Fotos de ni?os en Hait¨ª
Coinciden en el tiempo tres exposiciones fotogr¨¢ficas de gran inter¨¦s. Se trata de La fotograf¨ªa en Espa?a en el siglo XIX, en Caixaf¨°rum hasta el verano; de Retrato del pasado, recopilaci¨®n de muestras coleccionadas por Frederic Mar¨¨s, en el Museo Mar¨¨s, hasta el a?o que viene, y de Hait¨ª, el tercer m¨®n ocult, visto por la fot¨®grafa Sandra Balsells, en la Galer¨ªa Mayoral (Consell de Cent, 286), hasta el pr¨®ximo mi¨¦rcoles 9 de abril. Por razones de tiempo, les hablamos de esta ¨²ltima. Vale la pena que intenten visitarla porque los retratos que ilustran el trabajo de la ONG Nuestros peque?os hermanos son una especie de resumen de todo lo bueno que puede aportar el arte de la fotograf¨ªa a principios del siglo XXI. Su autora es Sandra Balsells (Barcelona, 1966), fotoperiodista internacional y, adem¨¢s, actualmente, docente en la Facultad de Ciencias de la Educaci¨®n Blanquerna, de la Universitadad Ramon Llull. Ha colaborado con muchos medios, entre ellos The Guardian y The Times. Para este ¨²ltimo cubri¨® el conflicto serbocroata, desde 1991. Parte del fruto de este trabajo pueden contemplarlo en el magn¨ªfico libro Balkan in memoriam, testimonio de lo sucedido en la antigua Yugoslavia entre 1991 y 2000.
El trabajo de Sandra Balsells nos habla del gran poder de la fotograf¨ªa: captar pedazos de vida en un instante ¨²nico
No se trata, pues, de enjuiciar la labor de dicha ONG, sino de reflexionar sobre el poder evocador de la fotograf¨ªa en plena era cibern¨¦tica y, evidentemente, del poder movilizador que pueda tener. Sandra Balsells es una gran profesional y se ha hartado de fotografiar destrucci¨®n y muerte en Yugoslavia. Sus fotograf¨ªas de la guerra de los Balcanes nos transmiten el desamparo ante la brutalidad y la fatalidad. Y sobre todo, la impotencia y el desentenderse de la vida. Es la guerra. Recordamos una historia amarga sobre la memoria y el olvido, del autor rumano Elie Wiesel (nacido en 1928), premio Nobel de la Paz. Se titula El olvidado y trata de un viejo jud¨ªo que padece la m¨¢s terrible de las enfermedades: la degeneraci¨®n de la memoria. D¨ªa a d¨ªa pierde retazos del pasado. Seg¨²n Wiesel, para el jud¨ªo "no hay nada m¨¢s importante que la memoria. Gracias a la memoria est¨¢ unido a sus or¨ªgenes (...) Quien reniega de ella habr¨¢ renegado a su derecho al honor...". De aqu¨ª el drama del anciano. Su hijo es el encargado de recoger la memoria para poder transmitirla. Y hablando del holocausto, dice: "Nosotros ya no estamos vivos. Hemos visto demasiado, o¨ªdo demasiado...". Las fotos de Sandra Balsells sobre Yugoslavia son fotos de guerra, de muerte y desesperanza. En cambio, en sus fotos de Hait¨ª, el tercer m¨®n ocult, mostrando el mismo desamparo, el mismo dolor, la vida est¨¢ al acecho. Asoma en cuanto te descuidas. Viendo estos retratos, contemplando estos pedazos de vida, comprendemos la fuerza que puede llegar a tener un simple fotograma. El esfuerzo de una ONG como Nuestros peque?os hermanos no se discute. S¨®lo es necesario atender a los datos sobre ella. Fue fundada en 1954 por William B. Wasson en Cuernavaca (M¨¦xico), con la intenci¨®n de dar acogida a los ni?os de Centroam¨¦rica y del Caribe. En Hait¨ª tiene una casa hogar para ni?os y adolescentes denominada Sainte H¨¦l¨¨ne que alberga a m¨¢s de 500 personas. Tambi¨¦n, un hospital infantil, Saint Damien, que atiende diariamente a la poblaci¨®n de Port-au-Prince, la capital de Hait¨ª, con un cuadro de patolog¨ªas que se extiende desde la tuberculosis y la desnutrici¨®n, pasando por malformaciones cardiacas, enfermedades respiratorias y, por supuesto, el sida. Esto, recordamos, en Hait¨ª, uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, con el ¨ªndice de mortalidad m¨¢s alto de Am¨¦rica, con grandes desequilibrios sociales y desastrosas condiciones sanitarias y alimentarias. Todo el esfuerzo de esta ONG necesitaba de la capacidad de s¨ªntesis y la concisi¨®n visual de unas fotograf¨ªas como las de Sandra Balsells. Mucho m¨¢s, incluso, que, por ejemplo, el realismo y el distanciamiento que quiz¨¢ hubiera impuesto un documental cinematogr¨¢fico. Ni?os en hospitales, paredes desconchadas, cunas despintadas, miradas sorprendidas, vestidos hechos de retales que parecen sacados de una cortina, ni?os vendados de arriba abajo, ni?os entubados, ni?os con ¨²lceras y llagas, m¨¢s ni?os en sillas de ruedas, ni?os que dejan de jugar y miran por un instante a la c¨¢mara, ni?os en fila, sonriendo a la fot¨®grafa y esperando a que les toque el turno para que una mujer les cepille los dientes, ni?os desgastados con zapatillas de deporte grandes, muy grandes, blancas y nuevas, probable donaci¨®n, ni?os en columpios oxidados, todos con la misma camiseta; en fin, pilletes ya pollitos, con la gorra con la visera hacia atr¨¢s, tonteando con la c¨¢mara porque ya casi est¨¢n en la edad del pavo. Y muchas fotos m¨¢s, hasta 50, en blanco y negro. ?ste es sin duda el gran poder de la fotograf¨ªa. Ese instante queda para siempre e impacta m¨¢s porque no te puedes distraer. No tienes excusa. Ah¨ª est¨¢n las im¨¢genes fijas, esper¨¢ndote. El cine es movimiento y ese instante pasa. Es otra cosa.
La exposici¨®n Hait¨ª, el tercer m¨®n ocult continuar¨¢ exhibi¨¦ndose en diferentes ciudades y pueblos de Catalu?a a¨²n sin determinar. Si se la pierden en Barcelona y coinciden con ella, no lo duden.
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