Asombrosas m¨¢scaras
Hay en Las horas dos ejes extremadamente sutiles, pero vigorosamente trazados, alrededor de los que gira el reloj emocional y el tacto y la delicadeza con que se desliza detr¨¢s de los ojos el flujo de este elegante filme brit¨¢nico sobre el paso del tiempo y la dificultad de vivir.
El primer eje est¨¢ escondido muy adentro en la fronda del gui¨®n de David Hare, que lo traza con tanto pudor que apenas si lo deja ver, movi¨¦ndolo dentro de las im¨¢genes en estado de transparencia, pero haci¨¦ndolo de tiempo en tiempo s¨²bitamente perceptible. Es el eje de un contrapunto, con resonacia musical melodram¨¢tica, de tres tiempos biogr¨¢ficos (a?os veinte, a?os cincuenta y fin de siglo) de tres mujeres sin fronteras entre s¨ª, cuyos saltos de d¨¦cadas hacia atr¨¢s y d¨¦cadas hacia delante -en un encadenado de fondo abrupto pero formalmente de seda- les convierten en un ¨²nico tiempo dram¨¢tico, descargado de realidad, un tiempo interior, so?ado, envolvente de los tres destinos que abarca y mueve. Y, como en todo melodrama noble, es el espectador quien, con la fuente de la emoci¨®n a flor de piel, se agazapa detr¨¢s de ese sue?o y de esa interioridad.
LAS HORAS
Direcci¨®n: Stephen Daldry. Gui¨®n: David Hare (novela de Michael Cunninghan). Int¨¦rpretes: Meryl Streep, Nicole Kidman, Julianne Moore, Ed Harris, Stephen Dillane, Miranda Richardson. G¨¦nero: drama. Reino Unido, 2003. Duraci¨®n: 114 minutos.
El segundo eje hay que buscarlo en la, medular y vertebral, sucesi¨®n de rostros y de choques de rostros con que el director Stephen Daldry -que, como en Billy Elliot, vuelve a dar cuenta de que su dominio del lenguaje del cine proviene de su forja radical en la escena- construye la secuencia sobre int¨¦rpretes hechos m¨¢scaras. Estamos ante un intenso y sostenido di¨¢logo dram¨¢tico y visual entre tres mujeres que "parece que todo les va bien y nada les va bien", como a esa Se?ora Dalloway sombra de una de ellas, la escritora Virginia Woolf -que es reinventada por un asombroso golpe de ingenio gestual de Nicole Kidman-, pero que tambi¨¦n mueve y radiograf¨ªa a las otras dos, creadas por el fascinante andamio de un juego de r¨¦plicas de las inmensas Meryl Streep y Julianne Moore. Asombrosas m¨¢scaras.
Pero la m¨¢scara elaborada por Nicole Kidman vuela sobre las otras dos y da fueza, raz¨®n y cobijo a su desv¨ªo hacia la muerte, a su dificuldad de vivir. Hay tres escenas en las que Hare y Daldry nos sit¨²an ante tres brotes de una misma ra¨ªz dram¨¢tica, tres estadios de una misma conciencia o quiz¨¢ de un mismo personaje, otra vez esa escurridiza Se?ora Dalloway en que se mir¨® por ¨²ltima vez al espejo Virginia Woolf. Una escena es la del and¨¦n de la estaci¨®n de Richmond, donde Nicole Kidman abre su desconcierto a Stephen Dillane; otra, el beso de Julianne Moore a su vecina en Los ?ngeles; y la tercera es el choque en el borde del precipicio entre Meryl Streep y Ed Harris ahora, en Nueva York.
Saltan e invaden el hermoso filme estos y otros instantes de inabarcable talento, que abren de par en par las puertas de un filme muy rico y complejo, conmovedor y luminoso, con doble origen literario -la novela de Cunningham Las horas y su lejana desencadenante, La se?ora Dalloway, de Virginia Woolf-, pero sin el menor lastre literario, hecho con pura visualidad, con zumo de lenguaje cinematogr¨¢fico arrancado de tres rostros del genio del cine, arrastrados por la inmensa Nicole Kidman.
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