En la selva oscura de la existencia
Con toda probabilidad", dice, en la espl¨¦ndida novela El libro de las pruebas (Anagrama) de John Banville, el asesino narrador, "ella ser¨¢ la ¨²ltima mujer con la que he hecho el amor. ?Amor? ?Puedo llamarlo as¨ª? C¨®mo iba a llamarlo de otra forma. Tuvo fe en m¨ª. Oli¨® la sangre y el horror pero no retrocedi¨®, sino que se abri¨® como una flor y dej¨® que descansara en ella durante un instante, con el coraz¨®n que me temblaba, mientras intercambi¨¢bamos, sin palabras, nuestros secretos. S¨ª, la recuerdo. Me ca¨ªa, y ella me agarr¨®".
Para muchos personajes de John Banville -considerado por el gran e intransigente George Steiner el mayor novelista vivo en lengua inglesa-, vivir quiere decir caer, esconderse, huir, perderse. As¨ª les ocurre, de diversas formas, al protagonista de El libro de las pruebas (1989), su obra maestra, al ambiguo y siniestro cr¨ªtico de arte de Athena (1995), absorbido por los remolinos de un amor insostenible y abusivo como la vida misma, o al esp¨ªa desenmascarado de El intocable (1997, Anagrama), que reelabora y reinventa la historia de los famosos "esp¨ªas de Cambridge" y Anthony Blunt; as¨ª les ocurre a los misteriosos fugitivos en su incierta isla de Ghosts (1993) y al actor que, en Eclipse (2000, Anagrama), se retira y desaparece in¨²tilmente en una casa tan espectral como los fantasmas que le acosan y como la pena que le atormenta por la locura de la muerte de su hija.
Banville captura con intensidad devastadora los mecanismos fundamentales del hombre y el mundo
Banville es grande porque desciende a los confines m¨¢s oscuros de la existencia, se enfrenta con la Medusa sin nombre de la abyecci¨®n y la tragedia, pero conserva un sentido profundo e indestructible de lo humano, sus afectos y sus valores, la fraternidad existencial. A menudo, sus personajes sucumben al mal y a s¨ª mismos, pero en su ca¨ªda reluce, como un rel¨¢mpago gris y abrasador, un significado extremo e irreductible de la vida. En este escritor irland¨¦s, que dirige desde hace muchos a?os las p¨¢ginas literarias de The Irish Times y se revel¨® como un cr¨ªtico muy agudo, que vive en la punta norte de la bah¨ªa de Dubl¨ªn, junto a los m¨ªticos lugares joycianos, y que se sit¨²a "entre Joyce y Beckett", aunque destaca la influencia de Nabokov, hay algo que recuerda -pese a la dr¨¢stica diferencia de temas y estilos- a Joseph Conrad, su capacidad de hacer comprender qu¨¦ son cosas como el valor, la fidelidad, el amor, mediante el relato de historias de vileza, traici¨®n e infamia.
Banville -observa Licia Governatori, la original estudiosa solitaria que desapareci¨® hace un a?o- escribe en "angloirland¨¦s", es decir, en una lengua subterr¨¢neamente influida por formas y modos del ga¨¦lico, metabolizados en un ingl¨¦s onexorable y sangu¨ªneo. Sus primeras novelas -Long Lankin (1970), Nightspawn (1971) y Birchwood (1973)- son de ambiente irland¨¦s, un ambiente muy lejano a la Irlanda tradicional y seductora de los prados verdes y las j¨®venes de cabellos rojos que tanto molestaba a Bobi Bazlen, una Irlanda rural y obsesionada por sus propias ra¨ªces y que desde hace a?os, por suerte, ha dejado pr¨¢cticamente de existir. Ya en estas obras que todav¨ªa est¨¢n lejos de sus posteriores obras maestras, Banville se sumerge en el mundo, lo capta con un realismo f¨ªsico y preciso en su concreci¨®n corporal y, al mismo tiempo, lo trastoca con una luz visionaria.
