El mundo que ya no es
Sin novedad ayer en Nueva York. Posiciones conocidas e informes que nada han de cambiar las mismas. Ahora todo se reduce ya a un procedimiento tan simple como tr¨¢gico. El Consejo de Seguridad llega a un acuerdo para permitir a Estados Unidos tener cobertura internacional para su intervenci¨®n, o Washington la har¨¢ con aquellos pa¨ªses dispuestos, miembros o no. Los diversos vetos con que se amenaza tendr¨¢n el ¨²nico efecto de dinamitar a dicho consejo y no ahorrar¨¢n ni una muerte en la intervenci¨®n, y dejar¨¢n a Francia, a Rusia y a China m¨¢s irrelevantes de lo que son hoy ante las grandes decisiones. Puede que alg¨²n d¨ªa dejen de serlo, pero en la actualidad todos ellos s¨®lo tienen el dilema entre romperse una mano o los dos pies. Washington ha recurrido a ese derecho a la autodefensa que tantos de sus ciudadanos utilizaron durante su historia para saldar cuentas sin estar en peligro alguno. Pero la percepci¨®n del riesgo es el miedo, y ¨¦se es libre, puede fomentarse y agitarse, incluso simularse, y todos saben que los fines de esta guerra van mucho m¨¢s all¨¢ de los objetivos planteados, por cierto, en continua variaci¨®n.
La paz ser¨ªa gratis si una de las partes, Irak, no quisiera pelear. Tendr¨ªa muchos motivos de peso para no hacerlo. Su lucha no tiene ninguna posibilidad de ofrecer la m¨ªnima resistencia a la maquinaria militar norteamericana. Y, sin embargo, la actitud de Irak sigue siendo hoy en el fondo tan desafiante como la que pudiera adoptar un adversario convencido de que puede infligir suficiente da?o al enemigo como para hacerle pagar cara su intervenci¨®n. Sin haber comenzado la guerra, su ¨¦xito ya es muy considerable. Ha hecho saltar por los aires todos los foros de cooperaci¨®n internacional surgidos tras la II Guerra Mundial y, con la t¨¢ctica de darles a los inspectores un d¨ªa un par de tuercas y al otro parte de un motor de misil o un bid¨®n donde dicen pudo haber ¨¢ntrax, que por supuesto Sadam Husein habr¨ªa decidido destruir despu¨¦s de pasar toda su existencia gastando ingentes cantidades de dinero y esfuerzos para conseguir estos venenos y portadores para los mismos, ha logrado convencer a todos los bienpensantes de este mundo de que tras 12 a?os de mentira, justo ahora ser¨¢ posible convencer al s¨¢trapa de que debe adoptar actitudes propias de un concejal social-liberal de Basilea.
Entre los dirigentes norteamericanos, con su pol¨ªtica de arrogancia obscena, continuas cabriolas err¨¢ticas y falta de profesionalidad, y los europeos, con su desuni¨®n, su hipocres¨ªa, su impotencia y permanente actitud de repelente ni?o Vicente, nos han sumido en la crisis de seguridad m¨¢s grave desde el final de la II Guerra Mundial. En eso estamos. Ya s¨®lo una r¨¢pida intervenci¨®n militar y un razonable escenario de posguerra pueden salvarnos. Lo primero pueden hacerlo solos los norteamericanos. Lo segundo no. Por eso es imprescindible que los adversarios de ayer se salven mutuamente la cara. Porque si no, acabar¨¢n por romp¨¦rnosla a todos a medio plazo en ese mundo que no han inventado, pero que ya no ser¨¢ el mundo en el que nacimos las generaciones vivas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.