El IVAM baja al moro
El museo muestra 'in situ' las impactantes esculturas en el desierto marroqu¨ª de Voth
"La verdad es que aqu¨ª no hay nada", vino a decir un periodista en mitad del desierto de la meseta de Marha. "Bueno, hay cobertura", coment¨® otro mirando a su m¨®vil y dejando por un momento de otear la planicie de la peque?a poblaci¨®n marroqu¨ª de Er Rachidia, que se extiende desde las faldas del Atlas hacia el sur. Todav¨ªa no se vislumbraban los perfiles de lo que deb¨ªan ser las tres grandes esculturas (instalaciones o intervenciones arquitect¨®nicas) de
Hannsj?rg Voth, objeto del viaje organizado por el IVAM, que baj¨® al moro el pasado s¨¢bado para mostrar in situ el motivo de la exposici¨®n que el museo dedicar¨¢ al artista alem¨¢n en junio. En el vuelo charter patrocinado por Air Nostrum, viaj¨® una comitiva formada por casi una cincuentena de periodistas espa?oles, algunos alemanes y una italiana.
El artista alem¨¢n muestra su inter¨¦s por trabajar en mitad de la naturaleza
Avanzando a toda velocidad por el desierto, si bien las formas s¨®lo cobraban vida al reflexivo ritmo de una pel¨ªcula de Angelopoulos, los difusos contornos de unas torres dieron paso a la n¨ªtida silueta de la llamada Ciudad de Ori¨®n, consagrada a la constelaci¨®n de las siete estrellas. All¨ª, en mitad de la nada, de un desierto pedregoso, atravesado por suaves dunas en forma de cordilleras. Y siete son las grandes torres conectadas por una estructura amurallada de esta suerte de observatorio astron¨®mico, de reminiscencias mitol¨®gicas.
Una imagen impactante. Los jeeps que portaban a los plumillas se detuvieron y pronto salieron las c¨¢maras fotogr¨¢ficas y de televisi¨®n. Error. El itinerario no era ¨¦ste. Primero hab¨ªa que ir a ver la Espiral dorada. Nervioso y airado, Voth urgi¨® a proseguir el camino hasta que aparecieron las l¨ªneas curvas desarrolladas alrededor de un punto del que se alejan gradualmente. Una visi¨®n magn¨¦tica, de car¨¢cter casi on¨ªrico. All¨ª, en torno al punto de la espiral, donde nace un profundo pozo, viven medio a?o Voth y su mujer, la fot¨®grafa Ingrid Armslinger, en una singular vivienda con vistas al desierto. El otro medio a?o vive en Alemania y vende dibujos y pinturas para financiar sus proyectos en el desierto.
El cabreo de Voth se disip¨® pronto, pero ten¨ªa sus razones. La comitiva hab¨ªa hecho esperar a sus colaboradores marroqu¨ªes, que preparaban un tentempi¨¦ aut¨®ctono en una haima, frente a la espiral de 60 por 97 metros. Y no es nada f¨¢cil montar un almuercito en mitad del desierto para una cincuentena.
El artista mostr¨® en todo momento un gran respeto por el entorno natural y por sus habitantes, que le ayudan para levantar sus sorprendentes construcciones de adobe y piedra. No en vano, el artista alem¨¢n est¨¢ considerado un importante representante del land-art (arte y territorio), que act¨²a sobre el paisaje y reflexiona sobre la naturaleza.
Despu¨¦s de varios a?os sin llover, hab¨ªa ca¨ªdo un chaparr¨®n la noche anterior y el d¨ªa era limpio y claro. As¨ª se ve¨ªa al atardecer, desde la atalaya de los 16 metros de Escalera celestial, la primera escultura que realiz¨® Voth en el desierto marroqu¨ª, al que lleg¨® en los ochenta. Desde abajo, la pieza destacaba por su rotundo perfil triangular y tridimensional. Ah¨ª se improvis¨® una conferencia de prensa. Voth respondi¨®: que la elecci¨®n de ese desierto en concreto era por la forma de edificar, por la proximidad de un oasis, por el permiso del gobierno marroqu¨ª, porque en Europa no puedes; que no le interesa el p¨²blico mayoritario, ni los turistas, s¨®lo visitas guiadas; que trabajar con 50 obreros marroqu¨ªes forma parte de su obra, escult¨®rica y arquitect¨®nica; que s¨ª hay componentes mitol¨®gicos y rituales, pero no especialmente religiosos; que lo que le interesa es trabajar con la tierra y el cielo.
Ya de noche, casi dos horas despu¨¦s, los mismos funcionarios de la ma?ana, algunos provistos de elegantes y desfasados uniformes, abrieron el peque?o aeropuerto con salita de estar para que el avi¨®n despegara.
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