"En Espa?a hay transparencia en la lucha antiterrorista"
Sergio Vieira de Mello, brasile?o de 55 a?os, es el sucesor de Mary Robinson en uno de los departamentos de gesti¨®n mas compleja a la vez que m¨¢s emblem¨¢tico de las Naciones Unidas, el Alto Comisionado para los Derechos Humanos. Madrid ha sido s¨®lo la semana pasada el inicio de una gira que le llevar¨¢ a Washington, donde dice estar dispuesto a sacar los colores a las autoridades norteamericanas, en relaci¨®n a la eventual intervenci¨®n norteamericana en Irak.
Vieira de Mello, que habla un espa?ol impecable, ha visto muchos muertos, muchos desplazados, muchas guerras en sus 34 a?os como alto funcionario en diversos organismos de la ONU, pero lo que ahora le preocupa es que ampar¨¢ndose en la la lucha contra el terrorismo, puedan producirse, como muchas fuentes aducen, retrocesos en la libertad de expresi¨®n en pa¨ªses democr¨¢ticos.
"El 11-S provoc¨® una reacci¨®n muy fuerte en EE UU. Entiendo que ante una amenaza semejante se tomaran medidas excepcionales. Pero no lo que est¨¢ sucediendo en estos momentos"
"Hoy, todo afecta a los derechos humanos, desde la carrera armament¨ªstica en el espacio exterior hasta una disposici¨®n administrativa local"
"Conf¨ªo en que, cuando Irak deje de ser el foco exclusivo de atenci¨®n, el problema palestino vuelva a ser lo que merece ser: una prioridad absoluta"
"Es preocupante el ¨¦nfasis con el que ahora se coloca la etiqueta de terrorismo a cualquier tipo de oposici¨®n en muchos pa¨ªses del mundo"
"Cuando se han intentado todas las f¨®rmulas y los derechos humanos siguen siendo sistem¨¢ticamente violados por un Gobierno, la comunidad internacional tiene derecho a intervenir"
Pregunta. Se ha hecho cargo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en plena crisis iraqu¨ª. ?Cu¨¢les son las tareas m¨¢s urgentes a las que debe hoy hacer frente?
Respuesta. Todas. Hoy, todo afecta a los derechos humanos, desde la carrera armamentistica en el espacio exterior hasta una disposici¨®n administrativa local. Pero siempre existen prioridades.
P. Al encontrarse sin medios suficientes para desarrollar su tarea, su antecesora, Mary Robinson, quiso hacer de su departamento la voz de la conciencia mundial. Ya que no tenemos recursos, al menos tenemos voz para denunciar, era su filosof¨ªa.
R. Lo que m¨¢s me sorprendi¨® al llegar a este cargo fue la distancia que existe entre la ret¨®rica ginebrina y las condiciones reales en el resto del mundo. A mi me gustar¨ªa actuar de puente. Creo que lo importante es siempre el resultado. Si las denuncias sirven para que un Gobierno cambie, muy bien. Pero aunque la denuncia puede ser ¨²til en los casos m¨¢s flagrantes, tambi¨¦n puede producir el efecto contrario, provocando el endurecimiento de la actitud de los Gobiernos. Por ello, hay casos en los que puede ser m¨¢s ¨²til establecer un programa de asistencia t¨¦cnica con un Gobierno que criticarlo. Por ejemplo, en China tenemos varios programas para cooperar en la reforma de la legislaci¨®n, as¨ª como para adaptar distintos aparatos de Estado, como Justicia y Fuerzas de Seguridad, a las normas internacionales. Claro est¨¢ que todo esto no puede cambiar la pol¨ªtica del Partido Comunista Chino, pero s¨ª que va introduciendo una cierta concienciaci¨®n sobre los derechos humanos entre los agentes del Estado.
P. ?No es ¨¦sta una tarea muy lenta, cuando parece que en todas partes -Chechenia, Palestina, los propios Estados Unidos- se est¨¢ retrocediendo en la defensa de los derechos humanos?
