Nosotros, los traidores
El diario alem¨¢n Die Tageszeitung constat¨® que V¨¢clav Havel, Adam Michnik y Gy?rgy Konr¨¢d, percibidos en el pasado en Occidente como s¨ªmbolos de la moralidad, hoy son apologistas de Estados Unidos. El diario alem¨¢n habl¨® de traici¨®n. Por primera vez mencion¨® nuestros apellidos juntos Timothy Garton Ash, hace m¨¢s de veinte a?os, cuando Havel y yo est¨¢bamos en la c¨¢rcel y Konr¨¢d no pod¨ªa publicar en Hungr¨ªa por culpa de la censura.
Muy pocas veces nos reunimos los tres juntos, pero creo que mantenemos casi intacto el fundamento de nuestro pensamiento, tanto en lo que concierne al mundo de los valores morales como de la pol¨ªtica. Pienso que siempre nos uni¨® el amor por la libertad, la ilusi¨®n por un mundo saturado de tolerancia, la confianza en el triunfo de la dignidad humana y la protesta m¨¢s firme contra el mal. Konr¨¢d escrib¨ªa sobre la pol¨ªtica antipol¨ªtica, Havel sobre la fuerza de los d¨¦biles y yo sobre una nueva evoluci¨®n basada en la autoorganizaci¨®n de la sociedad y en la desobediencia ciudadana ante el totalitarismo. Nos unieron tambi¨¦n las experiencias que vivimos gracias a una Historia que se escap¨® de las manos, experiencias de individuos y pueblos condenados a la soledad, sometidos a la presi¨®n de los d¨¦spotas y a la indiferencia del mundo. No somos fan¨¢ticos del anticomunismo cavern¨ªcola. Para nosotros el comunismo fue un fen¨®meno hist¨®rico muy negativo, pero los comunistas son seres que pueden transformarse y cambiar. Con ese esp¨ªritu escribi¨® Konr¨¢d sobre el comunista Imre Nagy, que se convirti¨® en l¨ªder del levantamiento h¨²ngaro, y Havel sobre el comunista Frantiszek Kriegel, miembro de las Brigadas Internacionales, que fue uno de los l¨ªderes de la Primavera de Praga. Yo me reconcili¨¦ con el general Wojciech Jaruzelski, porque tampoco compart¨ª el integrismo anticomunista y menos cuando lo practicaban personas que nunca protestaron en tiempos de la dictadura totalitaria.
He recordado algunos detalles de nuestras biograf¨ªas para que los lectores sepan a qui¨¦n acusa el diario alem¨¢n de ser apologistas ciegos de Estados Unidos. No he consultado con Havel y Konr¨¢d, pero pienso que sus ideas no difieren demasiado de las m¨ªas. La guerra contra el r¨¦gimen de Sadam Husein puede ser valorada desde el punto de vista militar, moral y pol¨ªtico. En la esfera militar hay que preguntar si es una guerra que se puede ganar. No soy militar y no entiendo de asuntos militares, pero pienso que se deben iniciar solamente las guerras que se pueden ganar.
En la esfera moral me planteo la pregunta de si la guerra contra el r¨¦gimen de Irak es justa y respondo: s¨ª, es una guerra justa, como lo fue la guerra de Polonia contra Hitler y la de Finlandia contra Stalin.
En la esfera pol¨ªtica me formulo la pregunta de si tiene alg¨²n sentido pol¨ªtico y mi respuesta es clara: la guerra que tiene como fin derrocar a un tirano que respalda el terrorismo internacional y trata de hacerse con armas de exterminio masivo es una guerra pol¨ªticamente justificada.
Siempre que valoro los acontecimientos internacionales trato de hacerlo empleando el mismo rasero para todos. Por eso suelo condenar con la misma firmeza la arrogancia de todas las grandes potencias y no s¨®lo la arrogancia de la Administraci¨®n norteamericana, esa arrogancia de Bush que tanto indigna a muchos de mis amigos franceses y alemanes.
