"Esto se nos ha ido de las manos"
Aznar estaba convencido de que Francia acabar¨ªa sum¨¢ndose a la coalici¨®n promovida por Bush
"El presidente tiene una visi¨®n", afirma uno de sus colaboradores en tono de confidencia. ?Cu¨¢l? "Cree que la ca¨ªda del Muro y los atentados del 11-S han barrido definitivamente el orden internacional de la guerra fr¨ªa y han inaugurado una nueva era en la que Espa?a, al contrario de lo que hizo en el siglo XX, no puede quedarse al margen, sino que debe estar en el bando ganador". ?Y qui¨¦n le ha inspirado esa idea? "Mucha gente. O sea, nadie en realidad", contesta un ministro. "Se la ha cocinado ¨¦l solo. Aznar es demasiado cesarista para dejarse influir por alguien en concreto. No te empe?es en buscar a un Schlesinger [historiador y asistente especial del presidente John F. Kennedy], porque no existe".
Ocho ministros y ex ministros avalaron en La Moncloa el giro de la pol¨ªtica exterior
Aznar calific¨® desde?osamente de 'francesada' la posici¨®n del Gobierno de Par¨ªs
"Francia colabora contra ETA, pero siempre pasa factura", seg¨²n un ex ministro
Don Juan Carlos: "Ten¨¦is que dialogar. El pa¨ªs tiene que estar unido"
El consejo de los ministros
Viernes 31 de enero de 2003. Al t¨¦rmino del Consejo de Ministros, Aznar recibe en La Moncloa a un selecto grupo de comensales. En teor¨ªa, han sido invitados los responsables de Asuntos Exteriores y Defensa con los Gobiernos de la UCD y el PP. En la pr¨¢ctica, ni est¨¢n todos los que son (se echa en falta a Alberto Oliart, el que mejores relaciones mantiene con el PSOE) ni son todos los que est¨¢n (acude Rafael Arias-Salgado, ex ministro de casi todo, salvo de la diplomacia y la guerra). En torno a la mesa se sientan Marcelino Oreja, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez Llorca, Arias-Salgado, Abel Matutes, Eduardo Serra, Josep Piqu¨¦, Federico Trillo-Figueroa y Ana Palacio. Para los presentes, est¨¢ claro que Aznar se ha propuesto impulsar un giro estrat¨¦gico de la pol¨ªtica exterior mantenida por Espa?a a lo largo de los ¨²ltimos 25 a?os y que ese giro le lleva a acercarse a Estados Unidos y a romper el cord¨®n umbilical con Francia y Alemania, los padrinos de su ingreso en la UE. "Aunque no estuviera de acuerdo con lo que hace, le apoyar¨ªa al cien por cien. Es la primera vez que un presidente espa?ol sabe lo que quiere en pol¨ªtica internacional y est¨¢ firme en sus convicciones". El que rompe el fuego es Marcelino Oreja, seg¨²n otro de los presentes. Los dem¨¢s abundan en los elogios. P¨¦rez Llorca y Matutes opinan que la guerra es inevitable y que la posici¨®n del Gobierno, aunque no resulte c¨®moda ni popular, es la acertada. Serra y Arias-Salgado abogan por dar prioridad al v¨ªnculo trasatl¨¢ntico, ya que Europa no puede construirse de espaldas a Estados Unidos. El primero agrega que Espa?a debe aprovechar esta "ventana de oportunidad" para dar un salto y adquirir m¨¢s peso en el concierto internacional. No se escucha ni una sola voz cr¨ªtica, aunque algunos invitados aconsejan hacer m¨¢s pedagog¨ªa ante la opini¨®n p¨²blica e intentar el consenso con la oposici¨®n. Ana Palacio, que se marcha precipitadamente para comparecer ante la Comisi¨®n de Exteriores del Congreso, apenas habla. Pero toma muchas notas.
