Terrorismo y torturas
La denuncia p¨²blica de malos tratos y torturas por parte del director de Egunkaria ha a?adido tensi¨®n a una atm¨®sfera ya muy cargada por el cierre cautelar de ese diario en lengua vasca, ordenado por el juez que investiga su posible relaci¨®n con tramas financieras y de comunicaci¨®n de ETA. La cuesti¨®n de la tortura, tema de gran actualidad en los a?os de la transici¨®n, y todav¨ªa en los ochenta, hace tiempo que hab¨ªa quedado reducida a una apelaci¨®n ritual, y poco cre¨ªble, de los medios de propaganda de ETA y su entorno. Pocas cosas agradecer¨ªa tanto la debilitada ETA actual como un reverdecimiento de la cuesti¨®n.
Sobran motivos para desconfiar de las denuncias del entorno de ETA. Se sabe que la direcci¨®n de la banda ordena a los suyos denunciar torturas siempre que sean interrogados por cualquier cuerpo policial. En el caso del director de Egunkaria, Martxelo Otamendi, se a?ade la incongruencia de denunciar ante la prensa lo que se resiste a denunciar ante el juez. Extender la sospecha contra las fuerzas de seguridad de un Estado democr¨¢tico sin riesgo de que una investigaci¨®n descubra la falsedad de las denuncias revela un comportamiento ventajista, inaceptable en un Estado de derecho. Y es falaz alegar que no sirve para nada recurrir a los tribunales: ha habido agentes procesados y condenados por torturas.
Pero si los ha habido, y si Amnist¨ªa Internacional ha constatado casos m¨¢s o menos aislados hasta fecha no lejana, es que la posibilidad de malos tratos o torturas no es inimaginable, algo imposible por definici¨®n, como parecen dar por supuesto los ministros de Interior y Justicia. Es cierto que la carga de la prueba corresponde a quien acusa, pero la prudencia pol¨ªtica aconsejar¨ªa no descartar extralimitaciones por parte de funcionarios. La legislaci¨®n espa?ola es de las m¨¢s garantistas en relaci¨®n a los detenidos acusados de terrorismo, en particular por la asistencia letrada desde el momento de la detenci¨®n y la visita diaria del m¨¦dico forense. De ah¨ª que ninguna organizaci¨®n seria de derechos humanos o de juristas otorgue credibilidad a la acusaci¨®n de los medios pr¨®ximos a ETA de que se sigue torturando de manera sistem¨¢tica, "como en el franquismo"; pero eso no signifiuca descartar la posibilidad de casos aislados.
Hay una enorme hipocres¨ªa en los gobernantes nacionalistas de Euskadi, que dicen dar credibilidad a las denuncias de Otamendi apenas una semana despu¨¦s de haber anunciado medidas contra las falsas denuncias de torturas planteadas por el entorno etarra contra la Ertzaintza. Pero el relato del director de Egunkaria -las vejaciones de car¨¢cter hom¨®fobo, la pr¨¢ctica de la bolsa- es compatible con la ausencia de huellas f¨ªsicas de malos tratos constatada por el forense, que visit¨® al detenido cada d¨ªa. Lo prudente ser¨ªa una investigaci¨®n sobre la acusaci¨®n de Otamendi, sin escudarse en la ausencia de denuncia formal para rechazarla. Y tomar medidas que refuercen las garant¨ªas del detenido si surgen dudas.
Porque lo que no resulta aceptable es considerar un mal necesario la pr¨¢ctica de la tortura cuando se trata de terrorismo, un tema que ha vuelto a plantearse tras el 11-S en pa¨ªses como Estados Unidos y Alemania. La experiencia indica que no se vence al fanatismo, cuya manifestaci¨®n extrema es el terrorismo, con discursos morales y tampoco con concesiones pol¨ªticas, sino con hechos que demuestren que no hay impunidad y que nunca alcanzar¨¢ por la violencia los objetivos que invoca. Es decir, con las armas del Estado de derecho. Pero s¨®lo con ellas. Intentar desbordar sus l¨ªmites mediante atajos como la guerra sucia o la tortura no garantiza mejores resultados en la lucha antiterrorista; al rev¨¦s, la experiencia ha demostrado que con frecuencia es un factor que favorece la reproducci¨®n generacional del terrorismo. La tortura no es eficaz, y aunque lo fuera, tambi¨¦n ser¨ªa inaceptable.
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