En estas primeras novelas apa-
recen sus personajes apasionados, vulnerables y siniestros, sus historias de sombra y duplicidad; muchas veces, los sucesos los cuenta -como se ver¨¢ m¨¢s tarde, con enorme fuerza po¨¦tica- un yo narrador, una voz oscura en la que parece hablar con m¨¢s libertad la propia vida, primitiva, violenta e indefensa, y que el escritor escucha y anota con meticulosidad y asombro, identificado y, a la vez, extra?ado. La obsesi¨®n por lo falso est¨¢ presente en Birchwood, en la que el protagonista-narrador busca su identidad y su alteridad en el gemelo desaparecido, un tema que, en Italia, est¨¢ muy presente en la narrativa de Giorgio Pressburger.
En la obra de Banville hay un giro constituido por la tetralog¨ªa sobre la ciencia, dedicada a cuatro cient¨ªficos y cosm¨®logos: Cop¨¦rnico (1976, Edhasa), Kepler (1981, Edhasa), La carta de Newton (1982, Edhasa) y Mefisto (1986, El Aleph); esta ¨²ltima se basa en un personaje vagamente inspirado en Einstein. El escritor combina de forma magistral realidad y fantas¨ªa para narrar grandes aventuras cognoscitivas que han transformado el mundo y su imagen, pero las inserta en la realidad polvorienta y atormentada de lo vivido, donde el rigor de la ciencia y el desaf¨ªo de la investigaci¨®n se entremezclan con la ambig¨¹edad de la vida y las pasiones. As¨ª, las novelas sobre Kepler o Newton se convierten en relatos del descubrimiento de unos nuevos ¨®rdenes del mundo y unos des¨®rdenes del coraz¨®n, mientras que la estructura narrativa se va hace cada vez m¨¢s compleja, un juego de variaciones musicales que funde la m¨²sica de las esferas celestes y los humildes sonidos de la vida cotidiana, que entrelaza tiempos y ¨¦pocas diversas y se mueve en la frontera entre lo expresable y lo inexpresable, siempre con una pietas amorosa y part¨ªcipe hacia el anhelo de vivir.
Ahora bien, su verdadera categor¨ªa de gran escritor la ha adquirido Banville con sus ¨²ltimas novelas, como El libro de las pruebas El intocable, Athena o Eclipse. Son libros que registran la intensidad, la seca poes¨ªa y la violencia con la que se adentran en los meandros m¨¢s oscuros de la existencia y la pasi¨®n, enfrent¨¢ndose a la nada y el mal "inerte, neutro, autosuficiente" -que envuelve a los hombres y se insin¨²a, impalpable como el polvo, en sus corazones y sus mentes-, pero que resalta el encanto misterioso de la vida y la humanidad fraternal de la que son capaces, pese al mal y el dolor, los hombres.
Fascinado por el arte figurativo -que aparece con insistencia en sus p¨¢ginas, como una revelaci¨®n y, al mismo tiempo, un ocultamiento de la verdad de la vida-, Banville est¨¢ lleno de fuerza en la trama general y, sobre todo, en los detalles, que capturan con una intensidad sobria y devastadora varios mecanismos fundamentales del hombre y el mundo. Sus personajes, como se dice en El libro de las pruebas se encuentran con frecuencia en la proa de una nave que se hunde pero, mientras se sumergen, entrev¨¦n una nueva tierra que aparece. He encontrado muchas veces a ese hombre fraterno y de una autenticidad radical y sobria: en Dubl¨ªn, Londres, Trieste, Tur¨ªn, donde buscaba las calles por las que hab¨ªa vagabundeado y se hab¨ªa precipitado a la locura Nietzsche, destrozado por una enorme tensi¨®n y una compasi¨®n acuciante hacia el sufrimiento, en vano apagada por la exaltaci¨®n de la fuerza y la potencia. La mirada de sus personajes, como dice una p¨¢gina de Eclipse, es como la que "se puede recibir a trav¨¦s del casco de un buzo si se le quita el tubo que le permite respirar". Pero este escritor, capaz de descender a las tinieblas, es uno de los pocos capaces de contar qu¨¦ pueden ser el amor, la amistad y la ternura en el coraz¨®n del ser humano.
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