Un asiento en la ONU
"Espa?a no puede desaparecer de nuevo de la escena internacional. Queremos que se nos tome en serio y participar en la toma de decisiones", afirma el presidente espa?ol en la entrevista que publica en su ¨²ltimo n¨²mero el semanario alem¨¢n Der Spiegel. Cuando Aznar se march¨® en junio de 2002 de la cumbre de Kananaskis (Canad¨¢), donde hab¨ªa puesto los pies sobre la mesa en torno a la que se sentaban los gobernantes m¨¢s poderosos del mundo, y cedi¨® el testigo de la presidencia europea a Dinamarca, volvi¨® a ser lo que siempre hab¨ªa sido: el primer ministro de una potencia media que, en las reuniones de la UE, habla en quinto lugar, despu¨¦s de Francia, Alemania, Reino Unido e Italia. Sin embargo, el 27 de septiembre, la Asamblea General de la ONU catapult¨® a Espa?a a uno de los 15 puestos del Consejo de Seguridad de la ONU. A partir del 1 de enero y durante dos a?os, Espa?a se sentar¨ªa en el ¨®rgano donde en teor¨ªa se decide el destino del mundo. No fue un regalo inesperado. Desde 1997, con tenacidad y paciencia, Aznar hab¨ªa trabajado con este objetivo. En cada viaje, en cada visita a Madrid de un mandatario extranjero, recolectaba un nuevo voto. As¨ª hasta 180 de 183 pa¨ªses presentes aquel d¨ªa en la sede de la ONU en Nueva York. Pero tambi¨¦n le ayud¨® la buena imagen exterior de Espa?a, su capacidad para llevarse bien simult¨¢neamente con Israel y la OLP, con Libia y EE UU, con India y Paquist¨¢n. "Un pa¨ªs que a nadie ofende y del que nadie tiene nada que temer", en palabras de un veterano diplom¨¢tico. En su nueva responsabilidad, Espa?a s¨®lo ten¨ªa una limitaci¨®n: la obligaci¨®n de intentar concertarse con los otros socios de la UE presentes en el Consejo de Seguridad (Francia, Alemania y el Reino Unido), impuesta por el Tratado de la Uni¨®n.
Electoralismo alem¨¢n
Tras escuchar de boca del presidente su declaraci¨®n de apoyo sin fisuras a la pol¨ªtica de Bush sobre Irak, uno de los periodistas que acudieron aquel 10 de septiembre de 2002 a desayunar a La Moncloa se aventur¨® a preguntarle por la actitud de Alemania y Francia. "La posici¨®n del Gobierno alem¨¢n es puramente electoralista y cambiar¨¢ despu¨¦s de las elecciones [previstas para el d¨ªa 22 de aquel mismo mes], tanto si gana Schr?der como, con mayor raz¨®n, si pierde". "?Y qu¨¦ har¨¢ Francia?", insisti¨® el periodista. "?Francesadas!", replic¨® desde?oso Aznar.
?D¨®nde est¨¢ el 'Charles
El ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa, sali¨® optimista de la reuni¨®n que mantuvo en M¨²nich con sus hom¨®logos de Francia y Alemania, Mich¨¦le Alliot-Marie y Peter Struck. Era el domingo 9 de febrero de 2003 y el veto de Francia, B¨¦lgica y Alemania manten¨ªa bloqueada en el Consejo Atl¨¢ntico la petici¨®n de apoyo a Turqu¨ªa promovida por EE UU, colocando a la OTAN en una crisis sin precedentes. El secretario general, Lord Robertson, lanz¨® un ¨®rdago e impuso el procedimiento de silencio, de modo que el apoyo a Turqu¨ªa se aprobar¨ªa autom¨¢ticamente si nadie lo romp¨ªa a la ma?ana siguiente. ?Alguien se atrever¨ªa a hacerlo? El optimismo de Trillo-Figueroa se esfum¨® cuando lo hizo B¨¦lgica, seguida de Francia y Alemania. No hubo acuerdo ese lunes, ni el martes, ni en toda la semana y Robertson se vio obligado a traspasar el tema al Consejo de Planes de Defensa, donde no se sienta Francia, para sortear su oposici¨®n.
de Gaulle'?
