Las ¨²ltimas horas de paz en Bagdad
Los ciudadanos iraqu¨ªes realizaron las ¨²ltimas compras y se encierraron en sus casas con la esperanza de que todo pase pronto
Las sirenas de las alarmas antia¨¦reas sonaron t¨ªmidas esta ma?ana a las 5.35, hora de Irak (3.35 hora peninsular espa?ola). No hac¨ªa falta m¨¢s. Bagdad permanec¨ªa en estado de alerta desde la noche anterior. Las primeras explosiones sonaron lejos, a las afueras de la capital iraqu¨ª. Estaba amaneciendo. Luego entraron en acci¨®n las bater¨ªas antia¨¦reas y en cuesti¨®n de segundos el cielo se llen¨® de las estelas dejadas por las balas trazadoras que buscaban alcanzar sus objetivos.
Poco despu¨¦s, otra explosi¨®n m¨¢s fuerte pudo verse en Karg, en la orilla occidental del r¨ªo Tigris, en direcci¨®n sur. Desde numerosos puntos de la ciudad se pudo divisar un gran incendio en la zona donde se hab¨ªa registrado la explosi¨®n, en la que est¨¢ situada una importante refiner¨ªa. Tras unos minutos de aparente calma, volvieron a retumbar los disparos de las bater¨ªas antia¨¦reas por toda la ciudad. Ya era completamente de d¨ªa y las luces se apagaron. La gente sali¨® a las puertas de sus casas para observar lo que ocurr¨ªa.
"?Hasta ma?ana; ojal¨¢ que no pase nada!", ¨¦sa era la frase con la que se desped¨ªan en Bagdad compa?eros de trabajo, amigos o conocidos. Un ma?ana que no saben cu¨¢ntos d¨ªas tardar¨¢ en llegar. Aunque la mayor¨ªa de los negocios segu¨ªan abiertos, advert¨ªan de que a partir de hoy cerrar¨ªan pasara lo que pasara esta madrugada. Entre los m¨¢s allegados se expresaba el deseo de que la guerra sea r¨¢pida y que la ciudad, el pa¨ªs y sus habitantes recuperen la normalidad. "Esperamos que ocurra enseguida", confiaba Lahib.
El viceministro de Exteriores, Tarek Aziz, daba una rueda de prensa para desmentir los rumores de su huida o asesinato, y el titular de Informaci¨®n, Mohamed Said Sahaf, insist¨ªa en el discurso oficial: "Irak resistir¨¢ cualquier agresi¨®n. (...) EE UU est¨¢ enga?ando a sus soldados y a sus oficiales dici¨¦ndoles que la invasi¨®n de Irak ser¨¢ como un picnic", insist¨ªa.
Ning¨²n signo apoyaba sus palabras. Ni siquiera el esperado despliegue de las fuerzas del Partido Baaz resultaba convincente: varios miles de estos leales fueron tomando posiciones a lo largo de la ma?ana en los pozos de tirador levantados en los cruces y plazas de la capital. Resulta evidente que sus Kal¨¢shnikov no apuntar¨¢n a los bombarderos, sino a los iraqu¨ªes que den un paso en falso.
"El Baaz no es un partido como los europeos", alertaba un analista, "se trata de una estructura que ha penetrado profundamente en todas las capas de la sociedad iraqu¨ª durante los ¨²ltimos 30 a?os y que ejerce un importante control social". Tal vez, pero la disparidad de sus uniformes y pertrechos revelaba mucho de las carencias de unas tropas que han dedicado los ¨²ltimos d¨ªas a separar la munici¨®n ¨²til de la defectuosa.
Los habitantes de Bagdad pasaban indiferentes a su lado, ocupados en concluir asuntos pendientes y asegurarse un m¨ªnimo de provisiones "por si la cosa dura". Aunque en ninguna casa iraqu¨ª faltan harina, arroz, legumbres o t¨¦, facilitados por el Gobierno, quienes pod¨ªan permit¨ªrselo a¨²n compraban verdura, frutas o agua embotellada. El repentino aumento de la demanda hizo subir los precios de los productos perecederos y los m¨¢s rezagados pagaban el doble. El cart¨®n de 30 huevos que hace una semana costaba 2.000 dinares (80 c¨¦ntimos de euro), ayer se vend¨ªa por 4.500 en el mercado de Al Saydia. Las patatas hab¨ªan pasado de 450 a 650 dinares y la botella de agua de dos litros de 1.000 a 2.500.
Frente a una poblaci¨®n que ha asumido psicol¨®gicamente el ataque militar, aunque tiemble de miedo ante los misiles, los portavoces del r¨¦gimen manten¨ªan un discurso que ayer sonaba trasnochado. "El pueblo iraqu¨ª es hoy una sola fila, una sola voz, un solo fusil, levantado contra la agresi¨®n criminal de EE UU y sus aliados", aseguraba la carta que los miembros de la Asamblea Nacional iraqu¨ª enviaron al presidente Sadam. Peque?os grupos de unos cientos de personas corearon en varios puntos de la capital esl¨®ganes manidos. "Sacrificaremos nuestra sangre y nuestra alma por Sadam", repet¨ªan voluntariosos los congregados frente a uno de los hoteles en los que se alojan periodistas.
En medio de la tensi¨®n, F¨¢tima Abdul Riddha respiraba aliviada. Su ginec¨®logo acababa de anunciarle que no est¨¢ embarazada. "Es la mejor noticia que recibo en los ¨²ltimos tres d¨ªas", dec¨ªa. No s¨®lo ella, tambi¨¦n su marido y su familia se sent¨ªan contentos, y no es que la joven pareja no quiera tener hijos. "Queremos no uno, sino muchos, pero no es el momento", precisaba F¨¢tima. "No puedo soportar m¨¢s esta incertidumbre", dec¨ªa la muchacha, "estoy cansada, no tengo fuerzas para hacer nada". Los Abdul Riddha hubieran querido irse al Sur donde les quedan familiares, pero, seg¨²n F¨¢tima, "la casa es muy peque?a y mis padres est¨¢n mayores para hacer el viaje".
Um Al¨ª no falt¨® a su trabajo. Esta funcionaria encar¨® como un deber patri¨®tico abrir a las ocho de la ma?ana la taquilla del palacio de los Ab¨¢sidas (del siglo XII). "No tengo miedo de que los americanos bombardeen este sitio porque Dios lo protege", declaraba a pesar de conocer que el edificio result¨® alcanzado en 1998 cuando un misil impact¨® contra el vecino Ministerio de Defensa. Desde la ventana de una de sus dependencias, unos soldados observaban sorprendidos a los periodistas. "?Hasta ma?ana y ojal¨¢ que no pase nada!".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.