Havel, Konr¨¢d y yo somos miembros de pueblos que sufrieron mucho por culpa de los reg¨ªmenes totalitarios. Somos tambi¨¦n personas de excelente memoria y esas dos circunstancias nos permiten sacar conclusiones ¨²tiles de la terrible lecci¨®n del 11 de septiembre de 2001. De la misma manera que el asesinato de Mateotti revel¨® el car¨¢cter verdadero del fascismo italiano y del r¨¦gimen de Mussolini, del mismo modo que los grandes procesos de Mosc¨² desenmascararon la esencia criminal del sistema de Stalin e igual que la Noche de los Cristales dej¨® al desnudo la esencia letal del nazismo de Hitler, el derrumbamiento de las Torres Gemelas fue el anuncio de que el mundo se enfrentaba a un nuevo reto totalitario. La violencia, el fanatismo y la mentira lanzaron un ataque frontal contra los valores democr¨¢ticos.
No voy a analizar la ideolog¨ªa que, deformando la religi¨®n isl¨¢mica y transform¨¢ndola en instrumento, trata de montar una cruzada contra el mundo democr¨¢tico. Hoy Sadam Husein participa en esa cruzada, como lo hicieron en el pasado Hitler y Stalin. El dictador iraqu¨ª sostiene que en la guerra contra "el Occidente imp¨ªo" todo est¨¢ permitido. A nadie puede extra?ar que, tras el 11 de septiembre, las embajadas de Irak en el mundo no pusieran sus banderas a media asta en se?al de luto. Esperar con los brazos cruzados a que un r¨¦gimen as¨ª consiga armas de exterminio en masa ser¨ªa una ligereza bochornosa.
A esa actitud se le reprocha que conduce a una idealizaci¨®n de Estados Unidos, que hace imposible el an¨¢lisis objetivo de la pol¨ªtica norteamericana. A aquellos que me imputan esa falta de objetividad les dir¨¦ que recuerdo perfectamente la intervenci¨®n de Estados Unidos en Vietnam y el apoyo concedido por Washington a los reg¨ªmenes dictatoriales de Am¨¦rica Latina. La izquierda de Europa Occidental hace referencia constantemente a esos acontecimientos, pero yo recuerdo tambi¨¦n que, junto a las dictaduras de Trujillo y Pinochet, apoyadas por EE UU, existe la dictadura de Fidel Castro, que practica el despotismo enarbolando banderas rojas. Yo siempre compart¨ª la idea de que las dictaduras, independientemente del color de sus banderas, rojo, negro o verde, son igual de abominables. Siempre compart¨ª la idea de que no hay torturas de derechas y torturas de izquierdas, torturas progresistas y torturas reaccionarias. Siempre rechac¨¦ la hipocres¨ªa de la izquierda occidental que proclamaba que el peor comunismo era mejor que cualquier capitalismo, porque conduc¨ªa a la Humanidad hacia un futuro luminoso.
?En qu¨¦ consiste, pues, mi traici¨®n? Hoy, como antes, sigo neg¨¢ndome a poner el signo de igualdad entre un r¨¦gimen conservador y antip¨¢tico, pero democr¨¢tico, y una dictadura, independientemente del color de su bandera. Por eso jam¨¢s dir¨¦ que eran iguales Chamberlain y Hitler, Roosevelt y Stalin, Nixon y Mao Tse Tung, Adenauer y Ulbricht. Pero s¨ª condeno a Roosevelt por los acuerdos de Yalta, a Chamberlain por el acuerdo de M¨²nich, a Nixon por el Watergate y a Adenauer por el esc¨¢ndalo del Spiegel.
