Una neumon¨ªa, dos formas de vivir la crisis
La falta de informaci¨®n entre la poblaci¨®n china contrasta con la concienciaci¨®n generalizada de los habitantes de Hong Kong
"Pero, entre la guerra y esto, me estoy quedando sin negocio. Mis clientes son principalmente empresarios de fuera, muchos de Arabia Saud¨ª, que vienen a comprar suelos de cer¨¢mica, y estoy haciendo s¨®lo el 5% del negocio habitual".
El conductor, que prefiere el anonimato, se queja del Gobierno. "La televisi¨®n china no dice m¨¢s que mentiras. Yo no la pongo, me informo con la de Hong Kong, pero los campesinos no la ven, y fuera de Guangdong s¨®lo est¨¢ en los hoteles de lujo. As¨ª que la mayor¨ªa de la gente no sabe lo que pasa. Ve, aqu¨ª no lleva nadie mascarilla".
Sin embargo, a ¨¦l, que al menos sabe lo que ocurre en la fronteriza Hong Kong, la enfermedad no parece preocuparle mucho: "Yo no tengo miedo, estoy sano, hago todos los d¨ªas ejercicio". "En cualquier caso, al Gobierno le da igual que mueran 50. Hay 1.300 millones de chinos y quiere que seamos menos".
Veintiocho kil¨®metros despu¨¦s, el coche se detiene delante de la estaci¨®n de tren de Guangzhou. En la antigua Cant¨®n casi nadie se protege del virus que ha causado 90 muertos y m¨¢s de 2.600 afectados en todo el mundo. En el interior de la estaci¨®n, junto a la puerta de un restaurante, una azafata con traje de chaqueta intenta atraer clientes. Lleva protecci¨®n. Y como ella, camareras, cocineros, todo el personal. Algo ha cambiado. Hong Kong est¨¢ cerca.
El paso de Lo Wu, el que cruza la l¨ªnea f¨¦rrea que une Guangdong con la ex colonia brit¨¢nica, lo transitan 10.000 personas a la hora en un fin de semana normal. Y aunque el tr¨¢fico ha descendido a 6.000 personas este fin de semana por la epidemia, muchas de ellas pasan delante de este restaurante. As¨ª que la mascarilla, en una ciudad que la ignora, se ha convertido en este local en una herramienta de mercadotecnia.
Mientras, a 2.500 kil¨®metros de Hong Kong, ayer se produjo la primera v¨ªctima mortal extranjera en China. Un finland¨¦s, de 53 a?os, falleci¨® en Pek¨ªn. Seg¨²n el Ministerio de Sanidad, mostr¨® los primeros s¨ªntomas despu¨¦s de volver de Tailandia el 23 de marzo. Las autoridades anunciaron otras cuatro muertes, lo que eleva la cifra total en el pa¨ªs a 52. Tambi¨¦n los responsables canadienses de salud comunicaron ayer otra muerte por neumon¨ªa, con lo que ascienden a nueve los fallecidos en ese pa¨ªs.
Ya en las calles de Hong Kong, m¨¢s de la mitad de la gente se protege. Los taxistas, todos. Los empleados de cafeter¨ªas y restaurantes, la mayor¨ªa. Las hay de todo tipo: blancas, verdes, rosas, de papel, de gasa, de tela. Entre los rascacielos, las luces de ne¨®n y el tr¨¢fico, Hong Kong parece haber sufrido un ataque bioterrorista.
"Esta enfermedad es altamente contagiosa. Est¨¢n diciendo que puede transmitirse por el aire", dice Eric, un estudiante chino de f¨ªsica. "M¨¢s vale que vaya a comprarse una", responde su amiga, estudiante de derecho. Al lado, un joven las vende en una caja de cart¨®n. "?stas, a cinco d¨®lares la bolsa de cinco, y ¨¦stas, a 10 d¨®lares la de tres", dice mientras sonr¨ªe sin mucho inter¨¦s.
"En Hong Kong han tomado medidas dr¨¢sticas y la gente se ha puesto nerviosa. Hubo hasta el bulo de que iban a cerrar las fronteras. Y los medios de comunicaci¨®n han sacado provecho", explica un empresario espa?ol que vive en la ex colonia y trabaja en el continente. "En cambio, en China hay un desconocimiento absoluto". Un buen reflejo de la f¨®rmula "un pa¨ªs, dos sistemas", acordada para la devoluci¨®n del territorio a China por parte del Reino Unido en 1997.
Como un quir¨®fano rodante
Alrededor del 70% de los pasajeros del tren que lleva a Hong Kong en menos de dos horas parece haberse transformado en personal sanitario. Una se?ora de unos setenta a?os se cubre, adem¨¢s, la cabeza y las manos con un gorro y unos guantes de pl¨¢stico transparente. El tren parece un quir¨®fano rodante.
Por la ventanilla desfilan viviendas grises, r¨ªos con barcazas, campos de arroz, palmeras.
"No se le ocurra salir sin mascarilla, no le van a dejar entrar en Hong Kong", dice un muchacho afrofranc¨¦s cuando el tren se detiene. "Las azafatas
las venden a tres yuanes (34 c¨¦ntimos de euro)".
En la estaci¨®n, un cartel exige al visitante que rellene un formulario en el que debe marcar si tiene alguno de los siguientes s¨ªntomas: fiebre, tos y dificultad para respirar. Los inspectores de frontera se protegen todos. En la ex colonia han muerto 22 personas.
"La puede utilizar para sentirse m¨¢s tranquilo", dice una mujer en el servicio de sanidad de la estaci¨®n. "Pero Hong Kong es una ciudad segura", dice convencida detr¨¢s de su mascarilla, mientras tiende una que parece hecha con papel de fumar.
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