R. Estoy totalmente de acuerdo. El 11 de septiembre provoc¨® una reacci¨®n muy fuerte en Estados Unidos. Entiendo que ante una amenaza semejante se tomaran medidas excepcionales. Pero no, lo que est¨¢ sucediendo en estos momentos. Esta semana visitar¨¦ Estados Unidos y le dir¨¦ al Gobierno norteamericano que me parece parad¨®jico que esa gran democracia, considerada como un modelo para tantos, que ha inventando un concepto como el de los Derechos Civiles, adopte medidas que son incompatibles con su constituci¨®n. Y aunque no estemos en una situaci¨®n normal, me parece peligroso suspender con tal falta de transparencia ciertos principios fundamentales, garant¨ªas y libertades individuales que han constituido el gran pilar de la democracia norteamericana. Espero que s¨®lo sea una reacci¨®n exagerada y transitoria y que el Gobierno de Washington acabe d¨¢ndose cuenta de que mantener esas medidas de excepci¨®n debilita el sistema democr¨¢tico que ha sido siempre el justificado orgullo de su pa¨ªs.
P. ?Lleva a Washington una lista de violaciones de los derechos humanos?
R. Son cosas obvias, que estamos viendo todos. Entre ellas, Guant¨¢namo y ese limbo jur¨ªdico en el que se encuentran centenares de individuos detenidos como consecuencia de la guerra de Afganist¨¢n, sin acceso a un sistema de defensa, sometidos a un aislamiento prolongado, sin contacto con sus familias. Quiz¨¢ muchos de ellos inocentes, porque nadie sabe de lo que est¨¢n acusados. Y aunque no sean angelitos, los derechos se aplican a todos. Hay, de otro lado, tambi¨¦n medidas de caracter administrativo que afectan a la inmigraci¨®n y que consisten en convocar a ciertas personas seleccionadas por su origen o procedencia, tomarles huellas digitales, ficharlas. Es algo que me parece muy peligroso por las consecuencias que puede acarrear.
P. ?Cu¨¢les?
R. El mayor peligro es que estas medidas se vuelvan permanentes. Lo que nos lleva directamente a una nueva etapa catastr¨®fica para la observancia de los derechos humanos. Otro problema es el efecto de multiplicaci¨®n. Al darse esos casos en pa¨ªses democr¨¢ticos como Estados Unidos, otros pa¨ªses no plenamente democr¨¢ticos, se preguntan por qu¨¦ no pueden hacer lo mismo, o incluso peor. Las mismas medidas tomadas en otros pa¨ªses tienen consecuencias m¨¢s graves que en Estados Unidos, donde al menos existen jueces federales que pueden retar al Gobierno, Prensa que puede criticarle, intelectuales que tienen la valent¨ªa y la libertad de expresar su opini¨®n en p¨²blico. Hay un poder judicial y una opini¨®n p¨²blica que pueden ejercer alg¨²n contrapeso al poder ejecutivo, lo que no es el caso de otros pa¨ªses mucho menos democr¨¢ticos.
P. ?Se refiere a a lo que hacen los rusos en Chechenia?
R. Estoy pensando en ese y en muchos otros pa¨ªses que no est¨¢n en este momento en el foco de los medios de comunicaci¨®n. Hay una tendencia general a endurecer la legislaci¨®n y a adoptar medidas administrativas que conducen a una erosi¨®n de las normas del derecho internacional, tanto como de las libertades individualies y pol¨ªticas a nivel nacional. Es preocupante el ¨¦nfasis con el que ahora se coloca la etiqueta de terrorismo a cualquier tipo de oposici¨®n -incluso a la oposici¨®n leg¨ªtima, plenamente legal-, en muchos pa¨ªses del mundo. Hasta el punto de que expresar una opini¨®n distinta a la del Gobierno sea considerado como algo antipatri¨®tico. Toda oposici¨®n pol¨ªtica u opini¨®n en contra tiende a ser etiquetada como terrorismo real o potencial, y esto es peligros¨ªsimo. Ya llam¨¦ la atenci¨®n del comit¨¦ antiterrorista del Consejo de Seguridad, en su momento, y, ahora que Espa?a va a presidir este comit¨¦, he pedido al Gobierno espa?ol que me ayude a difundir este mensaje: la lucha contra el terrorismo debe hacerse con el pleno y riguroso respeto a los derechos humanos.
