?Qu¨¦ aprendimos de la primera guerra del Golfo?
El anterior conflicto contra Irak ha sentado el patr¨®n para las posteriores acciones militares estadounidenses
En la guerra del Golfo de 1991, la supremac¨ªa militar estadounidense aniquil¨® al que Occidente consideraba el cuarto Ej¨¦rcito m¨¢s poderoso del mundo: el iraqu¨ª. Los muertos aliados fueron menos de 500, de los cuales m¨¢s de la mitad murieron en accidentes antes de disparar un solo tiro. Las bajas del adversario resultaron muy dif¨ªciles de precisar, pero se midieron en decenas de miles.
Tal como se denomin¨® entonces, el de la guerra del Golfo fue para la comunidad internacional un "triunfo sin victoria". El resultado de la contienda supuso la liberaci¨®n de Kuwait. Pero no la ca¨ªda de Sadam Husein, capaz de conservar el poder a pesar de la revuelta interna de los shi¨ªes en el sur y de los kurdos en el norte, ya que hab¨ªa resguardado parte de sus mejores tropas para emplearlas contra ellos. Sadam fue un mal soldado, pero tambi¨¦n un dictador dispuesto a mantenerse hasta el final: se equivoc¨® en casi todo excepto en pensar que ¨¦l mismo se mantendr¨ªa en el poder. No muchos meses despu¨¦s del final de la guerra, los parados norteamericanos paseaban con carteles que dec¨ªan "Sadam sigue teniendo su trabajo".
Los soldados de Sadam comprobar¨¢n que es in¨²til la resistencia y rendir¨¢n sus armas
Los militares de EE UU piensan en t¨¦rminos de rapidez. "Golpear y abatir" es la consigna
"Desde 1991, Irak es cada d¨ªa m¨¢s d¨¦bil, mientras Am¨¦rica se ha hecho m¨¢s fuerte"
La guerra del Golfo sent¨® sin lugar a dudas el patr¨®n para las siguientes acciones militares llevadas a cabo por los pa¨ªses occidentales, seg¨²n un informe de think tank norteamericano, Brookings Institution. "Irak fue derrotado f¨¢cilmente en 1991", argumenta este organismo. "Desde entonces, Irak es cada d¨ªa m¨¢s d¨¦bil, mientras Am¨¦rica se ha hecho incluso m¨¢s fuerte".
De aquella guerra que ganaron pero en la que perdieron la paz, EE UU sac¨® lecciones. "?Qu¨¦ aprendimos del 91?", se cuestiona el Lexington Institute. "La ofensiva del golfo P¨¦rsico estableci¨® un nuevo modo de hacer la guerra", reflexiona Dan Goure, uno de sus analistas militares. "Concentrar una masiva fuerza terrestre en un lugar determinado, para ponerla en acci¨®n tras prolongados y continuados bombardeos a¨¦reos", ¨¦sa es la receta del ¨¦xito. Doce a?os despu¨¦s, las tropas de EE UU y Reino Unido vuelven a estar masivamente desplegadas en el Golfo, en concreto en Kuwait. Un total de 220.000 hombres esperando una sola orden: la del ataque.
Ahora no se trata de liberar Kuwait. En este caso el objetivo, m¨¢s all¨¢ del desarme, es tambi¨¦n pol¨ªtico, como reconocen fuentes oficiales norteamericanas: quieren deshacerse de Sadam Husein y su r¨¦gimen. En parte por esa diferencia de objetivo, la coalici¨®n que est¨¢ formando George W. Bush para esta guerra est¨¢ siendo totalmente diferente a la fuerza multinacional que inclu¨ªa a Egipto, Siria y Arabia Saud¨ª, y que ayud¨® a su padre a hacer el trabajo en 1991.
