Comandos de la CIA prepararon la guerra sobre el terreno durante meses
Equipos de 'rambos' han ejecutado misiones prohibidas en Irak desde el verano
A comienzos del verano, meses antes de que llovieran las primeras bombas sobre Bagdad, comandos del Grupo de Operaciones Especiales (SOG) de la CIA empezaron a infiltrarse en Irak. No se trata de los cl¨¢sicos esp¨ªas de las novelas de John Le Carr¨¦, sino de paramilitares de la rama m¨¢s secreta de la agencia del espionaje de EE UU: rambos camuflados entre la poblaci¨®n local para ejecutar misiones prohibidas al Ej¨¦rcito: sabotajes, organizaci¨®n de guerrillas, sobornos y, a ser posible, la eliminaci¨®n f¨ªsica de Sadam y de su entorno.
Oficialmente no existen. Esto permite al Gobierno desconocer detalles de la misi¨®n
Portan licencia para matar. Y para mentir. En la jerga del cuartel general de Langley (sede de la CIA) se refieren a ellos como knuckle draggers (gorilas), dice Warren Marik, agente del directorio de operaciones de la CIA, que a mediados de los a?os noventa dirigi¨® un plan para derrocar a Sadam Husein, abortado seg¨²n ¨¦l por la Administraci¨®n democr¨¢ta de Bill Clinton "en favor de un golpe de Estado" que fracas¨®. Tanto Marik como otros tres agentes de la CIA retirados del servicio activo, entrevistados por EL PA?S, coinciden en que la agencia de espionaje ha recuperado el protagonismo en la pol¨ªtica exterior que tuvo durante la guerra fr¨ªa y es clave en los planes de defensa estrat¨¦gica para el siglo XXI. Especialmente el servicio de operaciones clandestinas, encumbrado ante los ojos del presidente George W. Bush tras el ¨¦xito de sus t¨¢cticas para derrocar al r¨¦gimen talib¨¢n afgano y para dispersar a Al Qaeda.
Al igual que en Afganist¨¢n, los comandos encubiertos han estado preparando el terreno de batalla en el interior de Irak, identificando objetivos pol¨ªticos y militares, comprando voluntades con miles de d¨®lares en efectivo, y deshaci¨¦ndose de varios miembros de la ¨¦lite pr¨®xima a Sadam Husein.
Los agentes consultados relatan que mientras en Naciones Unidas se debat¨ªa el desarme mediante inspecciones o por la fuerza, los knuckle draggers estaban provocando miniexplosiones para observar la reacci¨®n del Gobierno iraqu¨ª, entrenando a enemigos de Sadam y robando secretos "siempre a trav¨¦s de intermediarios, porque lo nuestro es conseguir que otros lo hagan", subraya John, que fue miembro durante 12 a?os del brazo paramilitar de la CIA, y que prefiere preservar su verdadera identidad.
El ej¨¦rcito de cientos de James Bond estadounidenses entrenados en Camp Peary, Virginia, y Harvey Point, Carolina del Norte, se suele adentrar en territorio enemigo en grupos de cuatro a ocho personas. Marik recuerda que cuando ¨¦l estaba intentando crear un frente fuerte en M¨®sul y Kirkuk (norte de Irak) que atrajera a desertores, sus hombres rotaban en grupos de seis por el cuartel de Shalahuddin. Los de entonces, como los m¨¢s de casi un centenar repartidos ahora en Irak, van ligeros de equipaje -tel¨¦fono, ordenador, armas, explosivos, enseres de supervivencia-, y suelen desplazarse en sus propios aviones y barcos, aunque una vez sobre el terreno pueden usar, por ejemplo, helic¨®pteros rusos Mi-17, como hicieron en el Valle del Panshir, al noroeste de Kabul. Pero la estrella de su arsenal es el Predator, un avi¨®n por control remoto con c¨¢maras de alta resoluci¨®n y misiles antitanque Hellfire. Con ¨¦l mataron en Afganist¨¢n al lugarteniente de Osama Bin Laden, Mohamed Atef, y en noviembre calcinaron a seis miembros de Al Qaeda en Yemen que viajaban en un todoterreno.
Obran con la impunidad que les ha otorgado el Congreso de EE UU tras los atentados del 11-S (acompa?ada de al menos 1.000 millones de d¨®lares) y con una orden ejecutiva que el presidente Bush firma antes de cada misi¨®n, denominada lethal finding. Pero oficialmente no existen. Lo cual permite al Gobierno desconocer sus sucias artima?as, las mismas que les hicieron infames desde los a?os sesenta a mediados de los ochenta, cuando iban fomentando golpes de Estado por el mundo (Ir¨¢n, Chile, Congo, Guatemala...).
Sin embargo, aunque su perfil puede confundirse con el de mercenarios a sueldo, en realidad no lo parecen. Lo que impulsa a estos terminators es "puro patriotismo y no el dinero, porque ganan entre 50.000 y 70.000 d¨®lares, dependiendo de la veteran¨ªa", afirma uno que form¨® parte de ellos hasta hace poco, Greg (nombre ficticio para proteger su identidad). Son hombres corrientes, reclutados en las trincheras de los cuerpos especiales de las Fuerzas Armadas como los Navy Seals (tropas anfibias) o los Green Berets (boinas verdes) o el Delta Force, que cuando est¨¢n de permiso van al parque con sus hijos y al estadio a ver un partido de b¨¦isbol los domingos. Y que gracias a Bin Laden han sido reactivados.
"La agencia sali¨® muy reforzada de Afganist¨¢n", se?ala Vince Cannistraro, ex director de contraterrorismo de la CIA. Aquel teatro de operaciones sirvi¨® de ensayo general de lo que ser¨¢n las futuras batallas contra el terrorismo internacional y los ejes del mal. En la actual situaci¨®n, la Casa Blanca conf¨ªa en que los guerreros en la sombra "disparen la bala de plata", el tiro de gracia, que decapite al r¨¦gimen, apunta el ex agente Marik. S¨®lo as¨ª se ahorrar¨ªan cientos de vidas de civiles y de soldados y mitigar¨ªan las secuelas pol¨ªticas de un conflicto repudiado en numerosos puntos del planeta.
Esta misi¨®n tiene a los operativos situados en el terrreno trabajando bajo la constante presi¨®n de sus jefes de Langley. La ascendente estrella de George Tenet, director de la CIA, depende en parte de la eficacia de esa bala de plata. Sobre todo, despu¨¦s de que el bombardeo inicial de esta guerra, basado en una informaci¨®n de sus spooks (esp¨ªas), no acabara en apariencia con la c¨²pula del r¨¦gimen reunida en un b¨²nker de Bagdad. Y dado tambi¨¦n que los generales iraqu¨ªes a los que ha ofrecido dinero, asilo pol¨ªtico y un papel en el futuro Gobierno no hayan desertado o depuesto las armas todav¨ªa.
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