P. ?Le preocupaba que pudiera estar sucediendo algo parecido en Espa?a?
R. En dos d¨ªas he celebrado numerosas entrevistas con el presidente del Gobierno; ministros de Justicia e Interior; el Defensor del Pueblo; la presidenta del Congreso, y portavoces parlamentarios. Sab¨ªa que est¨¢ pendiente de discusi¨®n ese proyecto de ley para endurecer las penas de prisi¨®n a los terroristas, as¨ª que el tema principal fue c¨®mo desarrollar una acci¨®n preventiva contra el terrorismo con un respeto riguroso a las leyes y a la constituci¨®n, resistiendo a la tentaci¨®n de medidas excepcionales. Pero pude constatar una casi unanimidad de criterios en la posici¨®n de los principales grupos parlamentarios en materia antiterrorista, y la coincidencia en se?alar que los detenidos est¨¢n siendo tratados con el m¨¢ximo cuidado. Aunque fueron formuladas algunas cr¨ªticas por el relator especial sobre tortura, he obtenido del Gobierno espa?ol todas las facilidades para que el mismo relator visite en los pr¨®ximos meses Espa?a y permanezca en el pa¨ªs todo el tiempo necesario para entrevistarse con presos y visitar c¨¢rceles y cuantos lugares sea preciso, lo que me parece una actitud de la m¨¢xima transparencia.
P. ?Ha usado el Gobierno israel¨ª el 11-S para recrudecer su acci¨®n contra los palestinos?
R. La actuaci¨®n del ej¨¦rcito israel¨ª en los territorios ocupados siempre ha sido dura; eso no es una novedad. El problema arranca de la prioridad que ha dado el Gobierno de Sharon a la seguridad sobre la paz. Lo que cambia es el discurso, el ¨¦nfasis que ahora se pone en justificar sus actuaciones como lucha antiterrorista. Pero los dirigentes israel¨ªes deben comprender que no es posible cambiar la situaci¨®n mientras todo el ¨¦nfasis se siga poniendo en la seguridad. Lo ¨²nico que podr¨ªa calmar los ¨¢nimos y traer m¨¢s racionalismo y humanidad en los comportamientos ser¨ªa relanzar el proceso de paz de los cuatro -Estados Unidos, la Uni¨®n Europea, Rusia y las Naciones Unidas- que qued¨® interrumpido. No hay ninguna otra soluci¨®n a la vista.
P. ?No hay nada que permita a unas Naciones Unidas que son capaces de tomar medidas como el embargo a Irak o enviar cascos azules a tantos conflictos, tomar medidas parecidas en Oriente Pr¨®ximo?
R. S¨ª, desde luego, pero usted sabe muy bien por qu¨¦.
P. D¨ªgamelo usted.
R. Es una respuesta pol¨ªtica que yo no le puedo dar. Sin los Gobiernos, ni el secretario general ni las Naciones Unidas est¨¢n en condiciones de imponer nada por s¨ª mismos. El propio Consejo de Seguridad ya ha intervenido en numerosas ocasiones, pero sus resoluciones no han sido respetadas.
P. ?Es ello una declaraci¨®n de impotencia por parte de Naciones Unidas?
R. S¨ª, no queda m¨¢s remedio que reconocer nuestra impotencia, la impotencia de lo que se llama la comunidad internacional. No s¨®lo es el conflicto palestino-israel¨ª uno de los m¨¢s antiguos que sigue sin resolver, sino que asistimos a diario a violaciones de los derechos individuales y colectivos de los palestinos, sin olvidar, por otra parte que la poblaci¨®n israel¨ª vive con el terror de no saber d¨®nde va a hacer explosi¨®n la pr¨®xima bomba humana. Pese a ello, albergo la esperanza de que esa impotencia sea s¨®lo temporal. Conf¨ªo en que, cuando Irak deje de ser el foco exclusivo de la atenci¨®n mundial, los dirigentes, principalmente de Occidente, ampl¨ªen suficientemente lo que es su visi¨®n del mundo, con lo que el problema palestino volver¨¢ a ser lo que merece; que se le trate con la m¨¢s absoluta de las prioridades.
P. El llamado unilateralismo de Estados Unidos, su aparente inclinaci¨®n a actuar por su cuenta, ?no es otra forma de poner en evidencia la impotencia de Naciones Unidas?
