Guerra mutante
La mejor literatura antibelicista la escriben los ex soldados. Esta paradoja sustenta lo mejor de un g¨¦nero que sirve para interpretar infiernos tan terribles como dos guerras mundiales, demasiadas batallas civiles o los ecos obsesivos de Vietnam. En el lado todo-poderoso, Norteam¨¦rica todav¨ªa profundiza en la p¨¦rdida de su inocencia, manipulada por intereses que maquillaron de cruzada patri¨®tica lo que s¨®lo fue un experimento megalomaniaco. Michael Herr, Tim O'Brien ("en cualquier historia de guerra, pero sobre todo en una aut¨¦ntica, es dif¨ªcil separar lo que pas¨® de lo que pareci¨® pasar"), Tobias Wolff, Neil Sheehan, Kent Anderson, Philip Caputo o Robert Olen Butler dejaron testimonios que fueron completados por sus te¨®ricos enemigos, los vietnamitas Bao Ninh ("la guerra es un mundo sin hogar, sin ra¨ªces, un vagabundeo lamentable, grandioso, sin fin, un mundo sin hombres, sin mujeres, sin sentimientos, sin deseos, el mundo m¨¢s desolador, m¨¢s desesperado, m¨¢s espantoso que haya inventado el hombre"), Nha Ca o Duong Thu Huong. Vietnam le dio al g¨¦nero la oportunidad de interpretarse a trav¨¦s de una psicodelia que, en el caso del cine, va desde Apocalypse now hasta Mash pasando por El cazador.
ESTIMADO SR. BUSH
Gabe Hudson
Traducci¨®n de Juan Jos¨¦ Estrella
Emec¨¦. Barcelona, 2003
195 p¨¢ginas. 16,98 euros
La editorial Emec¨¦ acaba de publicar Estimado Sr. Bush, libro de cuentos del tejano Gabe Hudson, fusilero de los Marines durante la guerra del golfo P¨¦rsico reconvertido en literato gracias a la sabia tutor¨ªa de Robert Coover. El t¨ªtulo original, Dear Mr. President, carece del oportunismo de su traducci¨®n, pero sus ocho historias constituyen una buena forma de contrastar las noticias que nos llegan sobre las coartadas de ¨¦ste y tantos conflictos. Levantando su edificio narrativo sobre los cimientos de una tradici¨®n rele¨ªda por otros (Kurt Vonnegut, Donald Bathelme), Hudson incorpora la irreverencia sistem¨¢tica despoj¨¢ndola de su habitual barniz compasivo de ex combatiente. La locura de Vietnam y sus secuelas situ¨® el list¨®n muy alto, aunque Hudson asume el reto de tomar el relevo e incluye en sus descarados argumentos las mutaciones producidas por la guerra qu¨ªmica, un humor-metralla multi-direccional y una ausencia de discurso que se convierte en la m¨¢s ¨¢cida de las arengas sobre la estupidez uniformada.
El decorado de esta mezcla
de farsa y reportaje ya no es la selva vietnamita, sino las des¨¦rticas carreteras de Irak, con tanques y coches bombardeados, restos de un naufragio que conviven con reba?os de cabras y objetivos estrat¨¦gicos tan peligrosos como un par de iraqu¨ªes haciendo la siesta. Polvo, arena, sol, y un delirante paisaje moral en el que ninguna pieza del organigrama se atreve a discutir las ¨®rdenes y en el que, gracias a la intuici¨®n estrat¨¦gica del autor, no se abusa de patriotas repudiados, ya que la historia ha transformado los ej¨¦rcitos en cantera de desertores (el padre del actual presidente Bush visitando las tropas con la m¨¢scara de gas puesta protagoniza una de las joyas del libro). La aportaci¨®n de Hudson es, sobre todo, psicol¨®gica. Las secuelas de cualquier conflicto se traducen en heridas pero tambi¨¦n en cambios de conducta. Un padre que decide hacerse gay para protestar contra la guerra en la que participa su hijo y que, en uno de sus cuentos m¨¢s logrados (Notas desde un b¨²nker de la Autopista 8), lanza interrogantes que deslumbran m¨¢s que las estrellas de la bandera y que los destellos de una explosi¨®n: "?C¨®mo vas a luchar por un pa¨ªs en el que hace apenas cuarenta a?os no estaba mal visto linchar a un afroamericano?".
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