Un frente antiguerra sobre un mar de petr¨®leo
Irak flota sobre un mar de petr¨®leo. Su reserva, estimada en 112.000 millones de barriles, supone la segunda mayor reserva del mundo. El r¨¦gimen de Sadam Husein rompi¨® la hegemon¨ªa anglosajona sobre el sistema de explotaci¨®n en 1972, y a partir de entonces Francia y Rusia se apresuraron a ocupar las vacantes. Junto con China -tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas-, son los pa¨ªses que cuentan con mayores intereses petroleros en Irak.
Claro que tambi¨¦n los tienen Espa?a e Italia, y, sin embargo, los Gobiernos de estos pa¨ªses han escogido la v¨ªa de apoyar incondicionalmente a Estados Unidos. En el Irak de despu¨¦s de Sadam Husein, las infraestructuras petroleras (pozos, oleoductos, refiner¨ªas) habr¨¢n de ser reconstruidas. El d¨ªa en que Irak deje de estar bajo la losa de las sanciones impuestas por Naciones Unidas y pueda producir ocho millones de barriles diarios, por ejemplo, en vez de los 2,5 actuales, el mercado mundial cambiar¨¢ sensiblemente.
La obsesi¨®n de Chirac es la de no permitir que se consolide el principio de que un solo pa¨ªs pueda arrogarse la capacidad de arbitrar todo el planeta
"La instalaci¨®n de un Gobierno proamericano en Bagdad ser¨ªa pan bendito para los intereses petroleros estadounidenses", afirma Georges Malbrunot, autor de una documentada biograf¨ªa francesa sobre Sadam Husein. Los dirigentes que se han alineado incondicionalmente con George W. Bush pueden esperar que se les tenga en cuenta a la hora del reparto; evidentemente, aquellos que han escogido otro camino probablemente no aguardan nada sustancial del amigo norteamericano.
Frente al discurso de Washington, las autoridades francesas se han instalado en el terreno de la ley. "La legalidad internacional es esencial si queremos tener un m¨ªnimo de estabilidad. A partir del momento en que un pa¨ªs se salta esa legalidad internacional, no hay argumentos para evitar que otro lo haga", afirma el jefe del Estado franc¨¦s, Jacques Chirac.
Petroleras francesas
Apenas se maneja el argumento de los intereses que hay detr¨¢s de una decisi¨®n pol¨ªtica, pero no cabe duda de que el frente organizado por Francia contra la guerra cuenta con unos intereses nada desde?ables, como los belicistas tienen los suyos. Par¨ªs est¨¢ decidido a dificultar, si no puede impedirlo, una hegemon¨ªa estadounidense en Oriente Pr¨®ximo. El grupo petrolero franc¨¦s TotalFinaElf y el ruso Loukhoil son s¨®lo dos de las 40 empresas que, seg¨²n el diario Le Monde, mantienen contactos con Bagdad para explotar las reservas de crudo de este pa¨ªs: porque esos dos grupos tienen opciones sobre una cuarta parte de las cuantiosas reservas de petr¨®leo identificadas en Irak.
Los franceses saben que de nada les sirvi¨®, a estos efectos, sumarse a ¨²ltima hora a la coalici¨®n dirigida por Estados Unidos para expulsar a los iraqu¨ªes de Kuwait, en 1991. Ni el Estado franc¨¦s, ni las empresas francesas obtuvieron m¨¢s contratos o alcanzaron mayor influencia por ello. Y si el ataque de 1991 parec¨ªa jur¨ªdicamente m¨¢s s¨®lido -expulsar a un invasor de un pa¨ªs ocupado-, la obsesi¨®n de Chirac y de sus consejeros es la de no permitir que se consolide el principio de que un solo pa¨ªs, en este caso Estados Unidos, pueda arrogarse la capacidad de arbitrar sobre todo el planeta.
El problema de la estrategia del presidente franc¨¦s es que esta crisis le coge sin tiempo para avanzar m¨¢s en la institucionalizaci¨®n de una nueva Uni¨®n Europea. Chirac us¨® la celebraci¨®n de los 40 a?os de amistad franco-alemana como la palanca perfecta para oponerse a la "hiperpotencia" estadounidense y lanzar el mensaje al orbe de que Francia y Alemania se opon¨ªan a la guerra, una idea que trataba de arrastrar la de que eso implica la oposici¨®n de Europa.
?Se trataba de quemar etapas en la estrategia de crear una "diplomacia europea com¨²n"; un primer paso de una Europa que ser¨ªa mucho m¨¢s cre¨ªble que la antigua URSS como polo mundial? El problema de Chirac es que los principales aliados europeos de Washington han torpedeado esa iniciativa a las primeras de cambio, gracias a la famosa Carta de los Ocho. El presidente franc¨¦s no habla con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar desde entonces. Y si se comunica con Tony Blair es porque intenta preservar un important¨ªsimo proyecto de rearme militar a largo plazo, que importa a sectores vitales de las industrias de sus respectivos pa¨ªses.
