M¨¢laga, marca y franquicia
Hace tiempo sabemos los malague?os que M¨¢laga es nuestra; y que es "m¨¢s que nuestra", porque M¨¢laga es una ciudad gratificante y generosa, que se hace querer, desde y hacia adentro y afuera. Para los que vivimos aqu¨ª, y para los que vienen ocasionalmente, M¨¢laga se ofrece muy abierta y cosmopolita y por eso es atractiva y querida como destino de gentes de todo el mundo, que se encuentran aqu¨ª arropados por un espacio y un clima que llaman a ser compartidos sin restricciones.
Desde hace tiempo el Ayuntamiento de M¨¢laga promueve una masiva publicidad descarada, utilizando medios propios y ajenos, que resulta aturdidora y omnipresente. "M¨¢laga, m¨¢s nuestra" est¨¢ en los autobuses urbanos, en vallas, cu?as, paneles de se?ales electr¨®nicas. Los aparcamientos se jalean en los espacios informativos sobre su estado "libre" o "completo": "Y van 10", anuncian parpadeantes las letras m¨®viles. En la radio, o en la prensa local, los reportajes titulados "M¨¢laga, m¨¢s nuestra" ilustran de la ciudad las excelencias reales, las presumibles o las pronosticables, con un optimismo rayano en la propaganda. Los reportajes, que aparecen sin firma alguna, tienden a confundir a los vecinos porque cuentan con un logotipo peque?o y gris¨¢ceo, bajo la palabra "publicidad" y una tipograf¨ªa tan similar a la habitual de los diarios, que parecen m¨¢s informaci¨®n corriente que propaganda pagada.
A estas alturas del siglo XXI, casi nadie se espera que no existan colusiones pol¨ªtico-informativas de todas las especies, ya que todo lo vendible sobrevive gracias a la mistificaci¨®n de contenidos y al desorden aparente de lo que es real y lo que es virtual, en productos, im¨¢genes o mensajes. O una guerra como se nos vende ahora por la televisi¨®n oficial. Aunque existen -o deber¨ªan existir- reglas ¨¦ticas sobre lo que se puede publicitar, el c¨®mo y el cuando.
Semejantes t¨¢cticas reflejan el deseo de sofronizar a la opini¨®n p¨²blica confundiendo el tiempo preciso de los proyectos, de su ejecuci¨®n y la imagen de la ciudad y el subconsciente de la misma se reflejen en un espejo virtual en que aparecen amalgamados proyectos con obras, propuestas e ideas con realizaciones, programas electorales con compromisos inexistentes y actuaciones ajenas como propias. Esa manera de hacer m¨¢s "nuestra" la ciudad de M¨¢laga es una flagrante supercher¨ªa, basada en la confusi¨®n de los buenos deseos con las ingratas realidades.
Bajo cada mensaje omn¨ªmodo, aparece el Gran Hermano Alcalde Francisco De La Torre, inclinado a llamar "carro?eros" a los sindicatos que claman contra sus prisas irresponsables por colgarse medallas, aunque sea entrando por la puerta trasera. Bajo cada publicidad, aparece subliminalmente escondida la firma del gobierno municipal que nos tutela, como si fuera m¨¢s "suya" la M¨¢laga que imaginan que definitivamente nuestra, como ya lo es desde que tenemos democracia en esta ciudad.
Est¨¢n muy bien dise?ados todos estos reclamos propagand¨ªsticos de "globos", proyectos, obras, "enga?abobos" y banalidades pintorescas. Son confusos, para que nos traguemos la p¨ªldora con az¨²car, a mayor gloria al malague?ismo imperante, de los valores del mercado, o de lo "verde" contra los que "nadie en su sano criterio" podr¨ªa discrepar. Tan torticeros como los que hablan de mejoras en el tr¨¢fico, que colapsa los apalmerados y semaforizados paseos. O los incre¨ªbles que nos sit¨²an en la m¨¢s sostenible, ecol¨®gica y habitable de las ciudades, ante la imposibilidad de conseguir una vivienda p¨²blica a precio razonable. Y aquellos en los que el transporte p¨²blico ser¨¢ tan bueno y soterrado en el futuro que no mejora en el presente.
Gracias al Ayuntamiento de M¨¢laga y su campa?a de publicidad de la ciudad como marca y franquicia estamos asumiendo el peor de los recursos. Consiste en vender publicidad de la p¨¦rdida de valores haciendo publicidad de la ciudad como valor de mercado. M¨¢laga ya no se reconoce por sus valores de libertad y cultura, que le dar¨ªan verdadera autoestima, sino por el est¨®mago satisfecho y franquiciado de la marca impuesta a fuego por la propaganda de un r¨¦gimen "de obras" tan ef¨ªmero como su incansable promotor, que inaugura a toda prisa por si pierde las elecciones que no gan¨®. Sin llamar a eso carro?er¨ªa, porque somos educados, lo consideramos culturalmente mercantilista.
Hemos pervertido y confundido lo que significa informaci¨®n local y publicidad de lo realizado en un gobierno democr¨¢tico. Hemos perdido la transparencia en la gesti¨®n, ganando en ocultaci¨®n de intereses bastardos y gestiones municipales -como la de Limasa- m¨¢s que dudosas, impresentables. Existen graves dudas de que esa manipulaci¨®n de los intereses generales pueda ponerse en entredicho, pues los ciudadanos (y ciudadanas) que sufren estas propagandas quedan con ellas, mudos.
Si como ciudadanos silenciosos, contribu¨ªmos a que este, -o cualquier otro gobierno local de fantasmas medi¨¢ticos, mediatizados y mediocres-, se crean que llevan en sus panfletos y mensajes la ¨²nica y exclusiva raz¨®n sobre la propiedad y la "marca" de una ciudad, "la muy cosmopolita, abierta y libre" Ciudad de M¨¢laga, ser¨¢ hoy menos "nuestra" que ayer, m¨¢s franquiciada, m¨¢s sucia, m¨¢s grosera, y m¨¢s injusta.
Carlos Hern¨¢ndez Pezzi es arquitecto
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