A nuestros lectores
Hubo una ¨¦poca, siniestra, en la que Blum era "un hombre al que hab¨ªa que fusilar por la espalda". La nuestra, por medio de un incre¨ªble desencadenamiento de odio, relevado hasta hartarse, ha abierto fuego sobre Le Monde. Con un arma: la calumnia. ?Acaso imaginan que con un libro venenoso, que acarrea en desorden el resentimiento y la devoci¨®n desencantada, pueden desestabilizar una comunidad de trabajo que cuenta con muchos miles de empleados? Por supuesto que no. Mi primera preocupaci¨®n fue tambi¨¦n, desde la publicaci¨®n del libro de Pierre P¨¦an y Philippe Cohen, reunirme en primer lugar con los obreros, los empleados, los ejecutivos y los periodistas de Le Monde, y m¨¢s tarde con el personal del grupo de diarios del Midi Libre, a fin de escuchar y responder a las inquietudes suscitadas por la agresi¨®n que sufrimos, y a las preguntas nacidas de un mejunje construido a base de insinuaciones e injurias, difamaciones y acusaciones delirantes.
S¨ª, el peri¨®dico, toda la familia de Le Monde se ha sentido herida, injuriada, humillada. Ten¨ªamos en primer lugar necesidad de reafirmar nuestra cohesi¨®n, oponer nuestra realidad y nuestra fuerza colectiva a esta evidente voluntad de separar a una direcci¨®n de aquellas y aquellos que la honran con su confianza. Pero, m¨¢s all¨¢ de esto, ?basta la buena fe, nuestra buena fe, frente a tanta mala fe, frente a los argumentos sesgados, frente al veneno destilado en cada p¨¢gina? Se puede dudar de ello leg¨ªtimamente, puesto que se sabe que una obra que pon¨ªa en duda el atentado terrorista dirigido contra el Pent¨¢gono el 11 de septiembre de 2001 ha podido venderse por cientos de miles de ejemplares. Sabemos que lo propio de la calumnia no es exigir explicaciones. Su ambici¨®n es ensuciar, destruir. Cada respuesta, en este juego confuso y perverso, entra?a as¨ª una nueva pregunta. Es este triste gui¨®n el que se est¨¢ desarrollando, ilustrado por aquellos que han elegido dar la mano a nuestros agresores. La justicia decidir¨¢.
Sin embargo, nuestro deber es volver ante nuestro ¨²nico juez, aquel para el que se consagra una colectividad desinteresadamente, a saber: nuestras lectoras y nuestros lectores, que tantas veces nos han manifestado su confianza y solidaridad. Y que cada vez son m¨¢s numerosos. D¨¢ndoles no una respuesta, sino los elementos de informaci¨®n indispensables tanto sobre la marcha real de la empresa Le Monde como sobre la cobertura de la actualidad que ha asegurado en el transcurso de los ¨²ltimos a?os, para responder a aquellas y aquellos que han podido quedar turbados por tanto lodo vertido sobre nuestro peri¨®dico.
Nuestra adhesi¨®n y respeto por el debate p¨²blico no es lo que se discute. Somos uno de sus instrumentos. Ser¨ªa poco oportuno de nuestra parte recusarlo en el momento en que surge contra nosotros. El debate, s¨ª. La calumnia, ?no! Ahora bien, en un sentido m¨¢s amplio, ¨¦sta interpela sobre el estado de nuestra sociedad. ?Es tan pr¨®spera la prensa? ?Tan numerosos los diarios de calidad que se puedan permitir intentar hundir a uno de los principales? Cuando la tormenta se abate sobre un bosque, el ¨¢rbol m¨¢s grande es el que resulta alcanzado por el rayo. Si llega a incendiarse, es todo el bosque el que arder¨¢. Francia est¨¢ considerada ya como una triste excepci¨®n en Europa, donde todos nuestros vecinos pueden enorgullecerse de tener diarios pr¨®speros, unidos a grupos de lectores bastante m¨¢s importantes. ?Qu¨¦ fiebre inspira a nuestros detractores? ?Aspiran a m¨¢s libertad, o por el contrario, a una ceguera democr¨¢tica inquietante? ?La cr¨ªtica leg¨ªtima, o bien la cantinela posmoderna del "todos podridos" que inspira a una parte nada despreciable de nuestra sociedad?
Le Monde, contrariamente al t¨®pico, no es una instituci¨®n. No somos ni la Academia Francesa, ni la Universidad de la Sorbona, ni el portaaviones Charles de Gaulle, poseedores de la riqueza de la naci¨®n. Somos una empresa, que vive en un entorno econ¨®mico dif¨ªcil, como todas las empresas de prensa. Somos tambi¨¦n una empresa fr¨¢gil, por ser independiente. Entonces, ?a qui¨¦n se ataca? A la empresa de prensa editorialmente m¨¢s libre y econ¨®micamente m¨¢s transparente. Pero tambi¨¦n una empresa que se vale de su identidad social, del lugar decisivo que ocupa en ella nuestro personal tanto en la definici¨®n de su estrategia como en el control de la aplicaci¨®n de ¨¦sta por sus dirigentes y del respeto debido a sus organizaciones sindicales. Es tambi¨¦n un peri¨®dico que lucha, junto a otros, para que se mantenga el sistema cooperativo de distribuci¨®n de la prensa, nacido de la Liberaci¨®n, que garantiza su pluralismo, y que algunos quieren hundir.
Pero, por encima de todo, su editor, Claude Durand, lo denuncia claramente en el semanal Le Point: se trata de "parar los pies al poder que se arrogan los periodistas y a la constituci¨®n de un grupo de prensa de opini¨®n expansionista". Todo se ha dicho, en efecto, sobre los objetivos b¨¦licos de aquellos que atacan a Le Monde.
?Parar los pies? Nuestros lectores lo saben: el peri¨®dico nunca ha sido ni se convertir¨¢ en el peri¨®dico de la raz¨®n de Estado. Seguir¨¢ obedeciendo a su propia l¨®gica, la de la informaci¨®n. ?M¨¢s rigurosa? Por supuesto. Pero tambi¨¦n m¨¢s justa, m¨¢s atenta a las personas, puesto que debemos guardarnos de infligir a otros los m¨¦todos que hoy nos infligen.
?Un grupo? Estamos en ello, lo construimos. De antemano tiene fama de "peligroso", m¨¢s peligroso que los que existen, cuando, libre de toda influencia, s¨®lo puede ofrecerles la exigencia, la profesionalidad, la inteligencia de sus periodistas y la calidad y fuerza de su pluma. ?Qu¨¦ temen, pues, aquellos que desear¨ªan hacernos entrar en vereda?
A nuestras lectoras y nuestros lectores, que saben que no obedecemos a otro mandamiento que el que nos impone la calidad de la informaci¨®n que les debemos, a todas aquellas y aquellos que saben que hemos construido y que mantenemos vivo, para proteger la independencia de nuestros periodistas, un sistema que nos es propio, un sistema que est¨¢ precisamente fuera del sistema, a salvo de presiones, tomando ejemplo ya que somos denunciados como "xen¨®fobos" de un pueblo vecino y amigo, puedo asegurarles que "resistiremos".
Jean-Marie Colombani es el director de Le Monde. Este art¨ªculo fue publicado ayer en el diario franc¨¦s.
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