Subcontratas para la carrera espacial
El 92% de los proyectos de la NASA se realiza fuera de la agencia estadounidense
Las investigaciones sobre las causas de la desintegraci¨®n del transbordador espacial Columbia no van a detener la conquista del espacio. S¨ª van a arrojar luz, en cambio, sobre el creciente papel que las contratas externas, encabezadas por Boeing y Lockheed Martin, tienen en las actividades de una NASA que gasta fuera el 92% de su presupuesto.
Los contratistas van a jugar un papel clave en la investigaci¨®n del accidente, pero prefieren no pronunciarse sobre los efectos que las pesquisas sobre el desastre del pasado d¨ªa 1 vayan a tener sobre su vinculaci¨®n al programa espacial.
La entrada de EE UU en escena supuso despidos, con los ingenieros de la NASA controlando el cumplimiento de los contratos
Y es que la NASA domina los n¨²meros de la ingenier¨ªa, pero se pierde con los de la econom¨ªa. En la pasada d¨¦cada, bajo constante presi¨®n pol¨ªtica para controlar los excesos de gasto, opt¨® por aumentar la subcontrataci¨®n de trabajos. Tradicionalmente, la agencia espacial ha encargado fuera en torno a los dos tercios del programa de la lanzadera, pero las demandas del Capitolio, aceptadas de buen grado por el anterior administrador, Daniel Goldin, han hecho que hoy el 92% del presupuesto de la agencia salga al exterior.
Goldin encandilaba a los congresistas con su lema de construir una NASA "m¨¢s r¨¢pida, m¨¢s barata y mejor". A mediados de la pasada d¨¦cada decidi¨® concentrar la agencia en la investigaci¨®n y el desarrollo, y distanciarse del d¨ªa a d¨ªa del programa espacial, que deber¨ªa quedar en manos de un contratista principal. Para entonces, el grueso del trabajo lo realizaban Lockheed Martin y Rockwell Internacional, que, ante la amenaza que para el perdedor supon¨ªa la nueva estrategia de concentraci¨®n, optaron por crear una sociedad al 50% que fuera la directora externa del proyecto. As¨ª naci¨® United Space Alliance (USA), en la que el puesto de Rockwell pas¨® a ser ocupado por Boeing cuando el fabricante de aviones y sat¨¦lites adquiri¨® su divisi¨®n aeroespacial a la compa?¨ªa californiana en 1996.
Rockwell Internacional est¨¢ en el origen de la lanzadera, de la que fue dise?ador principal y coordinador de las m¨¢s de 250 compa?¨ªas que tuvieron a la reci¨¦n siniestrada Columbia como su primer producto, en 1981. En las m¨¢s de dos d¨¦cadas transcurridas desde entonces, muchas de aquellas sociedades han desaparecido, se han transformado o han sido absorbidas, por lo que buena parte del equipamiento que produc¨ªan hoy es fabricado por USA. El consorcio se encarga desde el entrenamiento de los astronautas y los controladores de vuelo hasta la fabricaci¨®n de las placas de revestimiento que protegen a la lanzadera al atravesar la atm¨®sfera. Seg¨²n los analistas, el margen de beneficios que deja el trabajo con la NASA promedia un 3%, muy por debajo del 8%-13% que brindan los contratos con el Pent¨¢gono.
Pilar para Boeing
La agencia espacial contrat¨® trabajos con USA por valor de 9.000 millones de d¨®lares desde 1996 al a?o 2002, acuerdo extendido hasta septiembre de 2004 a cambio de otros 2.900 millones. Mediante USA y otros trabajos propios, Boeing -que fabrica los motores de la lanzadera y fue responsable de la ¨²ltima modernizaci¨®n de la Columbia, realizada entre 2000 y 2001- recibe alrededor de 2.000 millones de d¨®lares anuales de la NASA, el 3,7% de una facturaci¨®n anual de 54.000 millones. Para Lockheed Martin -fabricante del tanque externo de combustible, del que se desprendi¨® un fragmento de la capa de aislamiento en el despegue de la Columbia-, la cantidad absoluta es ligeramente menor, aunque sus 1.700 millones suponen el 6,4% de los 26.600 millones de negocio del a?o pasado.
El tercer gran contratista es Alliant Techsystems, muy lejos ya de los dos gigantes, con una facturaci¨®n de 2.140 millones, a los que la lanzadera contribuye con 380 millones, el 17,8% del total. Morton Thiokol, una filial de Alliant, fabrica los cohetes que ayudan a poner en ¨®rbita la lanzadera, y a esta sociedad se atribuy¨® la responsabilidad por el sellado defectuoso que provoc¨® la explosi¨®n del Challenger en 1986. M¨¢s de 120 empresas contribuyen al programa espacial, en respuesta a pedidos de USA.