A partir de la Carta de los Ocho, Chirac no ha dejado de mover sus influencias entre el resto de los pa¨ªses miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, buscando apoyos a la tesis de retrasar la guerra y encerrar a Sadam Husein en una malla de inspecciones cada vez m¨¢s estrecha, que satisfaga las exigencias de desarme planteadas por el conjunto de la comunidad internacional, sin ceder a las prisas estadounidenses por liquidarle militarmente. Una buena jugada de Chirac ha sido atraer a sus posiciones a Vlad¨ªmir Putin, aunque pocos apuestan por la solidez de un pacto ruso-franc¨¦s hasta el final.
Momento preciso
El momento elegido por Chirac y sus consejeros no ha sido malo. Est¨¢n utilizando la estabilidad pol¨ªtica de Francia, tras las elecciones presidenciales y legislativas del a?o pasado, como palanca para encaramarse a la cabeza del proyecto europeo. Y para ello se aprovechan de la inestabilidad de sus vecinos m¨¢s poderosos: Tony Blair se encuentra en niveles ¨ªnfimos de popularidad; Gerard Schr?eder ha salido muy debilitado de las elecciones y la coalici¨®n rojiverde mantiene relaciones tormentosas; Silvio Berlusconi carece de prestigio; Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y su Gobierno se ver¨¢n muy pronto ante la prueba de las urnas. A diferencia de todos ellos, Chirac se juega poco m¨¢s que su lugar en la historia.
Tras un primer mandato presidencial gafado por una serie de desastres, y salpimentado de sospechas de corrupci¨®n, la posici¨®n de Chirac contra la guerra de Irak cuenta con un enorme respaldo en el interior de su pa¨ªs y coincide con un ampl¨ªsimo esp¨ªritu pacifista en la opini¨®n p¨²blica europea. No obstante, desde los chistes del brit¨¢nico Sun -"?Qu¨¦ es un grupo de 100.000 personas con los brazos en alto?". Respuesta: "El Ej¨¦rcito franc¨¦s"-, hasta los reportajes sobre cementerios de Normand¨ªa llenos de muertos estadounidenses por Francia, la violenta reacci¨®n de la prensa anglosajona hace mella en la moral de los franceses, temerosos de encontrarse ante un conflicto mucho m¨¢s grave de lo previsto.
El precedente de Mitterrand
LA IDEA DE QUE CHIRAC terminar¨¢ dando media vuelta viene dada por el precedente de Mitterrand, que en 1991 se decidi¨® a participar en la guerra del Golfo horas antes de que expirase el ultim¨¢tum a Bagdad. El presidente socialista rompi¨® as¨ª con casi dos decenios de compras de centrales nucleares y armamento a Francia por parte de Irak, una pol¨ªtica en la que el propio Chirac se hab¨ªa comprometido con Sadam Husein durante su ¨¦poca como jefe del Gobierno. Pero hoy resulta bastante m¨¢s improbable que Chirac se vuelva atr¨¢s, a menos que negociaciones secretas cambien los datos del escenario de los pro y antiguerra.
"Francia no enviar¨¢ un solo soldado al Golfo mientras el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no haya tomado la decisi¨®n de utilizar la fuerza contra Irak", explicaba la ministra de Defensa, Mich¨¨le Alliot-Marie, el 13 de enero. No se hab¨ªan producido las celebraciones del 40? aniversario de amistad franco-alemana; ni el jefe de los inspectores de la ONU en Irak, Hans Blix, hab¨ªa dicho a¨²n una palabra ante el Consejo de Seguridad. La estrategia francesa sobre Irak estaba decidida desde septiembre: Chirac ha seguido el pulso, aconsejado principalmente por su ministro de Exteriores, Dominique de Villepin, decidido a apurar todos los resortes de la legalidad internacional y de conducir el debate sobre cualquier intervenci¨®n militar al Consejo de Seguridad.
Chirac intenta sortear ahora la peor de las alternativas, que ser¨ªa un veto franc¨¦s en solitario. "Haremos cuanto podamos para evitarlo", afirmaba el mi¨¦rcoles pasado una fuente pr¨®xima al presidente franc¨¦s. La guerrilla en el seno de la OTAN es un aviso de que Francia puede ir hasta el final. Chirac ha llamado pr¨¢cticamente a todos los gobernantes de los pa¨ªses miembros del Consejo de Seguridad, pero a cada llamada han seguido presiones m¨¢s fuertes de Washington. Par¨ªs no oculta lo dif¨ªcil que le resulta mantener su posici¨®n.
Y, adem¨¢s, en esta grave cuesti¨®n hay componentes de tipo personal. A Chirac no le gusta nada George W. Bush, en quien ve la confirmaci¨®n de la voluntad hegem¨®nica de Estados Unidos y, sobre todo, de la consideraci¨®n de los aliados como meros sat¨¦lites. Un hombre que este a?o cumplir¨¢ 71 tiene dificultades para ver en el cuarent¨®n Bush j¨²nior un l¨ªder serio... para dirigir el planeta entero.
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