Pe Cas Cor
Hay un dolor sobrehumano (o acaso fieramente humano y es de ¨¢ngel, como sinti¨® Blas de Otero, otro poeta imp¨ªo que se encaraba a Dios) que conduce a quienes lo padecen a la autodisoluci¨®n. Muchos son poetas. Todos, raros. El emocionante Ep¨ªlogo a la reciente edici¨®n de los Poemas encadenados (1977-1987) de Pedro Casariego C¨®rdoba (Pe Cas Cor), publicados por Seix-Barral, lleva por t¨ªtulo, precisamente, Elogio de lo raro, y est¨¢ firmado por Pedro Casariego H.-Vaquero, padre casi hom¨®nimo y arquitecto recientemente disuelto hacia el espacio, insondable a¨²n a su oficio, del m¨¢s all¨¢ por obra y gracia de la mano de Dios, el que "castiga y perdona porque s¨ª", el inmisericorde, el caprichoso, el de La risa de Dios que Pe Cas Cor, el raro, imp¨ªamente encaden¨® a los versos de su debilidad en 1978. Hay una lucidez que convierte el m¨¢s ac¨¢ en intolerable a algunos y que es una parad¨®jica explosi¨®n Big Bang a trav¨¦s de la cual ¨¦se se vuelve prodigioso y crea, por ejemplo, el azul y despu¨¦s desaparece para siempre. "Lo raro es aquello que se distingue de lo dem¨¢s, y cuando se ve acompa?ado de virtudes poderosas provoca una tensi¨®n creadora que pone en marcha el Universo. (...) Yo tuve un hijo raro", elogia el arquitecto.
Raro, como ya advert¨ªa, al igual que de otros siete poetas (Miguel ?ngel Bernat, Blai Bonet, Teresa Gracia, Juan Hidalgo, Carlos Oroza, Joseba Sarrionand¨ªa y Eduardo Scala), la antolog¨ªa Ocho poetas raros de Jos¨¦ Mar¨ªa Parre?o y Jos¨¦ Luis Gallero que en 1992 public¨® ediciones ?rdora. Raro porque en ¨¦l coinciden la belleza y el espanto de la vida ("El mundo me parece algo espl¨¦ndido y repugnante"). Raro porque se encerraba en casa y en s¨ª mismo y alcanzaba, casi, a ser el ¨²nico artista manifiestamente concebible por ¨¦l: el interior, el silencioso, el impert¨¦rrito, el que calla, el que no otorga, el que no traiciona ("Un hombre inteligente se hace pr¨ªncipe del silencio"). Raro porque, al tiempo, se traicionaba una y otra vez creando un universo, una obra (c¨®mo despreciar¨ªa esta palabreja) de car¨¢cter ¨²nico como pocas, experimental, descarada, extraordinariamente lib¨¦rrima, desesperadamente pura ("Me gusta el artista que no hace lo que denominamos obra de arte"). Raro porque desde las m¨¢s subterr¨¢neas galer¨ªas se encar¨® al Dios culpable de su angustia con un sentido del humor que le garantiz¨® la derecha del padre ("Mi angustia / es el eco / de la risa de Dios") y con un sentido del amor redentor ("La salvaci¨®n de tu boca desenmascar¨¢ndome / me duele tanto / tanto me abre") que le abri¨® todas las puertas azules y temblorosas del cielo ("Oh Wataksi... por ti hago traici¨®n a mi silencio"): "Soy un hombre puro y hura?o, / pero no soy amigo de Dios. / Reconozco, sin embargo, / que me gustar¨ªa hacerme una foto con ?l, / aunque s¨®lo fuera para salir en el peri¨®dico / y dejarte boquiabierta a ti".
Pedro Casariego C¨®rdoba se suicid¨® el 8 de enero de 1993. Pe Cas Cor muri¨® "mordido por un tren hambriento". El poeta raro se tom¨® la supina libertad de levantar la mano sobre s¨ª mismo, como lo llama Jean Am¨¦ry en su Discurso sobre la muerte voluntaria (Pre-Textos, 1999). No creo que casualmente, el mismo Jos¨¦ Luis Gallero que antolog¨® despu¨¦s a los poetas raros lo hab¨ªa hecho en 1989 con los poetas suicidas, desde Chatterton a Beppe Salvia, pasando por Georg Trakl y Maikovski, por Cesare Pavese y Sylvia Plath, por Paul Celan y Alejandra Pizarnik. Pedro Casariego a¨²n no estaba entre ellos, pero, como apuntaba Gallero en la introducci¨®n de entonces, "la poes¨ªa es una de los muchos caminos por los que un hombre arriesga su vida... y anhela la eternidad, es decir, la sensaci¨®n de ese instante en el que todo ha entrado juego". Esta palabra, juego, la us¨® Nicol¨¢s Casariego recordando a su hermano en el C¨ªrculo de Bellas Artes al dar la bienvenida, "como una fiesta a¨²n sin sonrisas", a esa reuni¨®n casi total de su poes¨ªa. "No puede decirse que la vida de mi hermano Pedro fuera muy feliz, pero s¨ª que fue muy intensa", dijo, a su vez, Mart¨ªn, miembro tambi¨¦n de ese clan literario o saga familiar o empresa en la ficci¨®n o, en definitiva, Sociedad Imaginada que constituyen los hermanos Casariego. Por su ausencia, se refiri¨® a la felicidad. Entonces yo s¨ª sonre¨ª al recordar a Pe Cas Cor: "La felicidad es un ¨¢ngel avejentado que a veces contesta. Porque la felicidad tambi¨¦n es un ¨¢ngel aburrido". ?Raro?
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