El patio interior
En la correspondencia del locuaz embajador de Espa?a en la ONU con su torpe ministra, am¨¦n de dar cuenta de su propia competici¨®n en temperatura guerrera con el ardor de los otros (¨¦l puso m¨¢s calor, qu¨¦ orgullo, no faltaba m¨¢s), teme el campechano diplom¨¢tico que Blair, por la inquietud que le produce su "patio interior", se halle un poco retra¨ªdo en este inmoral viaje a la guerra. No s¨¦ si se refiere a ese patio con fastidio o lo menciona con desd¨¦n desde la arrogancia del que se mueve en los inmensos patios exteriores. Pero siendo, como es, la voz de su amo, un servidor haciendo m¨¦ritos, bien parece que coincida con Aznar en su desprecio por los democr¨¢ticos patios interiores en cuyo espacio suele o¨ªr s¨®lo un ladrido incesante de perros resentidos. Si es verdad que a Blair le inquieta el bullicio de protesta en su patio interior, tan acreditado democr¨¢ticamente, ya hay al menos otra diferencia entre ¨¦l y Aznar, adem¨¢s de las existentes entre el talante y el talento de uno y otro, porque el patio interior del presidente que act¨²a en nuestro nombre es para ¨¦l un patio ignorado, el espacio habitado por una manada de ignorantes e irresponsables que alg¨²n d¨ªa reconocer¨¢n un sabio generoso en quien ahora tienen por un aventurero.
Madrid volvi¨® a ser el s¨¢bado pasado un bullicioso patio interior en el que las voces de la vecindad se alzaban contra el que, crey¨¦ndose due?o de la finca, la hab¨ªa puesto en venta por su cuenta o sometido a peligros desde unos sue?os de grandeza que obligaban a los vecinos a reclamar a los loqueros. En realidad, no era una manifestaci¨®n contra Aznar, sino a favor de ¨¦l: una apelaci¨®n a su cordura y un deseo de que sane que ha desestimado el presidente de muy malos modos. Y a tal estado lo ha llevado su enajenaci¨®n que no s¨®lo confunde la guerra con la paz, y contagia a su se?ora para que se lo explique fatal a sus electores de Madrid, sino que ha llegado a entender que anda revuelto el patio a favor de un tirano llamado Sadam. Pero la locura tiene efectos inesperados y del mismo modo que opta por la violencia o por su contrario, y en el caso de Aznar no es necesario describir la opci¨®n, recurre a la memoria o se instala en la amnesia. Aunque quiz¨¢ lo que le suceda a Aznar sea lo que dec¨ªa Machado por boca de Mairena: "Lo corriente del hombre es la tendencia a creer verdadero cuanto le reporta alguna utilidad". Y por eso, los habitantes del patio interior han tenido que recordarle que saben muy bien lo que es un s¨¢trapa, porque lo han padecido y lo han combatido, mientras ¨¦l, indiferente y con la foto del dictador en casa, no dejaba de estudiar para llegar a ser un d¨ªa un mandar¨ªn.
Saben por esto lo que sufre un pueblo sojuzgado, pero tambi¨¦n lo que un pueblo inocente sufre en una guerra. Y si no lo recuerdan hay p¨®cimas de formidable actuaci¨®n en la memoria como la muy emocionante que ofrece ahora a los habitantes del patio un creador extraordinario de mundos y palabras que se llama Juan Eduardo Z¨²?iga. As¨ª que si el reputado lector Aznar bajara por un momento de los tejados de la guerra y entrara en el patio interior de Madrid -"Capital de la gloria" en el t¨ªtulo de Z¨²?iga, escritor grande adem¨¢s de humilde y sencillo- seguro que dimitir¨ªa de su inesperada vocaci¨®n b¨¦lica y se unir¨ªa a sus vecinos de este modesto patio que no aspira por ahora a ser capital de esa gloria que le reserva un megal¨®mano.
Ana Bel¨¦n, una vecina de esos patios interiores y sin esperanza por los que la vida se abre paso en los relatos de Z¨²?iga, sin dejar de pensar en las v¨ªctimas inmediatas de esa guerra loca, se preguntaba el s¨¢bado, en la Puerta del Sol, por las consecuencias que vamos a sufrir en este patio interior que tan irrelevante le parece a nuestro embajador en la ONU y a su presidente. Un d¨ªa, desde aqu¨ª, cuando Arzalluz, otro desmesurado y desmemoriado, quiso decir que para Madrid la gloria y para Euskadi las bombas, hubo que recordarle con m¨¢s cortes¨ªa que la que ¨¦l emplea cu¨¢ntas bombas, incluidas las de ETA, ha tenido que soportar este significativo patio interior. Pero ahora, en este patio cuya imagen dio la vuelta al mundo como escenario de una conferencia de paz, cuando el mundo se fiaba de nosotros como modestos intermediarios y seg¨²n Aznar est¨¢bamos en un rinc¨®n, nadie espera menos terrorismo, sino m¨¢s; todo el mundo sabe que esta guerra no va a reducirlo, sino a fomentarlo. Bush, Aznar e Inocencio Arias estar¨¢n en un b¨²nker; nosotros, en medio del patio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.