Mascarada
Se?or defensor del Pueblo:
Trabajo como t¨¦cnico de fusi¨®n nuclear, aunque lo m¨ªo es el teatro. Dios me dio una vena histri¨®nica que jam¨¢s entendieron los cazadores de talentos. Carezco de ambiciones art¨ªsticas, se?or M¨²gica, pero cada a?o me doy un homenaje en Carnaval para aliviar frustraciones esc¨¦nicas. Me disfrazo a conciencia. Amparado en el anonimato y el delirio, ayer irrump¨ª en la v¨ªa p¨²blica convertido en la ministra Ana Palacio. Hasta el espejo se qued¨® estupefacto. Una copia perfecta, don Enrique. Pero tanta exquisitez acab¨® en comisar¨ªa. No es que yo le pida a usted que me saque las casta?as del fuego. S¨®lo le ruego que escuche mis lamentos y humille a quienes osaron arremeter contra el sagrado derecho de ser otra persona una vez al a?o. La Constituci¨®n me ampare.
?ste es el resumen de los hechos. La presunta Ana Palacio sali¨® de su domicilio a las 19.30. Iba estupenda, con esa melena memorable que copi¨® de Krasty, el de los Simpson, con esa chalina vaporosa, ese andar inquieto, esa mirada jesu¨ªtica perdida en lontananza, esa evanescencia, esa perplejidad. Bueno, pues de esa guisa me plant¨¦ en la misa vespertina de los sacramentinos. Siempre pruebo mis disfraces en un acto lit¨²rgico. Si la gente no se muere de risa, es que la cosa va bien, que das el pego. Me coloqu¨¦ en el primer banco de la iglesia, orgulloso de mi farsa.
El cura no me quitaba ojo. Le dijo no s¨¦ qu¨¦ al o¨ªdo al monaguillo, quien, a su vez, transmiti¨® el mensaje a la organista. Y luego, al rev¨¦s, desde la organista hasta el sacerdote, el cual me mir¨® enigm¨¢ticamente. En la homil¨ªa me puso a caldo y me acus¨® de contravenir las directrices de la Santa Sede en lo referente a la guerra de Irak. Tras unos momentos de confusi¨®n, me cre¨ª que era la aut¨¦ntica Ana Palacio y no me pude contener ante las insidias vertidas por el cl¨¦rigo contra el presidente del Gobierno. Cuando volv¨ª a ser yo, me quit¨¦ la peluca, despotriqu¨¦ contra la guerra y me detuvo un comisario que estaba en misa. Una se?ora se orin¨® de risa. Un anciano fue llevado a urgencias por la misma raz¨®n. Y ahora me quieren colgar el muerto, se?or M¨²gica. Ya no me vuelvo a disfrazar, lo prometo.
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