La entrada de la compa?¨ªa en escena supuso despidos, la amortizaci¨®n de plazas que quedaban vacantes y, sobre todo, que numerosos programas y funciones que ven¨ªan desarrollando conjuntamente t¨¦cnicos de la NASA y personal externo quedara en exclusivas manos de USA, con los ingenieros de la agencia espacial limitados a controlar de lejos el cumplimiento de los contratos y especificaciones. Goldin aprob¨® la estrategia por considerar que el programa espacial estaba ya tan encarrillado y era tan sabido lo que hab¨ªa de hacerse en cada momento que la agencia pod¨ªa permitirse el distanciamiento. Con el visto bueno del Congreso, Goldin rebaj¨® la burocracia de la NASA y los costes de operar la agencia a cambio de desmoralizar a la plantilla, perder personal cualificado y, seg¨²n sus cr¨ªticos, abrir la v¨ªa a menores controles de calidad. Informes oficiales y congresistas cr¨ªticos de esta soluci¨®n advirtieron que se corr¨ªa el riesgo de reducir las medidas de seguridad, aunque lo hicieron en t¨¦rminos de indeterminado futuro.
El principal beneficiario
USA, como principal beneficiario, mantiene que la seguridad siempre ha sido prioritaria y defiende el cambio auspiciado por Goldin con el argumento de que, desde que en 1996 se hizo cargo del grueso del programa, ha ahorrado miles de millones de d¨®lares a la NASA, ha reducido las cancelaciones de despegues en un 67% y ha recortado irregularidades y aver¨ªas en un 70%.
Sean O'Keefe, subdirector de la Oficina de Gesti¨®n y Presupuesto de la Casa Blanca, fue enviado por George Bush a sustituir a Goldin con la misi¨®n de seguir controlando el gasto, en particular de la Estaci¨®n Espacial Internacional, la bicha de los congresistas por sus constantes extralimitaciones presupuestarias, la ¨²ltima de ellas de 5.000 millones, que elevan el costo total, por ahora, hasta 35.000. O'Keefe dio explicaciones al presidente sobre la situaci¨®n en la NASA dos d¨ªas despu¨¦s de la desintegraci¨®n de la Columbia y esta semana ha comparecido ante la comisi¨®n del Congreso que investiga la cat¨¢strofe.
Los expertos aventuran que USA y los restantes contratistas no van a sufrir da?o sensible por el accidente. La NASA no puede prescindir de ellos, y con ellos seguir¨¢ trabajando tanto en la puesta al d¨ªa de las lanzaderas, para lo que ya hay presupuestados 1.600 millones de d¨®lares, como en el programa para crear una nueva nave orbital que pueda unir la Tierra con la estaci¨®n espacial para el a?o 2025. O'Keefe aprob¨® en noviembre un presupuesto de 2.400 millones de d¨®lares con que financiar los cuatro pr¨®ximos a?os de investigaci¨®n en este plan en el que trabajan por separado Boeing, Lockheed Martin y un tercer grupo formado por Northrup Grumman y Orbital Sciences.
A la conquista del universo
La inesperada muerte de los siete astronautas que viajaban en la nave Columbia ha despertado de la rutina al poder pol¨ªtico y ratificado la voluntad de seguir adelante en la carrera espacial, con presupuestos potenciados, tras a?os en los que la m¨¢xima era el sacrificio econ¨®mico.
Despu¨¦s de d¨¦cadas de apreturas en el cintur¨®n presupuestario, aplaudidas por un Congreso que ahora se lamenta de ellas, la Casa Blanca acaba de presentar un nuevo presupuesto para el pr¨®ximo a?o fiscal de la NASA, que aumenta el anterior en 470 millones de d¨®lares, hasta los 15.470. De ellos, 3.900 ir¨¢n destinados al programa de la lanzadera, 700 m¨¢s que en el actual ejercicio. Los defensores del programa espacial consideran insuficientes esas cantidades y, bajo los efectos del siniestro, la Casa Blanca ha hecho saber que el presidente escuchar¨¢ las propuestas de incremento de gasto que se le hagan.
La impresi¨®n extendida es que la cat¨¢strofe dar¨¢ un nuevo empuj¨®n a la conquista del espacio, con el contratiempo que para las compa?¨ªas representa la suspensi¨®n temporal de los vuelos compensado por los trabajos de renovaci¨®n de las tres lanzaderas que a¨²n quedan (Atlantis, Discovery y Endeavour) y la potenciaci¨®n de los proyectos en marcha para construir una nueva generaci¨®n de veh¨ªculos espaciales.
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