"A veces aspiras a detenerte y mirar sin pintar. Y eso s¨®lo se conquista con la escritura"
La vida de otros -su muerte, en este caso- puede ser un pretexto para hablar de la propia existencia o tambi¨¦n de las ocultas obsesiones. El pintor Eduardo Arroyo (Madrid, 1937) ha convocado a Goya, Walter Benjamin y Lord Byron para escribir sobre el exilio, sobre el arte apurado de los ¨²ltimos d¨ªas, el suicidio ante un mundo insoportable y sobre el car¨¢cter triste y heroico del boxeo. El Tr¨ªo Calaveras es un libro escrito en trenes y hoteles, que es donde realmente se puede reflexionar, seg¨²n Arroyo. "Este libro es una especie de merodeo donde se mezclan muchas sensaciones".
PREGUNTA. ?La idea de reunir estos tres personajes en un libro surgi¨® desde un principio o uno fue llevando al otro?
RESPUESTA. Empec¨¦ a escribir el libro en Salzburgo, en 1999, en el hotel donde se suicid¨® Jean Am¨¦ry. Los tres son personajes completamente desplazados que terminan por morir en sitios imprevisibles. Son adem¨¢s personajes rotundos, inquietantes, a los que siempre he admirado. Es un tr¨ªo significativo para m¨ª, es mi Tr¨ªo Calaveras.
P. El tema que recorre todo el libro es el de la muerte, pero tambi¨¦n tiene algo de autobiogr¨¢fico.
R. Es un libro en el que aparecen muchas cosas de m¨ª, que no son las m¨¢s evidentes. Algunos me consideran vitalista, otros fr¨ªvolo, pero tambi¨¦n soy catastrofista y melanc¨®lico. Quiz¨¢ por eso el libro emana un olor sulf¨²rico a muerte y tambi¨¦n est¨¢ impregnado de cierta melancol¨ªa.
P. La portada es una mosca, un s¨ªmbolo fat¨ªdico en la historia de la pintura, y menciona a menudo el "para¨ªso de las moscas" .
R. A m¨ª me apasionan las moscas en la pintura. Yo he pintado muchas moscas y ¨¦stas a veces ven¨ªan atra¨ªdas al cuadro mientras yo pintaba, por el olor a trementina y ¨®leo. Es un s¨ªmbolo que despierta mi curiosidad cuando lo encuentro en algunos cuadros. Y luego, lo del "para¨ªso de las moscas" es mi definici¨®n de Espa?a. Sobre todo porque en mi infancia hab¨ªa muchas moscas, muchas m¨¢s que ahora.
P. Usted dice que cuando escribe sobre la idea de un cuadro, luego ya no tiene ganas de pintarlo. ?La escritura le permite llegar m¨¢s lejos que la pintura?
R. No suelo hablar sobre pintura. Si ya he hablado sobre un cuadro para qu¨¦ lo voy a pintar. Es mejor guardar cierto secreto porque si no los cuadros no se producir¨ªan. Ahora bien, hay cosas que no se pueden pintar y cosas que no se pueden escribir. Creo que mi pintura est¨¢ impregnada de literatura. De hecho, paso mucho m¨¢s tiempo en las librer¨ªas que en los museos. Soy un pintor que escribe y vivo esa enso?aci¨®n literaria. A lo que aspiras en determinado momento es a pararte un momento y mirar, mirar sin pintar. Y eso se conquista s¨®lo con la escritura. En general se trata de la conquista del lenguaje, la lenta y dolorosa conquista de un lenguaje pict¨®rico o literario. Una batalla que nunca voy a ganar, pero eso no me impide intentarlo cada ma?ana.
P. Al principio del libro se pregunta por el color de Espa?a, el negro, que Goya revela a trav¨¦s del contraste entre sol y sombra en la tauromaquia.
R. Espa?a ya no tiene ese color sotana que yo describo, pero s¨ª es todav¨ªa algo bastante intenso y dram¨¢tico, pese a los cambios que ha habido en los ¨²ltimos a?os. Es algo que est¨¢ en la historia, en la literatura y en nosotros mismos. Se ha escrito mucho sobre Goya, pero creo que incluyo cosas que me pertenecen, es un arranque que abre las puertas a los otros personajes.
P. Goya le da pie para contar la parte m¨¢s oscura y sangrienta de Espa?a; Benjamin le sirve para hablar de una serie de suicidios de intelectuales y artistas, y a trav¨¦s de Byron recorre las tumbas de boxeadores.
R. Soy un buen visitante de cementerios, como Byron. Hay algo entre el poeta y el boxeador, y entre el pintor y el boxeador. Son personajes muy fr¨¢giles que merecen morir abrazados. Con Benjamin he aprovechado para hablar de gente que se suicid¨® porque no fue capaz de superar el caos y el cataclismo del nazismo. Gente que no pudo soportar la terrible culpa de haber sobrevivido, como Primo Levi, Jean Am¨¦ry o Hansmeyer. Ese dolor siempre me ha impresionado y fascinado. He le¨ªdo mucho sobre suicidas.
P. En el libro se califica a s¨ª mismo, con iron¨ªa, como pintor de historia e historias.
R. Es una autoiron¨ªa, claro. Ha habido muchos malos cuadros de historia y algunos geniales, como los de Delacroix, Courbet o G¨¦ricault. Es un terreno narrativo muy amplio y s¨ª, en cierto sentido me reconozco como pintor de historia e historias.
El Tr¨ªo Calaveras. Taurus. Madrid, 2003. 197 p¨¢ginas. 18 euros.
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