Pese a este rev¨¦s, el Gobierno segu¨ªa manteniendo que la posici¨®n de Francia era s¨®lo t¨¢ctica. "Los intereses franceses en Irak son demasiado importantes. Chirac no puede permitirse el lujo de quedarse al margen. Cuando obtenga de Estados Unidos las contrapartidas que busca, se pondr¨¢ a la cabeza del desfile", explicaba un ministro. En Defensa avalaban este pron¨®stico con un acertijo: ?D¨®nde est¨¢ el Charles de Gaulle [el m¨¢s moderno portaaviones franc¨¦s]? La respuesta era: navegando por el Mediterr¨¢neo, cada vez m¨¢s cerca del Canal de Suez, para llegar a tiempo al Golfo en cuanto Chirac diese por concluida su "francesada".
Desencuentro en Lanzarote
Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y Gerhard Schr?der ni siquiera se esforzaron en disimular que se detestan. El 11 de febrero de 2003, al t¨¦rmino de la cena que cerraba la primera jornada de la cumbre bilateral en Lanzarote, el canciller alem¨¢n se levant¨® sin tomar caf¨¦ y dej¨® al jefe del Gobierno espa?ol con la palabra en la boca. "No te preocupes", dijo Aznar a uno de sus colaboradores, "no es la primera vez que lo hace". Las relaciones de Espa?a con el gigante econ¨®mico de la UE, de ¨ªntima alianza en tiempos de Felipe Gonz¨¢lez y Helmut Kohl, han sufrido un profundo deterioro. Al menos, los fondos de cohesi¨®n est¨¢n asegurados hasta el a?o 2006 y a Aznar no le tocar¨¢ renegociarlos.
Peleas de familia
En la etapa de Fernando Mor¨¢n, primer ministro socialista de Asuntos Exteriores, se resucit¨® la expresi¨®n "pactos de familia", que los Borbones de ambos lados de los Pirineos utilizaron en el siglo XVIII. La idea era: la soluci¨®n de los grandes problemas de Espa?a (el terrorismo, la entrada en la UE) pasa por la buena vecindad con Francia. Pero Jacques Chirac no acogi¨® a Aznar como a un pariente cuando el pasado 27 de febrero acudi¨® al El¨ªseo, a pesar de que ambos pertenecen en teor¨ªa a la misma familia pol¨ªtica. Con los dos pa¨ªses abiertamente enfrentados en el Consejo de Seguridad de la ONU a prop¨®sito de Irak, el recibimiento fue g¨¦lido y la cortes¨ªa, la justa. "Los franceses entienden la relaci¨®n de familia en un solo sentido. Es verdad que colaboran en la lucha contra ETA, pero nunca se olvidan de presentar puntualmente la factura", comenta un ex ministro. "Cuando Aznar se sienta con Chirac, siempre acaba saliendo el negocio, mientras que con Blair puede hablar de pol¨ªtica, por eso se encuentra m¨¢s c¨®modo", agrega. Aunque Aznar y Blair tengan que recurrir al franc¨¦s para entenderse, lo que en Par¨ªs debe producir regocijo.
Polifon¨ªa europea
"Europa lleva a?os intentando hablar en el mundo con una sola voz, pero esa voz ?la debemos construir entre todos los europeos o nos la deben dictar s¨®lo unos pocos en acuerdos bilaterales?", se preguntaba ret¨®ricamente el ex ministro Eduardo Serra el pasado d¨ªa 11 en un art¨ªculo publicado por Abc. En La Moncloa no sent¨® bien que Chirac y Schr?der pactasen el 14 de enero, durante una cena en Par¨ªs, las l¨ªneas maestras de la reforma institucional de la UE; es decir, el reparto de poder en la futura Europa ampliada. "?Por qu¨¦ Chirac y Schr?der hablan en nombre de Europa y no pueden hacerlo Blair, Berlusconi y Aznar, que representan a m¨¢s ciudadanos europeos?", cuestionaba recientemente un ministro. El presidente espa?ol aguant¨® el envite y respondi¨® con buen talante. "La propuesta", dijo, "me parece apreciable, sin entrar en detalles y procedimientos. La idea de que haya una presidencia de la Uni¨®n... no voy a decir que sea socio fundador de la misma, pero, en fin, soy uno de los primeros", a?adi¨®.
