Mejor otras veces

Si en sus anteriores visitas -con el Concierto para viol¨ªn de Beethoven, la Sonata Kreutzer o la integral de conciertos de Mozart- Mutter recre¨® siempre el programa interpretado, esta vez se ha mostrado mucho m¨¢s parca en sus hallazgos. Ni en el Tr¨ªo op. 8 de Brahms ni en el op. 49 de Mendelssohn hubo demasiadas sorpresas. Tampoco se alcanz¨® la excelencia de sonido de otras ocasiones, ni se apreci¨® -aunque quiz¨¢s s¨ª existiera- un an¨¢lisis tan exhaustivo de las partituras. Todo ello no obsta para que, junto a Previn y Harrell, se consiguieran momentos admirables, y hubiera entre ellos un ajuste digno de lo que son: tres inmensos solistas, bien duchos, por otra parte, en la m¨²sica de c¨¢mara.

Respecto al Tr¨ªo de Brahms, el programa de mano dejaba constancia de que se trataba de la versi¨®n revisada por el propio compositor en 1891 (la partitura original es de 1854, aunque ¨¦sta rara vez se interpreta), pero se omit¨ªa el Adagio en la relaci¨®n de movimientos, omisi¨®n que caus¨® el l¨®gico desconcierto entre el p¨²blico. Los int¨¦rpretes lucieron gran oficio a la hora de contestarse entre s¨ª, trazando di¨¢logos perfectos en los que se percib¨ªa una gran ductilidad en respuesta al fraseo de los interlocutores. A destacar el tercer movimiento, que hicieron expresivo pero sin lloriqueos. Sin embargo, el sonido del viol¨ªn no fue todo lo terso que esper¨¢bamos de la violinista alemana. La Sala Iturbi del Palau la ha contemplado, varias veces, en mejor forma.

El op. 49 de Mendelssohn se populariz¨® en Espa?a, entre otras cosas, porque fue una de las obras que Pau Casals interpret¨® en su famoso concierto de la Casa Blanca (1961). Los asistentes a la sesi¨®n -entre los que se encontraba John F. Kennedy- no tuvieron otra ocurrencia que aplaudir tras cada movimiento, seguramente ignorantes de que deb¨ªan esperar al final, y as¨ª lo recoge la grabaci¨®n en directo (CBS, Masterworks 72035). Anne-Sophie Mutter se encontr¨® aqu¨ª con un p¨²blico m¨¢s educado, al que brind¨® una ejecuci¨®n con m¨¢s gancho que la previa de Brahms. En los dos primeros movimientos mejor¨® el fraseo, la sonoridad, y, sobre todo, la capacidad de interesar al oyente. Lynn Harrell exhibi¨® en el Molto Allegro unos graves impresionantes, as¨ª como una hermos¨ªsima enunciaci¨®n de los temas. Previn se mostr¨® l¨²cido y comedido, sin abusar para nada del pedal y proporcionando una s¨®lida base para el trabajo del viol¨ªn y el violonchelo. Estos aparecieron en simbiosis total, sobre todo en el Andante.

El Scherzo y tambi¨¦n, luego, el Finale, son¨®, sin embargo, algo emborronado. La exigencia expl¨ªcita del propio compositor ("Leggiero e vivace") no fue traducida en t¨¦rminos de transparencia, aunque s¨ª de velocidad. A los int¨¦rpretes, no obstante, debi¨® convencerles del todo porque, ante los aplausos del p¨²blico, dieron en el regalo m¨¢s de lo mismo.