Angeolog¨ªa
Cuando despert¨®, Rulfo ya estaba a su lado. Borrosamente imagin¨® que estaban en un hotel de Varsovia, hacia mil novecientos sesenta y tantos. Tras un silencio, Rulfo dijo: "Qu¨¦ bueno que viniste, Tito". Entonces comprendi¨®; con infinita tristeza, con ganas de abrazar a su amigo recobrado, pens¨®: "No hay bien que por mal no venga". Lo pens¨®, pero no lo dijo, porque tambi¨¦n pens¨® que ¨¦sa no era una buena forma de acabar un cuento y que ten¨ªa toda la eternidad para pulir el final de ¨¦ste.
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