Ilustrados ciegos
Muchos podemos preguntarnos por qu¨¦. Por qu¨¦, habi¨¦ndonos ofrecido la historia, como nos ofreci¨® precisamente el d¨ªa 11 de septiembre de 2001, todas las condiciones para una reflexi¨®n total, a la altura de la mism¨ªsima grandeza del ser humano, acerca de la fractura social determinante de nuestro mundo de hoy -la pobreza como origen de casi toda violencia, y la respuesta terrorista entendida como esa dram¨¢ticamente tentadora arma de los pobres-, esa reflexi¨®n, con todas sus consecuencias para el g¨¦nero humano y para su organizaci¨®n en un mundo m¨¢s vivible, no se hizo. No se pudo llegar a hacer. El d¨ªa 12 de septiembre "todos ¨¦ramos norteamericanos", como apostaba Le Monde. Ese mismo d¨ªa 12, el nuevo secretario de Estado de Defensa, Donald Rumsfeld, propon¨ªa al presidente George W. Bush la invasi¨®n inmediata de Irak, perfectamente preparada desde hac¨ªa m¨¢s de un a?o. En vez de diagnosticar la herida para que cicatrizara en el nuevo milenio, los poderes f¨¢cticos se autoconstituyeron decididos a instaurar, por la fuerza en caso necesario, un new global order por fin totalmente hegem¨®nico. Un orden global, como veremos, sin memoria reciente.
Cheney y Rumsfeld vuelven para acabar con la pol¨ªtica exterior de Clinton
?Por qu¨¦? De entre todas las respuestas, busquemos en la nuestra a esas personas que se consideran portadoras de verdades eternas, o constatemos la temible fuerza de esas ideas capaces de contagiar hasta l¨ªmites insospechables el ansia de un poder real, path of glory, que se har¨¢ adem¨¢s con la recompensa del eterno agradecimiento, y encontraremos f¨¢cilmente al grupo de los ilustrados ciegos. Porque los halcones de la ¨¦poca de Reagan no desaparecieron: Dick Cheney y Donald Rumsfeld volvieron al Gobierno y al Pent¨¢gono, pero esta vez lo hicieron con su poderosa organizaci¨®n ideol¨®gica armada en 1997 para reconquistar el leadership norteamericano en el gobierno del mundo, ante los signos de debilidad y vulnerabilidad a sus ojos de la actuaci¨®n del Gobierno de Clinton en el plano internacional y de defensa. Volvieron rodeados de te¨®ricos potentes -Perle, el pr¨ªncipe de las tinieblas; Wolfowitz, Kristol, Kagan- y dictaron, mucho antes del 11 de septiembre, que Estados Unidos no deber¨ªa tener l¨ªmites, que Estados Unidos no deber¨ªa asumir en el futuro el equivocado coste del dictado multilateral de sus decisiones. La obsolescencia de Naciones Unidas y la complicaci¨®n pr¨¢ctica de un modelo participativo externo a sus intereses como naci¨®n har¨ªa ineficientes sus propias decisiones y, sobre todo, podr¨ªa suponer un alto riesgo para su incontestable liderazgo. El multilateralismo podr¨ªa, quiz¨¢, acompa?ar sus intereses, pero no servirlos. El dictado directo y realista del inter¨¦s nacional ser¨ªa el faro alumbrador del nuevo siglo. Kyoto, el freno a la carrera armament¨ªstica, el Tribunal Penal Internacional, todos esos proyectos a los que no hace tanto Estados Unidos parec¨ªa abierto se vieron progresivamente frustrados desde la toma de posesi¨®n de George W. Bush.
?Qu¨¦ est¨¢ ocurriendo, qu¨¦ est¨¢ fallando precisamente en este momento? Que el modelo te¨®rico virtual de los halcones, perfectamente alineado en su realismo con los intereses presentes en una guerra virtual, ha chocado con la entidad de una guerra no ya virtual, sino real. Real para las v¨ªctimas civiles, pero tambi¨¦n real para los mandos militares, que comprueban los desajustes del modelo te¨®rico al que se les fuerza. He aqu¨ª la gran inconsistencia: los te¨®ricos del realismo no han sido capaces de escuchar la realidad que deben modificar. Su power-oriented doctrine les hizo incapaces de entender tres realidades que para nosotros, los europeos, aparecen como obvias.
La primera realidad atestigua su incapacidad innata para comprender lo que es el fen¨®meno nacionalista: en el norte, el kurdo iraqu¨ª teme a Sadam, pero a quien teme mucho m¨¢s es al Turco, ya desde el final del imperio, con las pretensiones anexionistas ante los brit¨¢nicos de entonces de Mustaf¨¤ Kemal y con la terrible represi¨®n ejercida desde entonces por Turqu¨ªa. La segunda realidad atestigua otra incapacidad para conocer patriotismos que no son el norteamericano: en el sur, cualquier consulta a la historia reciente de la guerra contra Ir¨¢n les hubiera demostrado que el iraqu¨ª tambi¨¦n es patriota; y que un chiita iraqu¨ª probablemente se comporte, ante todo, como un iraqu¨ª ungido por su bandera. Mal c¨¢lculo del f¨¢cil levantamiento contra su propio r¨¦gimen... En fin, la tercera realidad, en el centro -Bagdad-, atestigua ese menosprecio por lo extranjero y esa homologaci¨®n demasiado f¨¢cil de toda dictadura a una dictadura bananera: Sadam es el dictador en un r¨¦gimen mucho m¨¢s parecido a los ex reg¨ªmenes comunistas -dictadura de Estado, fundada en un partido s¨®lido y con m¨¢s de medio siglo de historia como es el partido Baas- que a cualquier dictadorzuelo f¨¢cil de eliminar. Y un r¨¦gimen con un dictador, ahora deificado, no se elimina en dos d¨ªas. Al no entender los nacionalismos, al no comprender m¨¢s patriotismo que el propio, y al no distinguir entre dictadores y dictaduras, los ilustrados ciegos est¨¢n sirviendo en bandeja a sus propios mandos militares una guerra imposible, demasiado triste y demasiado sangrienta, por la que ya habr¨¢n pasado ineluctablemente a la historia.
Blanca Vil¨¤ Costa es catedr¨¢tica de Derecho Internacional Privado de la UAB.
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