La guerra contra Sadam fue la ¨²ltima del orden salido de la II Guerra Mundial y la primera de la post guerra fr¨ªa. El campo de batalla no era la boscosa l¨ªnea interalemana, sino las llanuras arenosas del Golfo. Y se libr¨® en un teatro de operaciones alejado por miles de kil¨®metros de las bases de estacionamiento de las tropas aliadas. Hoy, dos d¨ªas despu¨¦s de que el 28 de febrero se cumplieran 12 a?os desde que el presidente George Bush padre declarara el fin de las hostilidades, la maquinaria militar para una nueva contienda est¨¢ lista. Kuwait, en su frontera norte con Irak, es el hogar del mayor pertrechamiento b¨¦lico desde la guerra de Vietnam, seg¨²n el general de divisi¨®n Jim Amos, de la 3? Escuadrilla de la Marina.
La operaci¨®n aliada de 1991, primero como Escudo del Desierto y luego como Tormenta del Desierto, fue una novedad por el atisbo de la revoluci¨®n militar y estrat¨¦gica que se estaba calladamente fraguando: el uso de los Scud como armas de terror de masas, la cobertura medi¨¢tica de la acci¨®n en tiempo real, el peso decisivo del ataque a¨¦reo, la guerra sucia y el ecoterrorismo... As¨ª como el Golfo de 1991 fue el producto de la recuperaci¨®n militar norteamericana durante los a?os ochenta, Afganist¨¢n, por citar un ejemplo reciente, ha sido el producto de la experiencia y la reflexi¨®n emanada tras la guerra de Kuwait, seg¨²n expertos militares.
Las hostilidades duraron 43 d¨ªas, y con la excepci¨®n de las 100 horas justas de la campa?a terrestre, durante las seis primeras semanas de la guerra la acci¨®n fue esencialmente a¨¦rea. Campa?a a¨¦rea caracterizada por su intensidad. A diferencia de Vietnam (y posteriormente Kosovo), no estuvo sujeta a una escalada progresiva, sino que todos los medios se emplearon con contundencia desde el primer momento, seg¨²n relata Rafael L. Bardaj¨ª, subdirector del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estrat¨¦gicos.
El d¨ªa D ya estaban desplegados o con misiones asignadas los m¨¢s de 1.600 aparatos de combate de la coalici¨®n internacional. En la Operaci¨®n Tormenta del Desierto no hubo una aut¨¦ntica batalla a¨¦rea, no hubo enfrentamiento alguno en el aire de dos fuerzas opuestas. La mayor¨ªa de los aviones iraqu¨ªes destruidos fueron eliminados en el interior de sus b¨²nkeres mediante bombas de penetraci¨®n.
En este sentido, la guerra del Golfo inaugur¨® la era de los conflictos asim¨¦tricos no s¨®lo por los fines que se persegu¨ªan (liberar frente a ocupar), sino por los medios utilizados. Que la guerra fue un conflicto asim¨¦trico qued¨® claramente patente para Sadam, que tuvo que recurrir a estratagemas y t¨¢cticas orientadas a presentar batalla de una forma no convencional, primero con el recurso del ataque de sus misiles Scud sobre Israel, y luego con actuaciones como el vertido de crudo a las aguas del Golfo o el posterior incendio de casi todos los pozos de petr¨®leo kuwait¨ªes antes de su retirada del pa¨ªs.
En la hora H del d¨ªa D de la nueva ofensiva del Golfo de 2003, los estrategas militares estadounidenses tambi¨¦n piensan en t¨¦rminos de rapidez. "Golpear y abatir" es la consigna. Intensos bombardeos a¨¦reos sobre Irak. Tan intensos que aturdan y desmoralicen al Ej¨¦rcito de Sadam para conseguir una rendici¨®n casi inmediata, seg¨²n expertos militares. Los soldados de Sadam comprobar¨¢n que es in¨²til la resistencia y rendir¨¢n sus armas. O las volver¨¢n contra su l¨ªder, como reconoce un oficial norteamericano sobre el terreno en Kuwait.
En las primeras 48 horas del ataque, EE UU planea lanzar un diluvio de m¨¢s de 3.000 bombas guiadas de precisi¨®n y misiles sobre las defensas iraqu¨ªes. Y entrar¨¢n en juego las llamadas E-Bomb (bombas electr¨®nicas), siempre seg¨²n los mismos expertos. En la primera noche del ataque, las E-Bomb se detonar¨¢n sobre el comando central de Sadam Husein, tanto dentro como fuera de Bagdad. Si todo funciona de acuerdo al plan previsto, el apag¨®n ser¨¢ total, los ordenadores se fundir¨¢n y los tel¨¦fonos se quedar¨¢n mudos.
