Un 'no' para el 'sheriff' estrella
El polic¨ªa que captur¨® al francotirador de Washington preparaba un libro y una pel¨ªcula
La cacer¨ªa del francotirador de Washington, que tuvo en vilo a la capital del imperio el pasado oto?o, cuando dos lun¨¢ticos asesinaron a diez personas e hirieron gravemente a otras tres tras una veintena de disparos con un rifle de alta precisi¨®n, se ha traspasado ahora al campo de los derechos de autor.
Una comisi¨®n ¨¦tica del condado de Montgomery, donde est¨¢ empleado el sheriff que dirigi¨® las investigaciones, Charles A. Moose, le ha prohibido traspasar sus conocimientos del famoso caso a un libro y a una posible pel¨ªcula de Hollywood. Moose contaba con el apoyo de los responsables pol¨ªticos del condado, que reclamaban para ¨¦l una excepci¨®n para no perderle como sheriff, pero ha sufrido una campa?a hostil del prestigioso diario local The Washington Post, cuyos reporteros ultiman precisamente la publicaci¨®n de un libro de investigaci¨®n period¨ªstica sobre el francotirador.
Moose asegur¨® que repartir¨ªa los beneficios de la venta de la historia con instituciones ben¨¦ficas
La celebridad de Moose desde que irrumpi¨® tr¨¢gicamente en escena el francotirador que atemoriz¨® el ¨¢rea de Washington casi un mes este oto?o creci¨® r¨¢pidamente, tanto por sus continuas apariciones en los medios de comunicaci¨®n durante la muchas veces infructuosa investigaci¨®n del caso como por su carisma. Naci¨® otra estrella.
En una de sus habituales y masivas comparecencias p¨²blicas se permiti¨® incluso deslizar una l¨¢grima sobre su mejilla mientras reconoc¨ªa con abrumadora sinceridad que el entonces enigm¨¢tico asesino del tarot hab¨ªa amenazado la seguridad de los ni?os en cualquier lugar. Pero, pese a los fracasos del espectacular dispositivo policial, el francotirador, John Muhammad, y su ahijado, Lee Malvo, fueron atrapados.
Moose, que sirvi¨® durante 12 a?os como oficial de la aviaci¨®n y que justo ahora ha sido movilizado como reservista ante la guerra contra Irak, se multiplic¨® en sus apariciones. Concedi¨® entrevistas conjuntas con su esposa, Sandy, con la que resucit¨® inmediatamente una olvidada empresa familiar. Explic¨® su pasi¨®n por los gatos. Dio conferencias, recibi¨® todo tipo de premios, homenajes y condecoraciones y, finalmente, firm¨® el pasado mes de enero un millonario y desconocido contrato con Dutton, una editorial de Nueva York, para publicar un libro sugestivamente titulado Tres semanas en oto?o: la cacer¨ªa del francotirador de DC.
La popularidad de Moose se desbord¨®. Se convirti¨® en el sheriff m¨¢s reconocido de una naci¨®n que ama y teme a los polic¨ªas. Hollywood empez¨® a interesarse por la historia y Moose rubric¨® otro compromiso para una posible pel¨ªcula y se empez¨® a hablar de Denzel Washington o de Danny Glover para interpretar su papel. Todo demasiado r¨¢pido.
Las primeras cr¨ªticas tampoco han tardado en llegar. Mucha gente empez¨® a cuestionar que el m¨¢ximo responsable de una investigaci¨®n policial, un empleado p¨²blico que cobra 125.000 d¨®lares al a?o, se comprometiese con una editorial privada para contar aspectos confidenciales de un caso todav¨ªa por juzgar. Hubo quien compar¨® ese contrasentido con la hip¨®tesis de que el propio George W. Bush o Colin Powell firmasen ahora un libro sobre la guerra contra Irak.
Las cr¨ªticas encontraron un amplio eco en The Washington Post, mucho m¨¢s que una instituci¨®n en la capital de Estados Unidos. El peri¨®dico se situ¨® claramente en contra. E inform¨® de todos los detalles de la operaci¨®n.
Moose intent¨® defenderse asegurando que los probables beneficios editoriales o de la pel¨ªcula los repartir¨ªa tambi¨¦n con tres instituciones ben¨¦ficas y prometiendo que s¨®lo quer¨ªa dejar constancia para el futuro de sus memorias m¨¢s particulares. No fue suficiente. Moose fue denunciado por una presunta incompatibilidad de funciones ante la comisi¨®n ¨¦tica del condado, compuesta por cinco miembros con diferentes tipos de conexiones pol¨ªticas.
La comisi¨®n emiti¨® el pasado jueves por unanimidad un fallo de seis p¨¢ginas en el que sostiene que Moose no tiene derecho a obtener r¨¦ditos privados de su experiencia como responsable policial y aprovecha para advertir contra la proliferaci¨®n en el futuro de una moda de escasos principios en la que este tipo de empleados p¨²blicos act¨²en pensando en sacar provecho luego de su fama. La ley en vigor ya lo dec¨ªa bien claro.
El jefe ejecutivo del condado, Douglas M. Duncan, que hab¨ªa reclamado ante la comisi¨®n que se realizara una excepci¨®n en este caso, se mostr¨® m¨¢s que contrariado. Presion¨® para no perder a Moose y lo que su prestigio arrostra. Porque Moose ya hab¨ªa empezado a buscar otro trabajo antes de que se conociese la sentencia. Moose, sus agentes y sus abogados estudian ahora si apelar o cambiar de empleo.
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