Las banderas del agua y de la paz
Ninguno de los ciudadanos -casos patol¨®gicos aparte- que por miles o cientos de miles se concentran hoy en Valencia est¨¢ a favor de la guerra, en Irak o donde fuere. Ninguno, asimismo, de cuantos se manifestaron en ins¨®lita multitud el pasado d¨ªa 22 clamando por la paz se opone a que se solucione el d¨¦ficit h¨ªdrico de los valencianos y de las regiones que necesitan agua para salvar sus econom¨ªas y afrontar el futuro. En realidad, ambas banderas pod¨ªan haberse reducido a una de proyecci¨®n ecum¨¦nica, sumando las convocatorias de tan nobles causas: "agua y paz para todos". Claro que no hubiera habido paella bastante para proveer tanto comensal ni espacio suficiente para ubicarlo.
Sin embargo, no estamos ante esa id¨ªlica, al tiempo que razonable, comuni¨®n de intereses y prop¨®sitos c¨ªvicos. Estamos ante una confrontaci¨®n social en la que cada bando se ha te?ido de un color pol¨ªtico, por m¨¢s que muchos individuos comulguen con los lemas de uno y otro. Un color pol¨ªtico que se ha acentuado a medida que el Gobierno auton¨®mico valenciano y el partido que lo hegemoniza, el PP, se han involucrado en la movilizaci¨®n por el Plan Hidrol¨®gico Nacional, hasta el punto de trocar esta reivindicaci¨®n leg¨ªtima del agua y de los trasvases en un acto de afirmaci¨®n partidaria para galvanizar a sus propias huestes y frenar el descr¨¦dito que le endosa el belicismo tronado de su l¨ªder, el presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
Comprendemos que los dirigentes populares se sientan fastidiados por esta interpretaci¨®n, que juzgan maliciosa y oportunista, cuando ellos celebrar¨ªan que se les reputase abanderados de una causa colectiva por encima de los colores y las filias, abanderados de una expresi¨®n espont¨¢nea del pueblo soberano, que es en realidad lo que hubiera tenido que ser para que esta concentraci¨®n, esta fiesta del agua, fuese ponderada con el mismo criterio que la mani condenatoria de la guerra, aflorada sin llamamientos medi¨¢ticos, log¨ªstica de transportes, intendencias y mordidas a los presupuestos p¨²blicos, ni llamadas a los artistas, intelectuales y dem¨¢s beneficiarios de la Administraci¨®n. Para lo que tiene de bueno y de malo, este despliegue multitudinario es obra del PP y de su Gobierno. Si el clima acompa?a, hoy ser¨¢ un gran d¨ªa para esas siglas.
Y simult¨¢neamente, tambi¨¦n para las otras, las de la oposici¨®n, prodigiosamente tonificadas por los s¨²bitos y sucesivos chapapotes que le emergen al PP, e incluso -y puede que principalmente- por esta misma exhibici¨®n de poder¨ªo conservador que hoy colma con ¨¢nimo l¨²dico el Jard¨ªn del Turia y la Alameda de Valencia. Un despliegue tan contundente avala las reclamaciones h¨ªdricas en juego, sin duda, pero tambi¨¦n, y como efecto inducido, potencia a las fuerzas pol¨ªticas que no participan porque no son de obediencia popular. Nunca en estos siete a?os ¨²ltimos la oposici¨®n ind¨ªgena se ha sentido m¨¢s temida y considerada. Le infundi¨® aliento el no a la guerra, y tanto o m¨¢s esta respuesta vehemente del PP, que lleva trazas de convertirse en el caballo de batalla electoral. Esperemos que no se expendan c¨¦dulas de valencian¨ªa seg¨²n el grado de identificaci¨®n con el PHN. Ojo a la perversi¨®n de los ramalazos patri¨®ticos.
Pero dicho esto, los discrepantes con el PHN -la otra bandera- est¨¢n obligados a explicar con todo detalle c¨®mo abordan el problema del agua, siendo as¨ª que ninguno niega la desertizaci¨®n rampante, el d¨¦ficit ni la necesidad de captarla donde haya sobrantes, o se derroche mediante consumos y perforaciones incontroladas. Es labor suya, y dura labor, predicar la nueva cultura del agua a unos usuarios que se han pulido el r¨ªo Turia, han asesinado el Segura y est¨¢n a punto de convertir el an¨¦mico X¨²quer en una suerte de estaci¨®n de tr¨¢nsito de caudales, de futuro incierto, pero alarmante. Comprendo que es una misi¨®n ardua frente a quienes prometen el man¨¢ y que, adem¨¢s, no propician el debate abierto en los medios p¨²blicos de comunicaci¨®n, tristemente pervertidos como meros e inanes voceros propagand¨ªsticos.
Tengamos la fiesta en paz, y tambi¨¦n la paz, que todos queremos por distintos caminos, que probablemente no fueran tan ajenos si la urgencia del voto no hubiera neutralizado la reflexi¨®n conjunta y la pol¨¦mica.
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