro hombre para emplear una herramienta, la llave inglesa, tal como lo hace. Efectivamente, al observar con atenci¨®n el fotograma se ve a Charlot empu?ando sendas llaves inglesas no por su extremo, como ser¨ªa lo suyo, sino por la mitad del mango.
Como es conocido, para conseguir que un objeto gire es necesaria la aplicaci¨®n de una fuerza en una direcci¨®n determinada en un punto que no sea el de sujeci¨®n. Por ejemplo, para abrir una puerta, hay que ejercer una fuerza en alg¨²n punto diferente al de sujeci¨®n al marco y perpendicularmente a su superficie. Aunque la fuerza puede aplicarse en cualquier punto, excluido el citado, resultar¨¢ m¨¢s eficiente (si el objetivo es abrirla o cerrarla), es decir, costar¨¢ menos, si se ejerce en el extremo. El producto de la fuerza aplicada por la distancia perpendicular entre la l¨ªnea sobre la que act¨²a (l¨ªnea de acci¨®n) y el eje respecto del cual gira, denominado brazo de palanca de la fuerza, se llama momento de la fuerza.
El momento de la fuerza realizada por la llave inglesa sobre el tornillo es proporcional a la fuerza y al brazo de palanca. Chaplin podr¨ªa realizar un momento mayor si cogiese la llave inglesa m¨¢s cerca del extremo. Claro que no se lo vamos a tener en cuenta, ido como est¨¢.
Qu¨¦ f¨¢cil, aparentemente, resultan ciertas tareas y cu¨¢n dif¨ªciles se tornan. ?Qu¨¦ clase de palanca habr¨¢ que utilizar para rescatar la raz¨®n que parecen haber perdido nuestros gobernantes? Ay, si el peque?o vagabundo levantase la cabeza. Guerra... ?no, gracias!
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