El amor y la memoria
Autor de un estimable filme en las fronteras del fant¨¢stico, Tokyo eye, as¨ª como de varios documentales, al menos uno de los cuales es francamente estimulante (Abbas Kiarostami, verit¨¦ et songe, 1994), el franc¨¦s Jean-Pierre Limosin aborda en ¨¦ste, su segundo largometraje estrenado entre nosotros, un tema especialmente recurrente en cierto cine reciente, la memoria y sus carencias, algo que sit¨²a al filme, un tanto falsamente, en parecidos derroteros a los recorridos por ficciones como Memento, de Christopher Nolan, o Abre los ojos, de Alejandro Amen¨¢bar; y, en este caso, la referencia parece especialmente pertinente, toda vez que ambos filmes los interpreta Eduardo Noriega, todo menos una casualidad.
NOVO
Direcci¨®n: Jean-Pierre Limosin. Int¨¦rpretes: Eduardo Noriega, Anna Mouglalis, Nathalie Richard, Eric Caravaca, Paz Vega. G¨¦nero: drama. Francia-Espa?a-Suiza, 2002. Duraci¨®n: 97 minutos.
Y, sin embargo, los derroteros que emprende son completamente diferentes, como distinta es su estrategia de discurso. Lejos del apasionante entrevero que es Memento, en el que la falta de memoria del protagonista se hace carne con el propio discurso f¨ªlmico, pero igualmente distante de las honduras ¨¦ticas que Amen¨¢bar parece suscitar, m¨¢s que suscita, en su filme, Novo se presenta como una lineal historia de amor. Una historia, claro, con truco: porque uno de los amantes, Noriega (en uno de sus mejores trabajos: un hombre nuevo, ansioso de descubrir al tiempo que imposibilitado para el recuerdo), es una aut¨¦ntica p¨¢gina en blanco, privado como est¨¢ de memoria inmediata, y la otra (Mouglalis, excitante, espl¨¦ndida), oportuna beneficiaria de una historia que, sin memoria posible, parece siempre otra, siempre renovada.
La an¨¦cdota es espl¨¦ndida, pero Limosin termina por privarla de inter¨¦s. En parte porque jam¨¢s bucea m¨¢s all¨¢ de lo obvio, en parte porque, hacia el tercio final de la funci¨®n, pierde completamente los papeles y hace derivar la trama, de la que es coautor, hacia derroteros incre¨ªbles: v¨¦ase el encuentro entre Noriega y las dos mujeres, al que, por cierto, pertenece la foto publicitaria del filme. El resultado es una pel¨ªcula que pudo ser m¨¢s s¨®lida de lo que luce -Limosin es, a diferencia de tantos directores petardos de hoy mismo, un hombre con ideas visuales, am¨¦n de un buen director de actores-, pero a la que un gui¨®n poco diestro deja literalmente en mantillas, y de la que s¨®lo se salva una s¨®lida pareja protagonista.
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