No me gusta el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, por su brutalidad y demagogia primitiva, pero en ning¨²n caso lo pondr¨¦ al lado de los l¨ªderes de Ham¨¢s que exhortan a la comisi¨®n de b¨¢rbaros atentados suicidas. George W. Bush no es el h¨¦roe de mis sue?os y su manique¨ªsmo me irrita, pero le doy mi apoyo en la guerra que libra contra Bin Laden, Al Qaeda y Sadam Husein.
Apoy¨¦ las manifestaciones antinorteamericanas de 1968, pero precisamente por eso sent¨ª luego horror, cuando vi que, despu¨¦s de la victoria de los comunistas, miles y miles de vietnamitas huyeron de su pa¨ªs en min¨²sculas barcas, arriesgando la vida en el mar.Recuerdo el manique¨ªsmo de los adoradores de Vietnam, que para defenderlo quemaron muchas banderas norteamericanas, pero luego no abrieron la boca para condenar la realidad totalitaria impuesta por los comunistas. Yo no quemo banderas de Irak, pero tampoco entiendo c¨®mo los dem¨®cratas se pueden manifestar con retratos de Sadam Husein.
Hoy el odio antinorteamericano adquiere dimensiones y formas absurdas. Hoy las manifestaciones y protestas dejan de ser el ejercicio en s¨ª del derecho democr¨¢tico a expresar la opini¨®n: aunque muchos no lo quieran, son una defensa de dictaduras muy crueles y totalitarias. No he olvidado los movimientos pacifistas de los tiempos de la guerra fr¨ªa y sus marchas en las que se quemaban marionetas que representaban a los presidentes norteamericanos y se hac¨ªan reverencias ante los retratos de Stalin. No puedo apoyar la repetici¨®n de aquellas mamarrachadas.
Entiendo cu¨¢n complejo es el mundo. Comprendo cu¨¢n complejas son las relaciones existentes entre lo que podemos desear y lo que estamos en condiciones de conseguir. Soy consciente del dramatismo de la guerra de Chechenia, pero precisamente por eso no digo que Putin es igual que Stalin. Recuerdo los dif¨ªciles momentos que vivieron las relaciones de Francia con Costa de Marfil, pero no digo que Chirac es como Mussolini. Por la misma raz¨®n no me entusiasman las relaciones que tiene Estados Unidos con reg¨ªmenes dictatoriales, como el de Arabia Saud¨ª, pero pienso que la democratizaci¨®n de Irak podr¨¢ influir de manera positiva sobre los reg¨ªmenes de Oriente Medio.
No nos gusta la pol¨ªtica interior de Bush, sus proyectos de espiar a los ciudadanos o la ret¨®rica integrista cristiana de muchos miembros importantes del Partido Republicano. Pero pienso que la democracia norteamericana, enriquecida por las lecciones del macartismo y del esc¨¢ndalo del Watergate, estar¨¢ en condiciones de defenderse ante un emponzo?amiento de la sociedad abierta. Me preocupa que la pol¨ªtica de Bush pueda liquidar los principios del humanitarismo en la pol¨ªtica internacional, pero pienso que para esos principios es m¨¢s peligrosa la tolerancia ante las dictaduras totalitarias y el encubrimiento cobarde de los cr¨ªmenes de reg¨ªmenes como los de Irak, Corea del Norte, Libia y Cuba.
Entiendo la gran diversidad que hay en el seno de los adversarios de la guerra, entiendo que representan valores morales muy diversos y ejercen su derecho a la libertad de expresi¨®n. Veo algo muy positivo y sano en que los ciudadanos salgan a la calle para protestar contra algo o para manifestar su opini¨®n. ?sas son reacciones y actuaciones democr¨¢ticas. Las manifestaciones de protesta obligan a la opini¨®n p¨²blica a ser m¨¢s cr¨ªtica con el poder. S¨¦ tambi¨¦n que las guerras suelen ser aprovechadas para amordazar a los ciudadanos, para recortar sus libertades. Con mucha facilidad se acusa de actitud no patri¨®tica a aquellos que mantienen que las guerras no son un m¨¦todo justo. Facilitan que se avive el chovinismo y ayudan a tolerar la estupidez, la incompetencia y la corrupci¨®n del poder. Y que ¨¦ste imponga la idea de que s¨®lo hay una forma de pensar, que se viole la democracia y se militarice la vida p¨²blica. Las guerras ayudan a proclamar que los que se oponen al poder son unos traidores.
