Reflexiones para una espera
Seguimos empantanados en esta tensa vigilia internacional que recuerda, en cierto modo, la dr?le de guerre, aquella extra?a quietud imperante en el frente occidental entre el oto?o de 1939 y la primavera de 1940; s¨®lo que si entonces, con la guerra ya declarada, a bastantes les parec¨ªa a¨²n posible evitar el choque armado, hoy, con la guerra todav¨ªa sin declarar, se nos antoja a muchos que la conflagraci¨®n es inexorable. Y mientras se prolonga la vela de armas, van haciendo estragos la guerra de papel, las grandes maniobras propagand¨ªsticas, las campa?as, las consignas y las intoxicaciones, y much¨ªsimos miles de personas se disponen a salir ma?ana a las calles en sentida y honrosa movilizaci¨®n pacifista. El escenario deja poco margen para la reflexi¨®n fr¨ªa, pero no por ello tenemos que dejar de intentarla.
Despu¨¦s de bastantes d¨ªas de aparecer medi¨¢ticamente acorralado por los abucheos y las pullas de actores, maniqu¨ªes y estudiantes, el Gobierno del Partido Popular ha puesto en marcha una contraofensiva publicitaria con todos los recursos disponibles, que son muchos: documental sobre el "bioterrorismo" en el prime time de Televisi¨®n Espa?ola el martes; entrevista al jefe del Ejecutivo en la "cadena amiga" el jueves; comparecencias ministeriales cotidianas por tierra, mar y aire; distribuci¨®n masiva de folletos... Hay que decir que no lo tienen f¨¢cil, porque la persuasi¨®n pedag¨®gica de los indiferentes y los hostiles ha sido siempre la gran asignatura pendiente de un aznarismo desde?oso y altanero, y tambi¨¦n porque el confuso y dividido panorama europeo ante la crisis complica mucho el anclaje internacional de la postura espa?ola y refuerza en alto grado la caricatura de Aznar como el pajecillo que sostiene la capa del emperador.
De todos modos, ser¨ªa prudente no dejarse deslumbrar demasiado por el fervor neopacifista de l¨ªderes europeos como Jacques Chirac. No s¨®lo por sus antecedentes (pruebas nucleares en la Polinesia, desastrosas injerencias neocoloniales en el ?frica negra...), sino sobre todo porque nada nos garantiza que la actual firmeza del inquilino del El¨ªseo ante el belicismo norteamericano no sea un mero subterfugio para encarecer el precio del voto de calidad franc¨¦s en el Consejo de Seguridad y, llegada la hora decisiva, vender al alza una abstenci¨®n -por ejemplo- a cambio de que en el Irak post-Husein los intereses petroleros de Francia (TotalFinaElf) sean debidamente respetados. En cuanto a Vlad¨ªmir Putin, la catadura de su pacifismo no necesita ser subrayada: la certifican decenas de miles de cad¨¢veres chechenos, la avalan las conexiones entre los boyardos energ¨¦ticos del Kremlin y el r¨¦gimen de Bagdad, y la corrobora el comprensible inter¨¦s de Mosc¨² por prolongar la tensi¨®n y la incertidumbre actuales lo m¨¢s posible; mientras el mundo est¨¦ en vilo, el petr¨®leo ruso no bajar¨¢ de los 30 d¨®lares el barril...
Pero volvamos a este lado de los Pirineos. A la vista de unos sondeos que sit¨²an el rechazo de los espa?oles a una guerra contra Irak por encima del 90% y recogen el 65% de oposici¨®n incluso si el ataque tuviese el respaldo de la ONU, ?a qu¨¦ pol¨ªtico no le tiemblan las piernas o se le hace la boca agua? Seg¨²n parece, s¨®lo a Aznar, que se cree poseedor de la verdad y, adem¨¢s, no tiene que pasar de nuevo por las urnas (excepto en Bilbao, y all¨ª la guerra es otra...). Decir que la rotundidad del paisaje demosc¨®pico ha arrastrado a Coalici¨®n Canaria, al Partido Socialista, incluso a Converg¨¨ncia i Uni¨® -pese a las reservas de Pujol- me parece una certificaci¨®n de lo obvio. Cabe preguntarse, con todo, si el PSOE no se ha dejado arrastrar demasiado lejos; tras o¨ªr a Jes¨²s Caldera asegurando que su partido "continuar¨¢ oponi¨¦ndose a la guerra haya o no haya una nueva resoluci¨®n de Naciones Unidas" y a Rodr¨ªguez Zapatero afirmando que, aun avalado por el Consejo de Seguridad, un ataque contra Irak ser¨ªa "ileg¨ªtimo", ?cu¨¢l es la diferencia ante esta crisis entre la posici¨®n del PSOE y la de Izquierda Unida? ?Han calibrado en la madrile?a calle de Ferraz -y en la barcelonesa calle de C¨°rsega, sede central de CiU- que el ir multiplicando las inspecciones y dilatando los plazos, con exclusi¨®n expl¨ªcita del uso de la fuerza, equivale a dar garant¨ªa de impunidad y patente de corso tanto a Sadam Husein como a sus posibles ¨¦mulos?
Es curioso, por otra parte, c¨®mo las izquierdas y los dem¨®cratas espa?oles y catalanes en general parecen haber olvidado su propia historia. En concreto, el cap¨ªtulo comprendido entre 1945 y 1948, cuando, tanto desde el exilio como en el interior, socialistas, comunistas y nacionalistas perif¨¦ricos maniobraban y suspiraban por una intervenci¨®n armada internacional que, bendecida por la entonces flamante ONU, arrojase del poder al dictador Franco y a su sangriento r¨¦gimen fascistoide. Una intervenci¨®n que hubiera sido m¨¢s o menos cruenta pero que, al ser abortada por el engranaje de la guerra fr¨ªa, nos conden¨® a tres d¨¦cadas m¨¢s de despotismo. Pues bien, al parecer lo que era bueno para los espa?oles sojuzgados de 1945 no lo es para los iraqu¨ªes oprimidos de 2003. Porque estamos todos de acuerdo en que viven oprimidos. ?O no?
De lo apuntado hasta aqu¨ª no debe inferirse por mi parte entusiasmo guerrero alguno. En absoluto. S¨®lo un modesto deseo de enfatizar, en estos tiempos maniqueos, la complejidad del escenario, de la trama y de los intereses interactuantes, y ganas de decir que si el unilateralismo es malo, tambi¨¦n lo es el impunismo. Puesto a enrolarme tras alguna pancarta, la que menos me disgusta es la de Marco Panella y los radicales italianos: ?guerra no, pero Sadam Husein fuera!
Joan B. Culla i Clar¨¤ es profesor de Historia Contempor¨¢nea de la UAB.
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