No importa que nos odien siempre que nos teman
"?Por qu¨¦ aprueba nuestro presidente la actitud fanfarrona y despectiva para con nuestros amigos y aliados adoptada por este Gobierno, incluso por sus m¨¢s altos cargos? ?Se ha convertido el oderint dum metuant en nuestro lema?". As¨ª se expresa en su carta de renuncia John Brady Kiesling, diplom¨¢tico de carrera que recientemente ha abandonado el Servicio Diplom¨¢tico en protesta contra la pol¨ªtica del Gobierno de Bush. Oderint dum metuant se traduce, aproximadamente, como "no importa que odien siempre que teman". Era uno de los dichos preferidos del emperador Cal¨ªgula, y quiz¨¢ parezca excesivo para describir la actual pol¨ªtica estadounidense. Pero la crisis experimentada esta semana en las relaciones entre M¨¦xico y Estados Unidos -una crisis pr¨¢cticamente silenciada al norte de la frontera- da a entender que es una descripci¨®n perfecta de la actitud de Bush hacia el mundo.
Las amenazas a M¨¦xico para lograr su voto est¨¢n destruyendo la buena vecindad
M¨¦xico es un aliado enormemente importante, no s¨®lo por nuestra frontera com¨²n, sino tambi¨¦n por su especial funci¨®n como escaparate de los ideales estadounidenses. Durante siglo y medio, M¨¦xico consider¨® a su poderoso vecino -a menudo con raz¨®n- como un explotador, o incluso como un enemigo declarado. Sin embargo, desde el mandato de George Bush, Estados Unidos ha hecho grandes esfuerzos por tratar a M¨¦xico como a un aliado, y la reciente senda de estabilidad econ¨®mica y democracia que ha emprendido este pa¨ªs es, y deber¨ªa ser, fuente de orgullo a ambos lados de la frontera. Pero el asiento de M¨¦xico en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas le da un voto en la cuesti¨®n de Irak, y las amenazas que el Gobierno de Bush ha lanzado para conseguir ese voto est¨¢n destruyendo r¨¢pidamente cualquier apariencia de buena voluntad.
La semana pasada, The Economist cit¨® a un diplom¨¢tico estadounidense que advert¨ªa que si M¨¦xico no votaba a favor de una resoluci¨®n estadounidense, se podr¨ªan "provocar sentimientos" contra los mexicanos residentes en Estados Unidos. Compar¨® la situaci¨®n con la de los estadounidenses de origen japon¨¦s que fueron internados despu¨¦s de 1941, y se preguntaba si M¨¦xico "quiere avivar los fuegos de la patrioter¨ªa durante una guerra". Unos comentarios incre¨ªbles, pero f¨¢ciles de rechazar siempre que el diplom¨¢tico no fuera identificado. Despu¨¦s vino, el lunes, la entrevista del presidente Bush con la agencia Copley News Service. Aludi¨® a la posibilidad de que se tomasen represalias si M¨¦xico no votaba lo mismo que Estados Unidos, diciendo: "No espero que haya unm castigo significativo del Gobierno", resaltando la palabra "Gobierno". A rengl¨®n seguido insinu¨® que, sin embargo, podr¨ªa haber reacci¨®n desde otros c¨ªrculos, citando "un interesante fen¨®meno que est¨¢ teniendo lugar en Estados Unidos respecto a los franceses... una reacci¨®n violenta contra los franceses no fomentada por nadie m¨¢s que por la poblaci¨®n". Y a continuaci¨®n Bush dijo que si M¨¦xico u otros pa¨ªses se opon¨ªan a Estados Unidos, "habr¨¢ cierto sentido de la disciplina".
Los siempre protectores medios de comunicaci¨®n estadounidenses pr¨¢cticamente no han prestado atenci¨®n a estas declaraciones, que han creado una tormenta pol¨ªtica en M¨¦xico. La Casa Blanca ha intentado fren¨¦ticamente dar marcha atr¨¢s, afirmando que cuando Bush hablaba de "disciplina" no estaba lanzando una amenaza. Pero en el contexto de la entrevista est¨¢ claro que s¨ª. Adem¨¢s, Bush no hablaba sinceramente al afirmar que la reacci¨®n violenta contra los franceses no estaba "fomentada por nadie m¨¢s que por la poblaci¨®n". El mismo d¨ªa en que apareci¨® su entrevista, The Financial Times public¨® el siguiente titular: "Hastert organiza las diatribas contra los franceses". Se refiere a Dennis Hastert, portavoz de la C¨¢mara de Representantes. De hecho, el sentimiento antifranc¨¦s ha sido cuidadosamente fomentado por los altos cargos republicanos, el imperio de las comunicaciones de Rupert Murdoch y otros aliados del Gobierno. ?Se puede culpar a los mexicanos por interpretar las declaraciones de Bush como una amenaza de que lo mismo se har¨¢ contra ellos?
Por tanto, oderint dum metuant. Yo podr¨ªa hablar de la estupidez de una intimidaci¨®n tan descarada, o sobre los incre¨ªbles riesgos que puede suponer en una sociedad multi¨¦tnica, multirracial, el que uno insin¨²e siquiera la posibilidad de que se fomente una reacci¨®n violenta contra los hispanos. Y s¨ª, quiero decir hispanos, no mexicanos: una vez desatados los sentimientos, ?creen ustedes realmente que la gente preguntar¨¢ amablemente a alguien con tez oscura y acento hispano si es ciudadano y, si no, de qu¨¦ pa¨ªs procede? Pero mi reacci¨®n m¨¢s intensa a esta historia no es ira por la estupidez y la irresponsabilidad del Gobierno, ni siquiera consternaci¨®n por la destrucci¨®n despreocupada de amistades que tanto ha costado conseguir. No. Cuando leo una entrevista en la que el presidente de Estados Unidos se comporta en opini¨®n de todo el mundo como el malo de una pel¨ªcula de serie B -"Tienes familia en Tejas, ?no?"-, lo que siento, ante todo, es verg¨¹enza.
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