Soy consciente de todo eso y, precisamente por ello, considero que las protestas contra la pol¨ªtica b¨¦lica de Estados Unidos tienen sentido. Pero, al mismo tiempo, tenemos en mente las experiencias hist¨®ricas. Recordamos M¨²nich y el a?o 1938, recordamos c¨®mo el acuerdo concertado all¨ª, acogido con entusiasmo por los adversarios de la guerra, le abri¨® el camino a Hitler. Recordamos la experiencia de Yalta que debi¨® reforzar la paz, pero le abri¨® el camino a Stalin hacia nuestros pa¨ªses. Sin embargo, los argumentos de los partidarios del acuerdo de M¨²nich con Hitler parec¨ªan l¨®gicos y fueron muy aplaudidos. Teniendo en mente esas experiencias me opongo a los pacifistas de hoy, porque no puedo aceptar que el pacifismo abra el camino a quienes planearon y realizaron el ataque del 11 de septiembre y a sus aliados.
Havel, Konr¨¢d y yo nadamos muchas veces contra la corriente. En nuestros respectivos pa¨ªses nos proclamaron traidores mucho antes de que lo hiciese el diario alem¨¢n Die Tageszeitung. Eso nos pas¨® porque siempre condenamos la xenofobia y la intolerancia, la corrupci¨®n, el esp¨ªritu revanchista y el mercado sin rostro humano, porque siempre condenamos la apropiaci¨®n del Estado por parte de grupos movidos por intereses ego¨ªstas o por estructuras mafiosas. Conociendo nuestras ideas y declaraciones, nadie puede acusarnos de haber perdido la objetividad y de no advertir los defectos de nuestros pa¨ªses o los peligros relacionados con las tentaciones y riesgos totalitarios. Pero el problema consiste en que hoy por hoy el mayor peligro y la mayor amenaza es el terrorismo de los integristas isl¨¢micos.
S¨¦ muy bien que el terrorismo no es un invento exclusivo de los integristas isl¨¢micos. Conocemos el terrorismo de Irlanda y del Pa¨ªs Vasco, de las Brigadas Rojas italianas y del grupo alem¨¢n Baader-Meinhoff, pero s¨®lo el integrismo isl¨¢mico ha generado un terrorismo que dice que "el r¨¦gimen norteamericano es enemigo de todos los musulmanes", como se?al¨® Osama Bin Laden. Por su parte, el Movimiento Internacional en pro de la Yihad contra los Jud¨ªos y las Cruzadas proclam¨®: "Los musulmanes buenos tienen que luchar contra los soldados y civiles norteamericanos y matarlos, independientemente de d¨®nde se encuentren, de acuerdo con las palabras del Dios Todopoderoso".
El ataque terrorista del 11 de septiembre fue un acto cometido en nombre de esa ideolog¨ªa. El terrorismo declar¨® as¨ª la guerra al mundo democr¨¢tico. Y nosotros queremos defender ese mundo, aunque conocemos de sobra sus defectos y pecados. Por esas razones nos hemos manifestado de manera firme y rotunda a favor de una lucha sin cuartel contra el r¨¦gimen de Bagdad, un r¨¦gimen terrorista, intolerante, corrupto y desp¨®tico. Es parad¨®jico ver el peligro totalitario en las actuaciones de Bush y defender a la vez a Sadam Husein. Se trata de algo tan absurdo que no se puede aceptar.
Adam Michnik es director del diario polaco Gazeta Wyborcza y fue dirigente del sindicato Solidaridad. Traducci¨®n de Jorge Ruiz.
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