Un mundo de luz y ¨¢ngeles
Hace cien a?os nac¨ªa en Par¨ªs Henry Corbin (muerto en 1978 en la misma ciudad, despu¨¦s de muchos periplos orientales), el gran editor, traductor e int¨¦rprete de la impresionante religiosidad chiita del islam iranio. Corbin nunca abandon¨® la fe cristiana, pero era adem¨¢s un buen fil¨®sofo -de corte heideggeriano-, de modo que el contexto de la gnosis y m¨ªstica iranias le ayud¨® a plantear y desarrollar la cuesti¨®n general de toda experiencia religiosa -al menos la monote¨ªsta- como b¨²squeda personal de lo divino: ?cu¨¢l es el camino an¨ªmico o intelectual a Dios y cu¨¢l es el mundo propio en que un creyente puede realizar esa aventura? Una cuesti¨®n doble, epistemol¨®gica y ontol¨®gica, en la que la m¨ªstica de las tres religiones abrah¨¢micas coincide de alg¨²n modo.
Si se soslaya la paradoja (m¨¢s bien la groser¨ªa conceptual, dir¨ªa yo) del monote¨ªsmo, es decir, si se entiende a Dios como ser y no como ente, como ser que es, sin m¨¢s, m¨¢s all¨¢ de toda existencia concreta, el camino a ¨¦l es uno y su reino es siempre el mismo. Si se supera ese af¨¢n neur¨®tico, sobre todo occidental, de traducir lo oscuro y sagrado a formas concretas, desaparecen las enemistades religiosas en una misma dimensi¨®n espiritual de di¨¢logo. Y tanto el nihilismo como el empe?o secularizador con ¨¦l pierden sentido: nada hay que aniquilar en el ser invulnerable, que es muy semejante a la nada; s¨®lo pueden aniquilarse entes, existentes concretos, s¨®lo pueden secularizarse dioses concretados dogm¨¢ticamente en formas antropomorfas y espacio-temporales de ser. El di¨¢logo cada d¨ªa m¨¢s acuciante entre Oriente y Occidente pod¨ªa comenzar por sus viejas bases m¨ªsticas comunes. Los grandes h¨¦roes de la religiosidad a que apela constantemente Corbin son tanto los isl¨¢micos, Soravardi o Ben Arab¨ª, como los cristianos, B?hme o Swedenborg. Sus visiones e intereses son los mismos.
El polite¨ªsmo se supera en el monote¨ªsmo, la religi¨®n en la m¨ªstica. A los primeros corresponde, si se quiere (como quiere Corbin), la multiplicidad y belleza de las teofan¨ªas; a los segundos, el car¨¢cter oscuro y secreto de la trascendencia una y ¨²nica. Trascendencia m¨ªstica que la filosof¨ªa idealista occidental tradujo a conceptos: ?qui¨¦n puede no ver en la fenomenolog¨ªa del esp¨ªritu de Hegel o en la objetivaci¨®n de la voluntad de Schopenhauer, por ejemplo, el parto divino cosmog¨®nico de B?hme? Mejor hablar decididamente, con Corbin, de hermen¨¦utica espiritual del Libro abrah¨¢mico, en sus diferentes versiones, o de acontecimientos del alma. El im¨¢n escondido, el dios interior, el ¨²nico rab¨ª, habla a trav¨¦s de luz y ¨¢ngeles, no de conceptos. Traducir met¨¢foras m¨ªsticas a conceptos l¨®gicos es algo gratuito. Al fin y al cabo, ficciones melanc¨®licas son todos ellos. La filosof¨ªa no supera nada en estas lides.
?Cu¨¢l es el camino cognoscitivo
del creyente? La visi¨®n m¨ªstica interior, el conocimiento absoluto e intuitivo de la gnosis, la imaginaci¨®n creadora y teof¨¢nica que Corbin estudia, sobre todo, en el sufismo de Ben Arab¨ª. Fundados todos ellos en una ¨ªntima connivencia entre lo divino y lo humano, en tanto que coinciden el impulso ext¨¢tico del hombre hacia Dios y el impulso epif¨¢nico de Dios hacia el hombre. Se trata de una afinidad luminosa entre la "Luz de Gloria" de la negrura trascendente y el "hombre de luz" que es el fil¨®sofo avezado en la vivencia interior, el te¨®sofo que asiste a la aurora matutina de ese Resplandor Primordial. De esa Presencia-luz de un Oriente absoluto celeste, origen y destino definitivos del ser humano, frente a un Occidente terreno, lugar de exilio temporal del hombre. La salvaci¨®n ahora est¨¢ en medio.
