Inflaci¨®n y convergencia en precios con la UE
Los autores hacen un minucioso an¨¢lisis del problema de la inflaci¨®n en Espa?a, sobre la actuaci¨®n del Gobierno y sobre la convergencia con el resto de pa¨ªses del euro
Uno de los hechos m¨¢s sobresalientes del ejercicio econ¨®mico reci¨¦n finalizado en Espa?a es el rebrote de las tensiones inflacionistas. No s¨®lo es preocupante la aceleraci¨®n de la tasa de inflaci¨®n, sino que el diferencial con respecto a la Uni¨®n Monetaria, lejos de reducirse, se ha ampliado, con consecuencias potencialmente negativas sobre la competitividad de nuestros productos, al no existir ya la posibilidad de contrarrestar el efecto del mayor incremento de los precios espa?oles con una devaluaci¨®n de la moneda.
Sin embargo, una mayor tasa de inflaci¨®n no es un signo inequ¨ªvoco de p¨¦rdida de competitividad, pues depende de cu¨¢les sean sus causas ¨²ltimas. Al iniciarse la andadura de la Uni¨®n Monetaria, muchos economistas apuntaron la posibilidad de que los pa¨ªses m¨¢s pobres relativamente, como Espa?a, registrasen durante un periodo prolongado un diferencial de inflaci¨®n positivo, sin que ello afectase a la competitividad de sus productos. La raz¨®n es que esperaban que la productividad del trabajo en los sectores m¨¢s volcados al comercio exterior (sobre todo, mercanc¨ªas) aumentar¨ªa m¨¢s que en el resto de la zona euro. Ello conducir¨ªa tambi¨¦n a mayores aumentos en los salarios, pero no s¨®lo en los sectores mencionados, sino tambi¨¦n en aquellos otros que no comercializan sus productos en el exterior (servicios que por su naturaleza apenas consiguen aumentar la productividad), quienes los trasladar¨ªan sobre sus precios, convirti¨¦ndose as¨ª en los responsables ¨²ltimos de la mayor inflaci¨®n registrada en los pa¨ªses m¨¢s atrasados. Hasta cierto punto, esto no ser¨ªa sino el reflejo de la fortaleza de los sectores abiertos a la competencia exterior y de la transmisi¨®n de sus beneficios al resto de la econom¨ªa.
La productividad de la econom¨ªa espa?ola no ha crecido m¨¢s que la de los pa¨ªses del euro
Un mercado ¨²nico ha de llevar a un precio ¨²nico o muy cercanos para cada producto
?sta ha sido siempre una expectativa muy com¨²n entre los economistas ante todo proceso de apertura al comercio exterior, a pesar de que con cierta frecuencia la realidad no la ha confirmado. Pero, en todo caso, nada semejante parece haber ocurrido en Espa?a desde la adopci¨®n del euro en 1999. En primer lugar, si vencemos la tentaci¨®n de creer que nuestras estad¨ªsticas son peores que las de nuestros socios comunitarios, habremos de aceptar que la productividad de la econom¨ªa espa?ola no ha crecido m¨¢s que la de los pa¨ªses integrantes de la zona euro desde hace bastantes a?os. En segundo lugar, la mayor inflaci¨®n espa?ola no se debe exclusiva ni principalmente al encarecimiento de aquellos servicios que no son susceptibles de comercializaci¨®n entre no residentes, sino que est¨¢ protagonizada por bienes y servicios dirigidos a residentes y no residentes: productos alimenticios, vestido y calzado, ocio y cultura, hoteles, caf¨¦s y restaurantes. Estos dos hechos conjuntamente -el escaso avance de la productividad y el incremento de precios de bienes y servicios importantes en nuestros intercambios exteriores- son los que hacen potencialmente da?ina la mayor inflaci¨®n espa?ola, aunque para pronunciarnos con rigor sobre su gravedad real debamos profundizar en sus causas.
Pues bien, a este respecto, la mayor¨ªa de nuestros economistas se adhiere a dos explicaciones convencionales, una desde la perspectiva de la demanda y otra desde la oferta, que en nuestra opini¨®n no son las m¨¢s relevantes, y que, por consiguiente, ofrecen una mala gu¨ªa para las actuaciones de pol¨ªtica econ¨®mica.
El grupo que refrenda lo de "Espa?a va bien" mantiene que el diferencial de inflaci¨®n refleja la mayor prosperidad de la naci¨®n frente a la vieja Europa achacosa. En t¨¦rminos m¨¢s t¨¦cnicos, esto significa que la demanda de bienes por parte de la poblaci¨®n ha superado ampliamente la capacidad de respuesta de la oferta de las empresas (de la que forman parte las importaciones), impulsando los precios al alza. No creemos que pueda prestarse mucha atenci¨®n a esta explicaci¨®n en el contexto de debilidad de la actividad productiva caracter¨ªstico de los dos ¨²ltimos a?os. Como se puso de manifiesto al final del decenio de 1990, Espa?a es un pa¨ªs que a¨²n tiene margen para crecer a un ritmo muy superior al actual sin generar tensiones inflacionistas, dada su abundancia de mano de obra y la relativa moderaci¨®n mostrada por los sindicatos en la negociaci¨®n salarial durante los ¨²ltimos a?os.
