Psicoan¨¢lisis del soldadito
En las manifestaciones que han tenido lugar tanto en Valencia como en el resto de Espa?a contra la guerra de Irak, el personaje principal de casi todas las pancartas era Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Sin duda alguna, el presidente del Gobierno se ha convertido en la figura m¨¢s impopular de este pa¨ªs, culpable ante la ciudadan¨ªa de habernos involucrado en una odiosa aventura.
La gente de la calle, las tertulias de los medios audiovisuales o los art¨ªculos de opini¨®n en la prensa no dejan de hacerse la misma pregunta: ?Por qu¨¦? ?C¨®mo es posible que este hombre, a quien se le supone una inteligencia superior, haya tomado en solitario la decisi¨®n m¨¢s escabrosa, la ¨²nica que los espa?oles no deseaban? Las respuestas son variopintas y van desde el estupor de Sami Na?r -que se declara incapaz de entenderlo- a los razonamientos morales ("es un canalla") o econ¨®micos ("a saber qu¨¦ le habr¨¢ prometido Bush"). Sin embargo, echo de menos un m¨¦todo no explorado que podr¨ªa arrojar luz sobre este asunto y ayudarnos a entender la compleja personalidad del pol¨ªtico madrile?o: el an¨¢lisis psicol¨®gico.
Partir¨¦ de una hip¨®tesis: Aznar tiene un complejo de inferioridad a causa de su baja estatura. Dado que la grandeza de una persona se mide por el intelecto, no es el hecho de ser peque?o lo que habr¨ªa dado lugar en ¨¦l a este problema caracterol¨®gico, sino la percepci¨®n consciente de la peque?ez como una herida que se propuso resta?ar a cualquier precio.
En los procesos neur¨®ticos de esta ¨ªndole el Ello -eso que otros llaman alma- reacciona de forma imprevisible, desde el suicidio a la autosuperaci¨®n. Nuestro paciente, para compensar la talla que le negaron sus genes, habr¨ªa elegido la segunda ruta, la m¨¢s dif¨ªcil, que lo ha llevado a la Moncloa. En el camino, tuvo que enfrentarse a un enemigo formidable pero crepuscular, Felipe Gonz¨¢lez, quien contrariamente a ¨¦l, es un s¨®lido estadista y, para m¨¢s dolor, le saca un palmo de estatura. Incluso derrotado, Gonz¨¢lez sigue siendo la obsesi¨®n patol¨®gica de Aznar, que nunca cejar¨¢ en su empe?o de superarlo hist¨®ricamente en todos los terrenos, pues aspira a ser m¨¢s alto que ¨¦l. Para m¨ª, el origen de la complicidad aznariana en la guerra homicida de George W. Bush es una orden inapelable de su inconsciente: ?Demu¨¦strale a Felipe que puedes ser un grande entre los grandes! Por eso, le es imposible dar marcha atr¨¢s, ya que su acomplejado yo no podr¨ªa soportar la humillaci¨®n. Adem¨¢s, la celebridad medi¨¢tica que ha obtenido a cambio -el instinto del placer- corre una cortina de humo ante el genocidio que est¨¢ teniendo lugar e impide que el supery¨® -el guardi¨¢n de los valores ¨¦ticos- se apiade de las v¨ªctimas iraqu¨ªes.
Sin embargo, la realidad termina casi siempre por ser cruel, pues el mundo no suele funcionar seg¨²n los ilusorios esquemas narcisistas de un individuo determinado, sino de acuerdo con la implacable l¨®gica del poder: Bush y Blair se sirvieron de Aznar para sus propios fines durante los preparativos militares y lo lanzaron de kamikaze sobre la ONU y la Uni¨®n Europea. Hoy, una vez comenzada la guerra, se han olvidado por completo del min¨²sculo soldadito espa?ol.
Lecci¨®n de historia: Napole¨®n no fue alto, pero s¨ª grande. Aznar no es ni lo uno ni lo otro.
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