"Vi cad¨¢veres de ni?os y de mayores y me desmay¨¦"
En una calle cuyas aceras est¨¢n separadas en unos 200 metros por dos carreteras y un bulevar, bastaron dos misiles que hicieron explosi¨®n ayer frente a un bloque de viviendas para causar al menos 14 muertos civiles. Entre los muertos se hallan un electricista, el propietario de un taller de reparaci¨®n de neum¨¢ticos, el conserje de un edificio y dos beb¨¦s que viajaban en el asiento trasero de uno de los coches, seg¨²n declararon varios testigos.
La calle, en el barrio de Shaab, al norte de la ciudad, mide varios kil¨®metros de longitud. Los proyectiles volaron a lo largo de la calle, sobre los coches y las cabezas de los transe¨²ntes, impactaron en el suelo y dejaron un escenario siniestro, en medio de una luz rojiza provocada por la tormenta de arena, la lluvia de barro que inund¨® todo horas despu¨¦s del ataque y, a lo lejos, el humo del petr¨®leo quemado.
A las once y media, en el zoco de Mahada, especializado en verdura y pescado, los tenderos gritaban vendiendo sus productos. Sonaron bombas a lo lejos, pero nadie les prestaba atenci¨®n. Miles de personas a esa hora en decenas de zocos como ¨¦se segu¨ªan el curso de sus vidas como si las bombas no existieran.
"??sta es la exactitud y la precisi¨®n de la que habla Bush?", le preguntaba Ahmed, amigo de una de las v¨ªctimas, a un miembro del grupo de brigadistas espa?oles que despleg¨® en el lugar del ataque una pancarta con el "no a la guerra".
"He visto los cad¨¢veres de ni?os y de mayores", declaraba Abus Husein, de 33 a?os, "los vi en mitad de la calle nada m¨¢s producirse la explosi¨®n. Y despu¨¦s no recuerdo nada m¨¢s porque me desmay¨¦". En los alrededores de la sangrienta escena se pod¨ªa ver un carrito con los helados a¨²n esparcidos por toda la calle.
El amigo de un herido promet¨ªa ante una c¨¢mara de televisi¨®n: "La venganza vendr¨¢. Mataremos a los que traten de entrar en Bagdad". Una periodista le pregunt¨®: "Bush ha afirmado que liberar¨¢ al pueblo iraqu¨ª de la tiran¨ªa de Sadam Husein. ?Cu¨¢l es su respuesta?" Abderras¨ª Abdul, de 22 a?os, dijo se?alando a las casas y los coches destrozados por un misil: "?sta es mi respuesta, sin m¨¢s comentarios".
Detr¨¢s de la mano de Abderras¨ª Abdul se ve¨ªa totalmente calcinada lo que, hasta unas horas antes, era una tienda de neum¨¢ticos. Al lado, sobre la acera, coches ennegrecidos, aplastados como si fueran inmensos pegotes de plastilina negra. Y en la casa de detr¨¢s de ese escenario, una familia trataba de recomponer los destrozos. Los hombres de la casa portaban kal¨¢shnikov. En el suelo de la cocina a¨²n se ve¨ªa el potaje que no hab¨ªan tenido tiempo de limpiar. Los armarios estaban todos rotos y con las maderas dobladas. Hab¨ªa cristales por todas partes. Desde la azotea de la casa se divisaba todo el panorama de destrucci¨®n: coches aplastados, aqu¨ª y all¨¢, hasta sumar m¨¢s de 10, sangre en el suelo de la acera. Y enfrente, un espect¨¢culo parecido. Gallinas muertas sobre las aceras, m¨¢s coches aplastados, una familia sacando libros de una tienda, un muchacho explicando con gestos a los periodistas que aquel amasijo de chatarra hab¨ªa sido un tenderete de cigarrillos y que su due?o sigue vivo, aunque ha perdido el brazo.
A pesar de que ayer, desde las cuatro de la tarde, nada era discernible a m¨¢s de 20 metros de distancia por la tormenta de arena, al pasar junto a las hogueras de petr¨®leo quemado se pod¨ªa comprobar que los milicianos iraqu¨ªes contin¨²an con su t¨¢ctica de provocar humo, incluso cuando la arena suspendida en el aire se traga el humo.
En medio de ese panorama de humo, arena, lluvia, barro y viento, a las siete de la noche, la alarma antia¨¦rea comenz¨® a ulular sobre toda Bagdad.
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