Contra esta guerra
Estados Unidos cometer¨¢ un error si va a la guerra para conquistar Irak: el Islam extremista s¨®lo puede ser detenido por el Islam moderado, y el nacionalismo ¨¢rabe extremista s¨®lo puede ser refrenado por el nacionalismo ¨¢rabe moderado. El despreciable r¨¦gimen de Sadam Husein debe ser derrocado desde dentro, por fuerzas iraqu¨ªes, y Estados Unidos, Europa y los Estados ¨¢rabes moderados deben acudir todos en su ayuda.
Es probable que una guerra estadounidense contra Irak, aunque concluya en victoria, a?ada le?a al fuego de la conflagraci¨®n de la sensaci¨®n de afrenta, la humillaci¨®n, el odio y el deseo de venganza que existe en grandes partes del mundo. Amenaza con provocar una ola de fanatismo con el poder de socavar la existencia misma de los reg¨ªmenes moderados de Oriente Pr¨®ximo y m¨¢s all¨¢. Incluso antes de que estalle, esta guerra ya est¨¢ carcomiendo los puntales del equilibrio mundial y dividiendo peligrosamente el campo de los Estados democr¨¢ticos. El derrumbe del edificio, ya agrietado y maltrecho, de la legitimidad internacional, de Naciones Unidas y sus instituciones, y de la alianza entre los Estados democr¨¢ticos a la larga no beneficiar¨¢ sino a las fuerzas violentas y fan¨¢ticas que amenazan la paz del mundo. Adem¨¢s, nadie, ni siquiera los servicios secretos estadounidenses, puede predecir qu¨¦ surgir¨¢ tras levantar la tapa de Irak. Nadie puede prever la gravedad de la matanza y la destrucci¨®n, el peligro de las armas m¨¢s catastr¨®ficas, o si se har¨¢ realidad el temor de que en un Irak herido y en proceso de desmoronamiento, as¨ª como en otros lugares, surjan cinco o diez Bin Laden para ocupar el lugar de Sadam.
En estos d¨ªas crece en todo el mundo una oleada de sentimiento antiestadounidense, y con ella una ola de hostilidad emocional hacia Israel: todos aquellos que ven a Estados Unidos como la encarnaci¨®n del Gran Sat¨¢n tienden tambi¨¦n a ver a Israel como el Peque?o Sat¨¢n. Muchas personas decentes de opiniones progresistas y pragm¨¢ticas se oponen a esta guerra, aunque apoyasen la guerra contra Irak despu¨¦s de que ¨¦ste invadiera Kuwait en agosto de 1990. Pero estos d¨ªas, la izquierda europea dogm¨¢tica y sentimental no duda en unir sus manos a las de la derecha reaccionaria racista en la campa?a de vilipendio antiestadounidense, parte de ella sacada directamente de las sobras ideol¨®gicas de los comunistas y los nazis: toda clase de esl¨®ganes infectos sobre los "tent¨¢culos de pulpo de Wall Street" y "la siniestra conspiraci¨®n jud¨ªo-sionista-capitalista para apoderarse del mundo". Mi objeci¨®n a la guerra contra Irak sufre una severa prueba cada vez que oigo esas voces odiosas.
La actual campa?a b¨¦lica no proviene del deseo de petr¨®leo, o del apetito colonialista. Proviene b¨¢sicamente de cierta rectitud simplista que aspira a arrancar de ra¨ªz el mal por la fuerza. Pero el mal del r¨¦gimen de Sadam, como el mal de Bin Laden, est¨¢ profunda y ampliamente arraigado en las vastas extensiones de la pobreza, la desesperaci¨®n y la humillaci¨®n. Quiz¨¢s est¨¢ arraigado m¨¢s profundamente incluso en la terrible y enconada envidia que Estados Unidos ha suscitado durante muchos a?os, no solamente en los pa¨ªses del Tercer Mundo, sino tambi¨¦n en amplios bulevares de la sociedad europea.
A alguien que es envidiado por todos le corresponde no intentar arrancar de ra¨ªz esa envidia y odio de los corazones envidiosos empleando s¨®lo una larga vara: despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, el Plan Marshall benefici¨® a Estados Unidos y a la paz mundial m¨¢s que sus viejas y nuevas armas juntas. La vara larga es necesaria, pero est¨¢ dise?ada para disuadir o repeler una agresi¨®n, no para "imponer el bien". Incluso cuando la vara larga es blandida para repeler una agresi¨®n cuando ocurre, es esencial que sea blandida por la comunidad internacional, o al menos por un amplio consenso de naciones. De otro modo, es probable que redoble el odio, la desesperaci¨®n y el ansia de venganza que se propon¨ªa vencer.
Amos Oz es escritor israel¨ª; su ¨²ltimo libro publicado en Espa?a, El mismo mar (Siruela). ? Amos Oz, 2003.
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