En lo que Aznar no pudo reivindicar paternidad alguna fue en la solemne declaraci¨®n contra la guerra de Irak que los m¨¢ximos dirigentes de Francia y Alemania realizaron en Versalles el 22 de enero, para conmemorar el 40 aniversario de la reconciliaci¨®n entre sus dos pa¨ªses.
Esta declaraci¨®n fue utilizada por el Gobierno espa?ol para justificar a posteriori la carta que, firmada por Aznar y otros siete primeros ministros o presidentes europeos (Reino Unido, Italia, Portugal, Hungr¨ªa, Polonia, Dinamarca y Rep¨²blica Checa) public¨® el 30 de enero The Wall Street Journal y otros diarios, como EL PA?S. El texto, que el peri¨®dico estadounidense encarg¨® a Aznar, quien se ocup¨® junto a Blair de recabar las dem¨¢s firmas, abogaba por primar la relaci¨®n con EE UU sobre cualquier otra consideraci¨®n. "Hoy m¨¢s que nunca el v¨ªnculo trasatl¨¢ntico es una garant¨ªa de nuestra libertad [...] La relaci¨®n trasatl¨¢ntica no debe convertirse en una v¨ªctima de los constantes intentos del actual r¨¦gimen iraqu¨ª por amenazar la seguridad mundial", dec¨ªa la misiva.
La principal diferencia entre la declaraci¨®n de Versalles y la Carta de los Ocho era que, entremedio, los ministros de Asuntos Exteriores de la UE hab¨ªan alcanzado el 27 de enero un pacto de m¨ªnimos sobre la crisis de Irak. Es m¨¢s, mientras Palacio negociaba en Bruselas la declaraci¨®n com¨²n, Aznar ya hab¨ªa puesto en circulaci¨®n el borrador de la carta entre sus posibles firmantes. Ni el presidente de la Comisi¨®n, Romano Prodi, ni Mister PESC, Javier Solana, ni por supuesto Chirac o Schr?der fueron informados. Hab¨ªa nacido la "nueva Europa", en expresi¨®n del secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld.
Error de c¨¢lculo
"El PSOE va a quedarse solo", auguraba un ministro el pasado 12 de febrero. ?Solo? La oposici¨®n en bloque acababa de respaldar una moci¨®n en el pleno del Congreso que desautorizaba la pol¨ªtica del Gobierno sobre Irak. El PP tuvo que hacer uso de su mayor¨ªa absoluta para impedir que prosperase. ?Qui¨¦n estaba solo? "Francia", explicaba el ministro, "acabar¨¢ pactando con EE UU y respaldando una nueva resoluci¨®n en el Consejo de Seguridad. A Francia le seguir¨¢n Alemania y el resto de la Uni¨®n Europea. Al final, todos estaremos con Washington, pero Espa?a podr¨¢ reivindicar entonces que fue la primera en llegar. ?A ver c¨®mo se las arregla Zapatero cuando se quede colgado de la brocha y sin escalera!". Un mes despu¨¦s, este pron¨®stico parece lejos de cumplirse. El Grupo Popular sigue solo en el Parlamento y Espa?a con la ¨²nica compa?¨ªa de EE UU, Reino Unido y Bulgaria en el Consejo de Seguridad de la ONU. "Este asunto se nos ha ido a todos de las manos", reflexionaba la semana pasada un miembro del Gobierno, "ni Francia ni nosotros pens¨¢bamos que llegar¨ªamos tan lejos".