La gran diferencia entre las contiendas anteriores y la guerra del Golfo de 1991 estrib¨®, y estribar¨¢, en los grandes avances en el bombardeo de precisi¨®n. La importancia del uso de esta munici¨®n guiada no vino dada s¨®lo por su habilidad para alcanzar exitosamente los objetivos, sino tambi¨¦n por su capacidad para limitar los da?os colaterales y el nivel general de destrucci¨®n. A pesar de los ataques, Bagdad nunca se pareci¨® al Londres de la II Guerra Mundial, ni a Berl¨ªn, ni mucho menos a Dresde.
Pero m¨¢s all¨¢ de lo estrictamente militar o de la importancia del factor sorpresa a la hora de desencadenar un ataque, la guerra del Golfo puso sobre el mapa de operaciones elementos que se han hecho permanentes desde entonces y que han transformado las contiendas de la ¨²ltima d¨¦cada. A partir del conflicto del golfo P¨¦rsico, dirigentes pol¨ªticos y estrategas militares han tenido que integrar en sus decisiones tres cosas tan novedosas como contradictorias: las victorias deben conseguirse sin sufrir bajas, castigando lo menos posible al enemigo y, sobre todo, sin errores que causen da?os colaterales o muertes de civiles no combatientes.
Baste recordar, por ejemplo, la angustia de la Alianza Atl¨¢ntica en la guerra de Kosovo con cada p¨¦rdida de civiles serbios causada por sus ataques a¨¦reos, y la necesidad de investigar dichas acciones para poder ofrecer una explicaci¨®n plausible, m¨¢s all¨¢ de la lac¨®nica pero certera frase del general Sherman "la guerra es el infierno".
La guerra del Golfo debi¨® ense?ar, al menos, una cosa, y, seg¨²n el Centro de Estudios Estrat¨¦gicos, no lo hizo. Que las guerras conllevan consecuencias que no se agotan con el cese de hostilidades, sino que perduran en la paz. Que se tardase un a?o justo en extinguir los incendios de los 630 pozos de petr¨®leo afectados en Kuwait ya deber¨ªa haber servido de alarma. La aparici¨®n del s¨ªndrome del veterano de la guerra del Golfo, a¨²n m¨¢s. Hoy, el pensamiento dominante en Washington es que Sadam sigue representando una amenaza inaceptable. Amenaza que cada d¨ªa se concreta m¨¢s en un nuevo conflicto b¨¦lico en Irak.
La televisi¨®n, una nueva arma
La mayor lecci¨®n de 1991 fue la aparici¨®n de una fuerza novedosa que irrumpi¨® dram¨¢ticamente junto con la guerra del Golfo: la retransmisi¨®n televisiva, en directo, de las operaciones b¨¦licas.
El mundo supo del inicio de los ataques aliados sobre Bagdad por las c¨¢maras y comentarios desde la azotea del hotel Rashid, gracias a los equipos de la CNN, la ¨²nica cadena de televisi¨®n que fue capaz de retransmitir sin interrupciones la primera noche del conflicto.
Una docena de a?os despu¨¦s, el nuevo conflicto del Golfo tendr¨¢ lugar en una atm¨®sfera de "cruzada contra el terrorismo" iniciada por George W. Bush y un creciente antiamericanismo en casi todo el mundo ¨¢rabe. La CNN ha perdido la exclusividad. Habr¨¢ otra cadena v¨ªa sat¨¦lite que retransmita el color verde de la guerra nocturna en directo.
En esta nueva guerra sin fecha de comienzo, las im¨¢genes de las v¨ªctimas iraqu¨ªes que ofrecer¨¢ ahora la cadena Al Yazira a todos los ¨¢rabes del planeta pueden convertir a Estados Unidos en su propio y peor enemigo. Quiz¨¢ Washington no ha tenido tiempo de aprender esta lecci¨®n, indica un analista del norteamericano Centre for Strategic and Budgetary Assessments.
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