Lo que hay
A pesar de un cielo y un sol espl¨¦ndidos, por lo menos dos veces al d¨ªa, cada vez que vemos el telediario (y eso sin contar cuando o¨ªmos las noticias en la radio o vemos la primera p¨¢gina de la prensa aunque sea en los kioscos), nos pesa un poco m¨¢s el alma que baja escalones poco frecuentados, se nos olvida afilar el ingenio y se nos apaga el sentido del humor que nos caracteriza, nos revolvemos irritables, col¨¦ricos y desganados para atender a las ocupaciones cotidianas. Si no es una depresi¨®n se debe tratar de alguna otra alteraci¨®n que presenta s¨ªntomas muy parecidos. En pleno bajonazo podemos sentirnos culpables hasta de lo que hayamos podido hacer u omitir y enterrado despu¨¦s en un olvido tan ¨²til para esos menesteres, que no para otros. Inmediatamente despu¨¦s nos llegan otras noticias en las que procuramos sumergirnos porque nos lo pide el cuerpo, porque nos deben interesar y sabemos que nos interesar¨¢n dentro de un rato; tal como ocurre cada d¨ªa con muchos otros temas diferentes, ya se refieran a la familia o a un desconch¨®n de la pared. Queda todav¨ªa tiempo para manifestarse en la calle, y en otras ciudades lo encuentran incluso para actos de vandalismo. As¨ª hasta que cese el motivo que ya se comprende que no puede ser otro que la invasi¨®n de Irak; eso si es que no dura mucho y nos habituamos antes. Tambi¨¦n es posible que nuestro malestar se prolongue, seg¨²n estemos m¨¢s o menos vulnerables.
Estas l¨ªneas responden a un af¨¢n por darle vueltas a un tema al que seguramente ya se le han dado todas las posibles. De lo que no cabe duda es de que todo lo que hemos visto, le¨ªdo y o¨ªdo, para bien y para mal, es lo que hay. O casi todo lo que hay.
Bien pensado, nunca puede estar una del todo segura. Pero si no fuera eso lo que hay, si hubiera otra cosa, a lo mejor tampoco tendr¨ªamos invasiones ni guerras, ni ning¨²n Sadam, ni terrorismo ni vandalismo. Digo yo. Tampoco se puede confirmar. Es un decir y una ilusi¨®n; aunque reconozco la ingenuidad que albergan algunas esperanzas a una edad m¨¢s que madura.
Si con el dolor sabemos que estamos vivos, con la ilusi¨®n somos capaces de creernos inmortales. Tambi¨¦n creo que esa es la suerte que tenemos.
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