R. No creo que hasta el momento las Naciones Unidas se hayan visto debilitadas por esa raz¨®n. A pesar de las tentaciones que siente hacia el unilateralismo, que son reales y vienen de antiguo, hay que tener en cuenta que el Gobierno norteamericano sigue trabajando dentro del marco de las Naciones Unidas. El simple hecho de que el secretario de Estado, Colin Powell, se haya presentado ante el Consejo de Seguridad hace dos semanas para presentar pruebas contra Irak como poseedor de armas de destrucci¨®n masiva y su presunta vinculaci¨®n a Al Qaeda, es la confirmaci¨®n de que Estados Unidos siguen comprometidos con el multilateralismo y con una instituci¨®n llamada Naciones Unidas. Si no, ?por qu¨¦ se iban a tomar tanto trabajo?
P. Siempre es preferible contar con aliados para una intervenci¨®n militar, que muchos juzgan ya inevitable.
R. Bueno, cabe especular con ello. Pero ni el secretario general, Kofi Annan, ni yo pensamos que esta guerra tenga que ser forzosamente inevitable.
P. En caso de que hubiera guerra, ?qu¨¦ previsiones se est¨¢n tomando para asistir a la poblaci¨®n civil?; ?tienen idea de cuantos campamentos de refugiados se necesitar¨¢n, d¨®nde estar¨¢n, a qu¨¦ hospitales ir¨¢n?
R. Desde el conflicto de Kosovo en 1999, nuestra pol¨ªtica consiste en prever lo peor y esperar lo mejor. Y, s¨ª, en cualquier caso, diversos organismos dentro de las Naciones Unidas est¨¢n prepar¨¢ndose para cualquier eventualidad. Trabajan con diferentes hip¨®tesis en t¨¦rminos de desplazamiento forzado de las poblaciones, desde una minimalista a otra de car¨¢cter masivo. Pero no se trata de escenarios que los organismos que trabajan en ello sean partidarios de dar a conocer en todo su detalle, porque esa actitud podr¨ªa crear una situaci¨®n de alarma generalizada entre las poblaciones.
P. ?En qu¨¦ ayuda su organizaci¨®n al pueblo iraqu¨ª, sometido a los efectos del embargo?
R. Yo fui uno de los funcionarios encargados de aplicar el programa Petr¨®leo por Alimentos, con el que tratamos de aliviar los efectos del embargo sobre la poblaci¨®n del pa¨ªs, pero cuando en 1999 viaj¨¦ a Irak pude comprobar que la situaci¨®n material de la poblaci¨®n, era muy mala no s¨®lo por efectos del embargo, sino por la deficiente aplicaci¨®n del plan que hac¨ªan las autoridades iraqu¨ªes.
P. ?La imposici¨®n de la pena de muerte, como ocurre en Estados Unidos, es compatible con la defensa de los derechos humanos?
R. ?ste es otro de los temas siempre pendientes que llevo en la agenda para Washington. En la mayor¨ªa de los casos las ejecuciones se producen a puerta cerrada, como si los responsables tuvieran verg¨¹enza de lo que est¨¢n haciendo. Y la verdad es que hay que sentir verg¨¹enza, porque ni se ha demostrado que la pena de muerte tenga un valor disuasivo, ni parece algo digno de un sistema de justicia del siglo XX o del XXI.
P. ?Existen guerra justas?; ?hay alguna guerra que pueda justificar, hacer comprensible la muerte de miles de ciudadanos?
R. La guerra y la justicia no se excluyen siempre necesariamente la una a la otra. Hay quien podr¨ªa argumentar con raz¨®n que el ex jefe del Gobierno serbio o yugoslavo, Slobodan Milosevic no estar¨ªa hoy sentado en el banquillo del Tribunal Penal Internacional de La Haya, si no hubiera sido por los bombardeos de la OTAN de 1999 para acabar con la represi¨®n en Kosovo. Pero a la pregunta de si existe una guerra justa, nuestro secretario general, Kofi Annan, dio ya una respuesta en la apertura de la Asamblea General en 1999, al decir que los Gobiernos no pod¨ªan seguir escud¨¢ndose en el respeto a la soberan¨ªa de un pa¨ªs para consentir con ello la violaci¨®n masiva los derechos humanos de los ciudadanos de ese pa¨ªs, por parte de sus propias autoridades. Cuando se han intentado todas las f¨®rmulas y los derechos humanos siguen siendo sistem¨¢ticamente violados por un Gobierno, la comunidad internacional tiene todo el derecho del mundo a intervenir. Kosovo, donde 800.000 personas hab¨ªan sido evacuadas y donde hab¨ªa pruebas claras de que se estaba procediendo a una limpieza ¨¦tnica, igual que, por ejemplo, en Timor Oriental, al frente de cuya administraci¨®n estuve durante dos a?os, son dos buenos ejemplos de la necesidad de intervenir para evitar m¨¢s muertes. Pero, establecido este principio, no quiere decir que haya que aplicarlo de la misma forma, autom¨¢ticamente, en todos los casos, entre otras razones, porque no siempre tiene los votos suficientes en el Consejo de Seguridad.