"El Rey est¨¢ preocupado"
Lunes 24 de febrero. Los Reyes ofrecen una cena en el Palacio Real al presidente de El Salvador, Francisco Flores, de visita oficial en Espa?a. Como es habitual, don Juan Carlos y do?a Sof¨ªa se sit¨²an a ambas cabeceras de la mesa. A la derecha de la Reina, el presidente salvadore?o. A su izquierda, Aznar. Flanqueando al Rey, la esposa de Flores y Ana Botella. Entre los comensales, varios diputados en representaci¨®n del Poder Legislativo: Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, Luis Mardones, Jordi Jan¨¦, Luis de Grandes e I?aki Anasagasti. Concluida la cena, todos pasan a un sal¨®n contiguo para, ya de pie, tomar el caf¨¦. Como buen anfitri¨®n, don Juan Carlos, ataviado con uniforme de gala, pasea por los corrillos y saluda personalmente a todos sus invitados. El canario Luis Mardones, que conoce desde hace muchos a?os al Monarca, se explaya con ¨¦l: "La situaci¨®n es muy grave, Majestad, nunca hab¨ªa ocurrido que en un tema de Estado de esta trascendencia no exista ning¨²n tipo de di¨¢logo. Hay que buscar puntos de encuentro, sobre todo entre los dos grandes partidos". Don Juan Carlos le hace un gesto a Zapatero, que est¨¢ a menos de dos metros, para que se acerque: "Mira lo que dice Luis". Mardones repite sus reflexiones al l¨ªder socialista y el Rey apostilla: "Ten¨¦is que dialogar, lo ten¨¦is que hacer. El pa¨ªs tiene que estar unido". Zapatero responde en tono de humor: "Se?or, pero si yo soy el hombre de los pactos..." Durante la breve conversaci¨®n, se acercan Federico Trillo-Figueroa, que est¨¢ charlando con el jefe del Estado Mayor de la Defensa, almirante general Antonio Moreno Barber¨¢, y Anasagasti. Tras algunas bromas, en torno al puro que les ofrece un camarero y que Anasagasti se guarda en el bolsillo diciendo que es para Arzalluz, don Juan Carlos se marcha a saludar a otros invitados. "El Rey est¨¢ preocupado", comentan entre s¨ª los pol¨ªticos cuando se da la vuelta.
Con informaci¨®n de Anabel D¨ªez y Pilar Marcos.
La disputa de Perejil
A comienzos del pasado verano, cuando Aznar ya sab¨ªa que EE UU se propon¨ªa atacar Irak y maduraba la actitud a tomar por Espa?a, se produjo el incidente de Perejil. El islote, pr¨®ximo a Ceuta, fue ocupado el 11 de julio por gendarmes marroqu¨ªes. La presidencia de la UE, en manos de Dinamarca, difundi¨® un contundente comunicado de apoyo a Espa?a en el que exig¨ªa a Marruecos su "inmediata retirada" del pe?¨®n en disputa. A partir de ese momento, sin embargo, Francia fren¨® cualquier iniciativa de la UE, temerosa de que pusiera en riesgo sus intereses en Marruecos. Par¨ªs adopt¨® una actitud de equidistancia, mientras que la OTAN, que en un primer momento no quiso pronunciarse, calific¨® el d¨ªa 15 de "gesto inamistoso" la actitud de Marruecos. Cuando, el 17 de julio, soldados espa?oles desalojaron a los seis gendarmes marroqu¨ªes que segu¨ªan en el islote, la OTAN justific¨® la acci¨®n militar afirmando que "se ha restablecido el statu quo", mientras que Francia volvi¨® a bloquear una nota de la UE de solidaridad con Espa?a. El Gobierno se encontr¨® entonces con un serio problema: lo ¨²ltimo que quer¨ªa era mantener una guarnici¨®n permanente en Perejil, creando as¨ª un nuevo Gibraltar, pero tampoco pod¨ªa retirarse sin garant¨ªas de que Marruecos no volver¨ªa a ocuparla. Y era imposible obtener dichas garant¨ªas, pues el Gobierno de Rabat se negaba a dialogar con Madrid. Francia se ofreci¨® como mediadora, pero Espa?a rechaz¨® su oferta y reclam¨® la intervenci¨®n del secretario de Estado de EE UU, Colin Powell, cuyas gestiones facilitaron finalmente el acuerdo. "Francia quer¨ªa que sali¨¦ramos derrotados de Perejil", sostiene un ministro. "El incidente demostr¨® que, a la hora de afrontar problemas en el Norte de ?frica, los intereses de Espa?a y Francia son contrapuestos", sostiene otro. Aznar se convenci¨® a¨²n m¨¢s del valor de una firme alianza con Washington.
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