Las experiencias visionarias no tienen validez, como es obvio, en el mundo sensible, ni acceden tampoco al absoluto trascendente de la divinidad misma. Pero hay un mundo intermedio, cuerpo espiritual y tierra celeste, en el que "se espiritualizan los cuerpos y se corporeizan los esp¨ªritus", donde tiene su lugar propio la visi¨®n m¨ªstica y que s¨®lo ella conoce. Un lugar sin lugar, que Soravardi llama Utop¨ªa y que Corbin traduce por "Pays du Non-O¨´". Un mundus imaginalis, de luz, color y ¨¢ngeles, que responde a la pregunta ontol¨®gica de antes con toda una metaf¨ªsica de la luz. Luz y ser se identifican. La divinidad trascendente se va mostrando en diferentes grados de luminosidad. Los fotismos coloreados correspondientes, que acompa?an cognoscitivamente a la visi¨®n m¨ªstica, responden a niveles del ser, y ¨¦stos a jerarqu¨ªas ang¨¦licas. Metaf¨ªsica de la luz y angelolog¨ªa coinciden en tanto el ¨¢ngel cumple una funci¨®n teof¨¢nica. "El ¨¢ngel es a la vez el hierofante del ser, el mediador y el hermeneuta de los Verbos divinos". Teofan¨ªa es angelofan¨ªa, y todo ello luz m¨ªstica que entreteje la realidad resplandeciente de ese mundo imaginal de la aventura de Dios.
Ese conocimiento visionario y ese mundo ut¨®pico, el lugar epistemol¨®gico y ontol¨®gico respectivamente de la experiencia religiosa personal e intrasferible por los que nos pregunt¨¢bamos al principio, suponen un tiempo y una historia extra?as, tambi¨¦n, donde realizarse. Un tiempo c¨ªclico y una historia vertical. Un tiempo que marcan los acontecimientos del alma, que no se concibe como eterno retorno del tiempo sino como retorno del tiempo a su origen eterno. Un tiempo de ascensi¨®n hacia la luz, abocado no a una cat¨¢strofe final, sino a un futuro de resurrecci¨®n desde las tinieblas donde est¨¢ exiliado el ser humano. Nuestra historia, remitida siempre a lo alto desde nuestro exilio terreno, expresa verticalmente ese tiempo c¨ªclico. No es m¨¢s que un reflejo de la luz primordial y del tiempo eterno. El relato visionario de una experiencia metaf¨ªsica de luz y eternidad que supera cualquier filosof¨ªa de la historia y cualquier ideolog¨ªa. Una metahistoria sagrada de fraternidad transhist¨®rica de las tres religiones monote¨ªstas en una misma b¨²squeda de Dios, en una misma hermen¨¦utica espiritual. Con ello volvemos a lo que dec¨ªamos al comienzo: a la misma dimensi¨®n espiritual de di¨¢logo que podr¨ªa ayudar en tiempos duros como ¨¦stos. A la s¨ªntesis en un solo templo espiritual del templo de Salom¨®n, la Kaaba y el castillo del Santo Grial.
El libro de Trotta insiste en estos aspectos hist¨®ricos, el de Biblioteca Nueva, en los temporales, y el de Losada, en los conceptuales sobre monote¨ªsmo y nihilismo. Todos ellos son recopilaciones p¨®stumas de art¨ªculos y textos de conferencias. Junto con estos tres libros, las traducciones ya existentes en las editoriales Siruela, Destino, Paid¨®s, y en la misma Trotta, constituyen una bibliograf¨ªa en castellano perfectamente representativa del universo intelectual de Corbin.
Henry Corbin.
La paradoja del monote¨ªsmo. Traducci¨®n de Mar¨ªa Tabuyo y Agust¨ªn L¨®pez. Losada. Madrid, 2003. 289 p¨¢ginas. 19 euros. Templo y contemplaci¨®n. Traducci¨®n de M. Tabuyo y A. L¨®pez. Trotta. Madrid, 2003. 402 p¨¢ginas. 30 euros. Tiempo c¨ªclico y gnosis ismail¨ª. Traducci¨®n de M. Tabuyo y A. L¨®pez. Biblioteca Nueva. Madrid, 2003. 270 p¨¢ginas. 13,50 euros.
Homenaje a Henry Corbin. Instituto Franc¨¦s. Casa de Vel¨¢zquez. Universidad Complutense. Madrid. Hasta el d¨ªa 9.
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