P. Si no cupiera la intervenci¨®n ?c¨®mo cabr¨ªa defender los derechos humanos en Irak, que son sistem¨¢ticamente violados por Sadam Husein?
R. Es dif¨ªcil utilizar ese argumento como justificaci¨®n de una guerra. En primer lugar, porque Sadam Husein ya violaba los derechos humanos cuando muchos pa¨ªses occidentales lo apoyaban. Pero no soy yo, Sergio, ni siquiera el secretario general, el que est¨¢ encargado de determinar si una guerra en Irak u otro lugar es leg¨ªtima o no, si es justa porque va a salvar un pueblo de violaciones sistem¨¢ticas de los derechos humanos, sino el Consejo de Seguridad. Es ¨¦ste organismo el que determina lo que es bueno y malo para la paz y seguridad mundiales. No hay otro mecanismo, y, como dec¨ªa Churchill: "Las Naciones Unidas no pueden garantizar el para¨ªso, pero al menos nos protegen del infierno".
Coraz¨®n brasile?o
ANTE LA INEVITABLE comparaci¨®n con su carism¨¢tica antecesora en el cargo, el nuevo Alto Comisionado de las Naciones Unidas responde: "Mary Robinson es Mary Robinson, y yo soy yo, Sergio Vieira de Mello, y mis circunstancias".
Nacido en R¨ªo de Janeiro en 1948, fil¨®sofo de carrera, lleva m¨¢s de 34 a?os trabajando en distintos organismos de las Naciones Unidas. Tiempo suficiente para recorrer todos y cada uno de los escalones de la burocracia internacional que le han llevado desde las oficinas de ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados), en Ginebra, donde empez¨® a los 20 a?os, hasta desempe?ar altos cargos como m¨¢ximo responsable de OCHA (la Oficina de Coordinaci¨®n de Asuntos Humanitarios de la ONU), y a escenarios tan diversos como enviado especial de las Naciones Unidas en Angola, Camboya, L¨ªbano o Bosnia; as¨ª como tambi¨¦n a Kosovo y Timor Oriental, donde se hizo cargo de las primeras administraciones civiles durante el mandato provisional de las Naciones Unidas. De su trabajo al lado del secretario general, Kofi Annan, parece haberle quedado el temple de saber hasta d¨®nde puede llegar, presionar a Gobiernos, tensar la cuerda sin que se rompa. Al tiempo que su disposici¨®n a escuchar a todas las partes, su cortes¨ªa reservada y elegancia distante le dan un aspecto m¨¢s parecido al de un diplom¨¢tico del norte que al de un brasile?o con coraz¨®n que dice ser.
"Soy un funcionario internacional independiente, lo que no excluye que en mi coraz¨®n siga siendo brasile?o". Lo que le lleva a seguir con pasi¨®n los cambios que est¨¢ viviendo su pa¨ªs y a repetir con orgullo las palabras de Lula: "Mientras un solo brasile?o tenga hambre, debemos sentir verg¨¹enza. Esto es tomar conciencia de la propia responsabilidad". Vieira de Mello no olvida que los derechos humanos no terminan con las libertades; por el contrario, empiezan por otros derechos m¨¢s fundamentales que hoy parecen olvidados en el fragor de la preguerra: la alimentaci¨®n, el agua, el cobijo, la tierra.
Sergio Vieira de Mello conoce muy bien todo lo que le une a lo latino, raz¨®n por la cual conoce bien nuestro pa¨ªs -que ha visitado en varias ocasiones antes de su primera visita oficial en su nuevo cargo-, adem¨¢s de nuestra lengua, que habla a la perfecci¨®n, aderezada con un leve acento argentino. Lo que sin duda le ser¨¢ de ayuda a la hora de renovar el compromiso de diversas instituciones espa?olas con diversos proyectos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en el Norte de Africa y Am¨¦rica Latina.
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