?Supremac¨ªa franco-alemana?
La alianza franco-alemana ha dado estabilidad e impulso a la Uni¨®n Europea durante la mayor parte de su historia. Pero para cuando Fran?ois Mitterrand y Helmut Kohl abandonaron la escena, el motor de la UE hab¨ªa dejado m¨¢s o menos de funcionar. A finales de los noventa, Tony Blair hab¨ªa logrado situar a Gran Breta?a en una posici¨®n de influyente contrapeso a lo que quedaba de la alianza franco-alemana. El pasado oto?o el motor hab¨ªa recobrado vida, cogiendo desprevenidos a los brit¨¢nicos y a otros Estados miembros. Primero, Francia y Alemania establecieron un acuerdo para reducir los costes de la Pol¨ªtica Agraria Com¨²n (PAC) despu¨¦s de la ampliaci¨®n. En enero propusieron la doble presidencia de la UE: un presidente a tiempo completo del Consejo Europeo, unido a un presidente de la Comisi¨®n, que ser¨ªa elegido por el Parlamento Europeo. Las autoridades francesas y alemanas recordaron una verdad evidente: puesto que los dos pa¨ªses parten de puntos de vista opuestos sobre la mayor¨ªa de los asuntos europeos, una vez que llegan a un acuerdo, lo m¨¢s probable es que el resto de los Estados miembros les sigan.
De modo que, ?vuelven Francia y Alemania a sentarse en el asiento del conductor de la UE? En una Uni¨®n que pronto va a contar con 25 miembros, dos pa¨ªses no podr¨¢n dominar al resto. Sin embargo, Chirac y Schr?der han aprendido que si trabajan juntos pueden aumentar su influencia dentro de la UE y cosechar frutos en el ¨¢mbito nacional. Francia y Alemania han intentado llevar vidas separadas, pero el resultado no ha sido feliz. En la cumbre de Berl¨ªn de 1999, Chirac tir¨® abajo un plan de reforma de la PAC, que habr¨ªa salvado la divisa alemana. En la cumbre del a?o siguiente, en Niza, Schr?der se veng¨® forzando a Francia a pagar un alto precio por mantener la igualdad del derecho de voto entre Alemania y Francia en el Consejo de Ministros.
En el verano de 2002, ambos mandatarios volvieron a ganar las elecciones. Chirac, liberado de la cohabitaci¨®n con los socialistas de Lionel Jospin, se encontraba en una posici¨®n m¨¢s fuerte para cortejar a Alemania. Con la ampliaci¨®n a la vuelta de la esquina, los franceses esperaban que una alianza renovada con Alemania les dar¨ªa m¨¢s influencia en la nueva Europa ampliada. Schr?der nunca hab¨ªa sido muy partidario de una relaci¨®n exclusiva franco-alemana, pero con los problemas econ¨®micos de su pa¨ªs, que estaban erosionando su autoridad, se encontraba en una d¨¦bil posici¨®n para rechazar los avances de Francia. Necesitaba alg¨²n ¨¦xito en pol¨ªtica exterior para aumentar su inestable autoridad.
Inconscientemente, Tony Blair ayud¨® a que esta pareja se volviera a unir. Blair y Schr?der se llevaban muy bien. Pero tanto Chirac como Jospin estaban resentidos por haber sido eclipsados por el m¨¢s joven y elocuente Blair. ?ste no s¨®lo ten¨ªa lazos sin par con la Casa Blanca (quienquiera que fuera su ocupante), sino que tambi¨¦n hab¨ªa elaborado una red de alianzas bilaterales con diferentes Estados de la UE en distintas materias. En palabras de un funcionario del El¨ªseo, "los l¨ªderes franceses ten¨ªan miedo de verse rodeados por todas esas alianzas bilaterales de los brit¨¢nicos". Muchos de ellos estaban resentidos con Blair por la familiaridad que ten¨ªa con Bush, al que ven como un vaquero incivilizado.
El pasado oto?o, las divisiones en el seno de la UE con respecto a Irak dieron a Chirac la oportunidad de apartar a Schr?der de los brit¨¢nicos. El enfoque pacifista alem¨¢n sobre Irak enemist¨® a Schr?der con el m¨¢s belicoso Blair. En enero de 2003, con Gran Breta?a deseando seguir a EE UU a la guerra, los franceses y los alemanes se vieron al mismo lado de la creciente brecha transatl¨¢ntica. El comentario despreciativo de Donald Rumsfeld, seg¨²n el cual eran la "vieja Europa", no era m¨¢s que una afirmaci¨®n de lo evidente. Pero enfureci¨® a muchos pa¨ªses y ayud¨® a unir a Francia y Alemania en la idea de que ni la UE ni la OTAN ni la ONU deb¨ªan apoyar la guerra contra Irak. Chirac se deleitaba en la popularidad que hab¨ªa adquirido por oponerse a la guerra contra Irak. Schr?der estaba encantado con seguir la estela de Chirac, mejor que verse aislado en este asunto, como le pas¨® en oto?o.
En octubre de 2002, Schr?der insisti¨® en visitar Downing Street en su primera visita al extranjero despu¨¦s de su reelecci¨®n, un paso sin precedentes para un canciller alem¨¢n, que caus¨® gran revuelo en Par¨ªs. Chirac no se hab¨ªa granjeado precisamente las simpat¨ªas de Schr?der al apoyar abiertamente a su rival, Edmund Stoiber, durante la campa?a electoral. Pero en s¨®lo cuatro meses Francia y Alemania parecen haber vuelto a encender gran parte de su antigua pasi¨®n. Una prueba de ello es la pompa con que los parlamentos de Francia y Alemania celebraron el 40? aniversario del Tratado del El¨ªseo.
Pero la alianza franco-alemana se enfrenta a un gran n¨²mero de desaf¨ªos, y eso sin contar con el hecho de que Chirac y Schr?der no son precisamente buenos amigos. Los alemanes apoyan los planes de la Comisi¨®n de reformar la PAC; los franceses, no. Los franceses saben que tienen que trabajar con los brit¨¢nicos si desean que la UE elabore una pol¨ªtica de defensa com¨²n. Chirac trata de resucitar la idea de que Francia y Alemania deber¨ªan liderar peque?os grupos de pa¨ªses de igual parecer hacia una integraci¨®n mayor. Pero Alemania teme que tales agrupaciones puedan actuar fuera del marco de la UE. M¨¢s en general, cualquier fuerza potente dentro de la UE ser¨ªa propensa a crear un contrapeso. A finales de enero, la "nueva Europa" se afirm¨® a s¨ª misma: los l¨ªderes de Gran Breta?a, la Rep¨²blica Checa, Dinamarca, Hungr¨ªa, Italia, Polonia, Portugal y Espa?a firmaron una carta de apoyo a la pol¨ªtica de EE UU con respecto a Irak, en la que se mostraban impl¨ªcitamente cr¨ªticos con Francia y Alemania. Poco despu¨¦s, diez l¨ªderes de Europa del Este firmaron otra carta de apoyo a EE UU. Esas cartas demuestran que Chirac y Schr?der no pueden dar por sentado que hablan en nombre de toda Europa. Aun as¨ª, mientras Gran Breta?a se mantenga fuera del euro, y mientras su principal lealtad parezca decantarse por el Atl¨¢ntico m¨¢s que por Europa, es probable que perdure la alianza franco-alemana. No ser¨¢ tan dominante como en los tiempos de Mitterrand y Kohl, pero proporcionar¨¢ cierta estructura a una UE cada vez m¨¢s compleja y dispar.
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