En cambio, el grupo de economistas para los que "Espa?a es estructuralmente diferente", un pa¨ªs a¨²n por modernizar, considera que la mayor inflaci¨®n espa?ola es la consecuencia de estructuras productivas ancladas en el pasado, que limitan la competencia efectiva entre las empresas. De una parte, este grupo parece olvidar que una menor competencia en los mercados lleva a mayores precios pero no necesariamente a una mayor tasa de aumento de ellos. De otra parte, si bien es evidente que entre las econom¨ªas de la zona euro hay muchas diferencias estructurales y de organizaci¨®n de la econom¨ªa, no parece que entre ellas sobresalga precisamente el grado de competencia que impera en los mercados, y menos a¨²n en aqu¨¦llos que aparecen como responsables del diferencial de inflaci¨®n. ?Se atrever¨¢ alguien a afirmar que en los mercados de vestido y calzado espa?oles el grado de competencia es sustancialmente menor que en los pa¨ªses de la zona euro? Pues estos productos han contribuido decisivamente a la aceleraci¨®n del diferencial de inflaci¨®n durante el ¨²ltimo a?o. ?Existir¨¢ menos competencia en el sector de alimentaci¨®n en Espa?a, en el que act¨²an las mismas grandes cadenas de distribuci¨®n que en otros pa¨ªses? ?No hay suficiente competencia en el mercado hotelero? ?Hay tal vez escasez de bares y restaurantes para asegurar una competencia efectiva?
La limitada capacidad explicativa de las hip¨®tesis avanzadas nos conduce directamente a buscar la causa de la mayor inflaci¨®n espa?ola en la instauraci¨®n del euro. No nos referimos, desde luego, al efecto de un redondeo al alza al expresar los precios en la nueva moneda; una pr¨¢ctica cuya trascendencia no ser¨¢ f¨¢cil conocer con precisi¨®n, pero que dif¨ªcilmente bastar¨¢ para explicar el diferencial de inflaci¨®n. Nos referimos al impacto sobre los precios derivado de la mayor integraci¨®n y transparencia del mercado europeo que ha tenido lugar como consecuencia de la adopci¨®n de la moneda ¨²nica. Es decir, el euro ha favorecido la consolidaci¨®n del mercado ¨²nico europeo, y con ella, la convergencia entre los niveles de precios de los pa¨ªses implicados. Un mercado ¨²nico ha de llevar antes o despu¨¦s a un precio ¨²nico para cada producto, o si se quiere, a precios muy cercanos entre los pa¨ªses, sobre todo para aquellos bienes que no se diferencian en calidades ni en las condiciones de demanda (en los que carecen de sentido las estrategias de discriminaci¨®n de precios).
Los estudios disponibles muestran que, como consecuencia de la creaci¨®n del mercado ¨²nico, ya se produjo una notable convergencia en precios durante el decenio de 1990, y es seguro que la introducci¨®n del euro ha tendido a acentuarla, al hacer m¨¢s evidente la existencia de diferencias en el valor de una mercanc¨ªa en diferentes ¨¢reas geogr¨¢ficas de un mismo mercado.
Es coherente con esta hip¨®tesis el hecho de que se hayan encarecido relativamente m¨¢s aquellos bienes o servicios en los que este pa¨ªs era especialmente barato, como muchos alimentos, bebidas, vestidos o calzados, mientras que se han abaratado otros especialmente caros, como las telecomunicaciones. Precisamente, este hecho permite comprender por qu¨¦ el diferencial de inflaci¨®n se ha mantenido en el tiempo y fundamenta la expectativa de que s¨®lo lentamente ir¨¢ reduci¨¦ndose, conforme el margen para la homologaci¨®n de precios se vaya estrechando. ?Hay otro modo de lograr un mercado ¨²nico? Se trata de un proceso bastante natural y previsible cuando una econom¨ªa avanza en su apertura e integraci¨®n en un mercado m¨¢s amplio, y es precisamente lo que nos ense?a la teor¨ªa econ¨®mica de la ventaja comparativa y corroboran los estudios emp¨ªricos disponibles.
As¨ª pues, con bastante probabilidad, en el futuro inmediato, los precios espa?oles tender¨¢n a converger con los europeos, en general m¨¢s altos, lo que implicar¨¢ el sostenimiento de un diferencial positivo de inflaci¨®n durante alg¨²n tiempo, probablemente no muy largo, que no tiene por qu¨¦ afectar de forma negativa a la competitividad de nuestros productos. Naturalmente, esto no significa que el Gobierno deba relajar su vigilancia sobre precios y salarios, pues ha de evitar que se generen expectativas de mayor inflaci¨®n que acaben mermando nuestra capacidad de crecimiento. Pero tampoco debe adoptar medidas antiinflacionistas que tengan este mismo efecto contractivo, por basarse en un diagn¨®stico err¨®neo de las causas de la inflaci¨®n, como por ejemplo una reducci¨®n de la demanda de bienes y servicios p¨²blicos, objetivo que siempre tienta al gobierno en su af¨¢n de compaginar la disminuci¨®n de impuestos con un d¨¦ficit p¨²blico nulo.
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez Serrano y Rafael Myro son catedr¨¢ticos de Econom¨ªa Aplicada de las Universidades de Valencia y Complutense de Madrid, respectivamente.
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