Devoradores de pantallas
Tiene su trabajo en A prop¨®sito de Schmidt tanto empuje y recorre la pel¨ªcula un itinerario f¨ªsico y mental tan lleno de escollos, dificultades y pruebas de fuerza, que se tiene la tentaci¨®n de ver esta buena pel¨ªcula s¨®lo a trav¨¦s de Jack Nicholson, como si fuera exclusivamente suya, cuando lo cierto es que al final surge un choque bastante equilibrado de talentos, pues al genio interpretativo de Nicholson le sale al paso, y le obliga a someterse al rasero de un estricto t¨² a t¨² durante la media hora final, el genio de la inmensa Kathy Bates.
El choque entre ambos geniales depredadores de pantallas es inolvidable, una de esas descargas de electricidad imaginaria y de despliegue del arte de la r¨¦plica que hacen del cine un suntuoso ring. No tiene la anchura de despliegue de, para entendernos, el choque de trenes locos que se produce entre Cary Grant y Katharine Hepbrun en La fiera de mi ni?a, pero se le acerca porque hay por parte de ambos contendientes un exquisito uso de la exageraci¨®n y una gracia tan natural que parece no buscada, sino encontrada. Son dos due?os del secreto de la abundancia y de los mecanismos de la sobreactuaci¨®n quienes se enfrentan y, en vez de la desmesura en que son reyes, eligen como arma la mesura, en la que son eternos aprendices. Debe sin duda mediar entre ambos mucho respeto mutuo para que ocurra en personalidades tan voraces este humilde acuerdo de renuncias.
A PROP?SITO DE SCHMIDT
Director: Alexander Payne. Int¨¦rpretes: Jack Nicholson, Hope Davis, Dermont Mulroney y Kathy Bates. G¨¦nero: Comedia. EE UU, 2002. Duraci¨®n: 125 minutos.
En el caso de Nicholson no parece un acuerdo dif¨ªcil, porque desde que comienza la pel¨ªcula es toda suya, y cuenta con muchos personajes muleta para desplegar su estrategia y su instinto en una sucesi¨®n de silencios, mon¨®logos y di¨¢logos muy variada y propicia para el lucimiento. No encuentra oposici¨®n a su dominio de la pantalla m¨¢s que cuando, mediada la pel¨ªcula, Nicholson ha de v¨¦rselas con Kathy Bates, que es una colega superdotada, pero no s¨®lo con una temible bater¨ªa de recursos, sino tambi¨¦n con fulminante capacidad para frenarse y por tanto para frenar a cualquier furia desatada de protagonismo que se le ponga enfrente. Como se sabe que esta furia es el pie del que cojea precisamente Nicholson, resulta precioso ver con qu¨¦ elegancia el actor cede territorio a la actriz y acepta el juego de un t¨² a t¨² que hace subir el filme del mon¨®logo con muletas que era al principio al verdadero di¨¢logo, del cine elemental del arranque al cine complejo del final.
Es A prop¨®sito de Schmidt un relato itinerante, una pel¨ªcula rara, que a veces agolpa momentos amargos detr¨¢s de momentos dulces. Pero lo cierto es que Nicholson borda a unos y a otros en un arrollador vaiv¨¦n de m¨¢scaras y transfiguraciones que ejecuta con portentoso dominio de su oficio. Seguirle en su viaje es viajar al fondo de la antigua sabidur¨ªa del c¨®mico.
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